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Una vía que traerá desarrollo. Esa fue la promesa que le hicieron a Guillermo Serrato Torres durante la socialización del proyecto Ruta del Sol sector I. Trece años después, sentado frente a la iglesia de Guaduas (Cundinamarca), su municipio natal, enumera los problemas de la carretera, menciona la doble calzada Villeta-Guaduas, que aún no existe, y describe las tensiones entre el concesionario y la comunidad.
El Espectador viajó por la Ruta del Sol desde Guaduas hasta la Ye de Ciénaga, en Magdalena. Esta carretera es la columna vertebral de la infraestructura vial de Colombia, une el centro del país con la costa Caribe y conecta con otros importantes corredores viales, como la Troncal del Caribe. Aun así, el recorrido de cerca de 14 horas (sin incluir los tiempos de la conexión Carmen de Bolívar-Valledupar) deja un sabor amargo.
El primer sector, de los tres en los que inicialmente se dividió el proyecto, va desde Guaduas (antes empezaba en Villeta) hasta El Korán, en Puerto Salgar. No es una autopista moderna y de alta velocidad ni el sinónimo de progreso que esperaba el país. Por el contrario, son 59 kilómetros en los que los conductores deben poner a prueba sus habilidades para esquivar los huecos. En un descuido se pincha una llanta, el carro salta o, en el peor de los casos, se pierde el control del vehículo. Más que una carretera, parece una pista de obstáculos.
Las consecuencias van más allá de la competitividad; de fondo, la obra atraviesa miles de vidas.
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Entre la esperanza y la decepción
John Freddy Quintana se dedica al cultivo y comercialización de café desde hace 13 años en su finca, ubicada en la vereda Boca de Monte Sur, a 20 minutos del casco urbano de Caparrapí (Cundinamarca). En su experiencia, hay dos formas de contar la carretera. Otrora fue una esperanza, pues facilitó la conexión con Bogotá y otros municipios.
Hace 15 años tenía que destinar dos días para ir a la capital del país. Gracias a la construcción, ahora puede hacer todas sus diligencias en un mismo día tomando la Ruta del Sol desde El Dindal. La carretera, además, acercó a las familias. Quintana cuenta que personas que antes visitaban el municipio cada año, ahora van cada dos semanas: “La vía nos cambió la vida”.
La segunda forma es con la fotografía de su estado actual. Si bien sigue gastando menos tiempo en el recorrido, ahora debe ir más despacio y con cuidado para evitar los baches, porque no quiere que le pase lo que a otros vehículos que ha visto con las llantas estalladas o por fuera del camino.
Quintana pregunta: “¿Por qué, si la vía es relativamente nueva, se encuentra en tan mal estado?”. Aunque está en mantenimiento, el reparcheo no es suficiente para despejar las dudas que genera el asfalto, que parece golpeado por el mazo de un gigante. Los cuestionamientos de Quintana son los mismos de muchos otros habitantes de la zona y de quienes se movilizan por la vía. Más de 5.000 vehículos pasan por este tramo cada día, el 50 % son de tráfico pesado.
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¿Quién responde por la Ruta del Sol I?
El sector está a cargo del Instituto Nacional de Vías (Invías) desde septiembre de 2022, mes en el que el consorcio vial Helios entregó la obra. Andrea Pulido, gerente general del concesionario, explicó que en 2014 terminó la construcción entre Guaduas y Puerto Salgar y empezó la fase de operación y mantenimiento de la obra. El contrato terminaba en 2017, pero se prorrogó tantas veces como era posible. En suma, el proyecto costó cerca de $1,5 billones.
Pulido sostiene que la vía se entregó “con el mantenimiento rutinario que se había contratado, funcional, con buena transitabilidad y operación”. El mal estado lo atribuyen a la falta de las obras extraordinarias que se tenían que hacer y no se han hecho. Básicamente, Helios dice que la vida útil de la carretera era de seis años; a partir de ese momento, se necesitaba una inversión mayor (para obras más complejas).
La pelota está ahora en la cancha del Invías. Juan José Oyuela, director encargado de la entidad, reconoce que hay huecos, que el 40 % está en mal estado, que en un tramo el paso está restringido a un carril por un deslizamiento e incluso que los dos túneles que están operando (uno por sentido) no tienen luz. De todas formas, señala que la entidad ha hecho el mantenimiento rutinario y que la solución a corto plazo que se prometió a la comunidad ya está en marcha: un contrato por $17.000 millones que se firmó en abril y termina en diciembre. A finales de junio, dice Oyuela, ya estarán tapados los huecos y en el segundo semestre del año el contratista realizará actividades de rehabilitación en los sectores más críticos.
