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En mayo de 2016, ingenieros de Google Brain, uno de los proyectos de inteligencia artificial más exitosos de la compañía estadounidense, crearon un sistema de redes neuronales con los textos de 11.000 novelas de la literatura universal. El objetivo del proyecto era generar combinaciones y algoritmos para que la nueva máquina simulara el funcionamiento de la mente humana y fuera capaz de escribir un poema.
El resultado no fue nada malo. Cada estrofa guardaba cierta coherencia con la siguiente. El poema tenía algo de armonía, una especie extraña de sencillez y sensibilidad difícil de alcanzar para un hombre común. Incluso, en inglés, idioma original del texto, se alcanzaban a sentir la música y el ritmo:
There is no one else in the world. / There is no one else in sight. / They were the only ones who mattered. / They were the only ones left. / He had to be with me. / She had to be with him. / I had to do this. / I wanted to kill him. / I started to cry. / I turned to him.
(No hay nadie más en el mundo. / No hay nadie más a la vista. / Eran los únicos que importaban. / Eran los únicos que quedaban. / Él tenía que estar conmigo. / Ella tenía que estar con él. / Tuve que hacerlo. / Quise matarlo. / Empecé a llorar. / Me volví hacia él).
Aunque este primer esfuerzo aún tiene profundas limitaciones literarias y sin duda no alcanza a transmitir las emociones ni los pensamientos de un buen poema, sí fue uno de los antecedentes que la agencia de prensa británica Press Association y Urbs Media, una empresa especializada en análisis de datos, tuvieron en cuenta para incursionar en un proyecto que pretende crear artículos periodísticos con robots.
Esta semana, las dos entidades obtuvieron una beca de Google por 706.000 euros para construir un servicio de noticias por computador que creará más de 30.000 historias locales al mes, usando una inteligencia artificial llamado Radar, es decir, Reporters and Data and Robots, por sus siglas en inglés.
Como aseguró Gary Rogers, editor jefe de Urbs Media, en entrevista con El Espectador, Radar es una iniciativa que busca combinar el periodismo tradicional con la producción automatizada: “Vamos a usar bases de datos para contar historias que han pasado desapercibidas. El objetivo es analizar la información de las alcaldías locales, las autoridades sanitarias, la policía, las ONG, los hospitales y otros organismos públicos y privados para generar noticias de interés en cada región de Gran Bretaña”.
De acuerdo con Peter Clifton, editor de Press Association, las noticias que la agencia distribuirá en periódicos y páginas webs locales serán, en principio, de salud, educación, empleo,y crímenes. “Cada artículo que escriba Radar usará softwares de generación de lenguaje natural para transformar los datos en palabras y así generar contenido relevante para que las audiencias puedan exigirle a las instituciones rendición de cuentas”, le dijo Clifton a este diario.
El proceso de creación de las noticias parece sencillo: una vez el periodista a cargo identifica una posible historia, la máquina recolecta los datos, los ordena, los analiza y utiliza una plantilla de escritura creada con inteligencia artificial, que en teoría puede capturar todos los ángulos y reflejar las diferentes direcciones de la historia. Según Clifton, la segunda fase de Radar tendrá la capacidad de generar, automáticamente, gráficas, imágenes y videos para acompañar los artículos.
¿Beneficios o limitaciones?
La posibilidad de que una noticia como la que usted está leyendo sea escrita por una máquina parece remota. Sin embargo, proyectos como Radar demuestran que la inteligencia artificial no sólo está afectando los negocios de tecnología, sino que tiene el poder de transformar la industria del periodismo. “El peligro es que el algoritmo sea el dueño del sentido editorial de los textos. Desde mi punto de vista, estos proyectos ponen en riesgo la calidad de la información y podrían empezar a reemplazar el criterio y la investigación de los periodistas profesionales”, afirma Eduardo Garcés, presidente de la Asociación Internacional de Medios de Comunicación (INMA).
Para Garcés, Radar es un paso clave en el camino que están recorriendo Google y otras compañías de tecnología para convertirse en generadores de contenido y controlar el flujo de información. “No creo que podamos controlar la creación de noticias con inteligencia artificial, es un fenómeno que seguro tomará vuelo. Sin embargo, ¿dónde queda la confrontación de las fuentes, el compromiso con la verdad, la responsabilidad ética? Eso no lo puede hacer ningún algoritmo”, recalcó Garcés.
Por su parte, Adrian Dickson, antiguo encargado de innovación y tecnología en Reuters a nivel global, hizo énfasis en que el espacio digital ha transformado positivamente el periodismo. “En este momento, gracias a la tecnología, el volumen de información y la diversidad de fuentes han aumentado muchísimo. Eso es democratizar el conocimiento”, le dijo a El Espectador.
Y añadió que la posibilidad que tiene la inteligencia artificial para agregar información de forma inmediata, analizar grandes cantidades de datos y contar historias a partir de ellos es una oportunidad fantástica para el nuevo periodismo: “Si creas algoritmos que monitoreen patrones o comportamientos, puedes reportar que algo ocurrió en un lugar muy remoto del planeta y, al tiempo, puedes combinarlos con la reacción y los comentarios de la población afectada. Así le generas valor agregado a la información”.
Responsabilidad editorial
El hecho de que Google sea quien financie la creación del proyecto Radar obliga a preguntarse por la responsabilidad que deberían adquirir todas las empresas que incursionen en la creación de contenidos.
De acuerdo con Emily Bell, fundadora del Centro de Estudios de Periodismo Digital de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), se calcula que Facebook y Google concentran el 70 % de los US$73.000 millones de la pauta en formato digital al año.
A pesar de que dominan el tráfico de noticias en línea, las empresas de tecnología se niegan a reconocerse como medios de comunicación. Sin embargo, la exigencia de responsabilidad editorial sobre la publicación de contenidos ha llevado a que compañías como Snapchat implementen reglas para controlar y regular los contenidos que publican y alcanzan una audiencia superior a los 100 millones de usuarios, principalmente jóvenes.
Lo que Snapchat hizo fue establecer criterios editoriales para mejorar la calidad del contenido que se sube a su plataforma. O sea, asumió un rol que la identifica más como un medio de comunicación que como una empresa de tecnología.
Como afirmó David Chavern, presidente de la Alianza de Medios de Comunicación de Estados Unidos, a la agencia AFP: “El periodismo de calidad es fundamental para sostener la democracia y la sociedad cívica. Para asegurar que ese periodismo tenga futuro, las organizaciones noticiosas que lo financian deben poder negociar colectivamente con las plataformas digitales que controlan la distribución y el acceso de la audiencia en la era digital”.
El pasado martes, esta alianza de medios, integrada por 2.000 organizaciones de noticias, incluidos periódicos como The New York Times y The Wall Street Journal, demandó ante el Congreso de su país la posibilidad de negociar colectivamente con las plataformas en línea. El objetivo era, según Chavern, generar soluciones de modelos de negocios para asegurar la disponibilidad a largo plazo del periodismo local. “Facebook y Google no investigan en los archivos públicos para descubrir casos de corrupción, no envían corresponsales a zonas de guerra ni cubren el juego de anoche”, sentenció Chavern.
Para Colombia, la creación de contenidos periodísticos con inteligencia artificial parece ser un fenómeno lejano, pero inevitable. Por eso todos los expertos consultados coinciden en que en unos años los algoritmos para análisis de datos serán parte de las salas de redacción. Esta circunstancia plantea una serie de desafíos e interrogantes que vale la pena empezar a hacer ahora, para evitar que los reporteros seamos reemplazados por las máquinas.
Sólo una cosa parece ser cierta: por muy complejos y avanzados que sean los algoritmos del futuro, no podrán reemplazar la capacidad y el criterio editorial de los buenos periodistas. En este momento es imposible que el texto de una máquina produzca la empatía, el reconocimiento y la credibilidad que todavía distingue al llamado oficio más bello del mundo.