La firma del contrato es una buena noticia para los usuarios. Sin embargo, a los veedores ciudadanos en Guaduas les preocupa que el contrato quedó en manos del Consorcio Vial del Sol 2023, en el que está la empresa Ingeniería de Vías (con una participación del 40 %). Esta es la misma organización que en enero de este año se quedó con el contrato para atender la emergencia en la vía Panamericana tras el derrumbe en Rosas (Cauca). De acuerdo con una investigación de La Silla Vacía, hubo irregularidades en ese proceso y Pedro Contecha, propietario de la empresa, es amigo del exdirector del Invías, Juan Alfonso Latorre, y le prestaba su avión privado a Guillermo Reyes, exministro de Transporte. Ambos funcionarios estaban en el cargo cuando se adjudicaron los contratos.
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Frente a esta preocupación, el director encargado del Invías dice que el proceso de contratación para Ruta del Sol I fue transparente y que se realizó una licitación pública en la que se cumplieron los requisitos jurídicos, técnicos y financieros. La empresa, asegura el director, cumplía con todas las condiciones estipuladas y, además, presentó la oferta más económica. “Nuestro compromiso es hacer cumplir el contrato”, agrega. El Espectador intentó contactar a Ingeniería de Vías, pero hasta el cierre de esta edición no obtuvo respuesta.
Invías planea otra inversión, el próximo año, para mantenimiento y rehabilitación con los recursos del peaje y vigencias futuras. Este proyecto seguirá en manos del instituto hasta que la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) lo entregue en concesión.
El cuello de botella
En un café frente a la plaza central de Guaduas, Pedro Daza, de 68 años, habla del tiempo que ha perdido en los trancones de hasta cuatro horas que se forman entre el municipio y Villeta, en los escasos 33 kilómetros por la vía actual. Se queja del tedio de avanzar a paso de tortuga detrás de vehículos de carga pesada. En su finca, en la vereda Agua Clara, cría pavos y gallinas criollas, por eso constantemente viaja a Bogotá para comprar concentrado y asistir a citas médicas.
El contrato de concesión, que se empezó a ejecutar en 2010, incluía la construcción de la doble calzada Villeta-Guaduas, pero por los cambios en el terreno tras el fenómeno de La Niña, en 2011, se determinó que la vía no se podía construir como estaba diseñada. Después de un largo proceso se cambiaron los trazados y, bajo esas nuevas condiciones, la ANI y el concesionario decidieron sacar ese tramo del contrato. Al final, Helios construyó cinco kilómetros de doble calzada entre los dos municipios, incluido un túnel de dos kilómetros, pero todavía está pendiente la construcción de 18 kilómetros que reducirían en una hora y media el tiempo de recorrido.
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Que todavía no exista una doble calzada en este trayecto implica retrasos y aumento en los costos del transporte, que a su vez se traducen en menos competitividad, pero también implica complicaciones para los pequeños negocios y las pequeñas cosas de la vida.
La ANI informó que el proyecto para la construcción de los kilómetros que faltan (que incluyen siete túneles más) y la rehabilitación de Ruta del Sol I está en estructuración. La concesión tendrá una duración de 29 años, incluyendo un año de preconstrucción y cinco de construcción, y la inversión será de $3,5 billones. Ya están listos los estudios, diseños y la licencia ambiental.
La vía como barrera
Hace más de 13 años al país se le prometió una infraestructura que impulsaría el desarrollo. A Guillermo Serrato, presidente de Asojuntas en Guaduas y ganadero, además le hablaron de trabajo y beneficios para su comunidad. No obstante, asegura que en el proceso, aunque los habitantes hicieron protestas pacíficas para reclamar sus derechos, hubo “muchos atropellos”.
La Ruta del Sol para él se convirtió en “una barrera”. La obra atravesó su vereda y cambió el camino que la comunidad solía recorrer. Ahora deben buscar retornos. “A una familia de la vereda San Miguel le cobraban $12.000 para llevarla del centro poblado a la finca; con los cambios, ahora el mismo taxi cobra $20.000. Si necesitamos transportar insumos es todavía más caro. Producir lo mismo ahora cuesta más”. La empresa ya entregó la vía, pero Serrato dice que Helios sigue debiendo compensaciones, entre ellas ponerles agua a algunas de las fincas que resultaron afectadas tras la construcción del túnel, que todavía no está en uso.
Pulido acepta que la relación con las comunidades fue compleja, dice que el concesionario trató de atender las solicitudes, pero que no podían ir más allá de lo establecido en el contrato y los diseños. Sobre las fincas que se quedaron sin agua, sostiene que en la construcción “se tenía previsto el secamiento de manantiales” y que para compensar la pérdida se realizó un censo y otros estudios. Al final determinaron que 14 usuarios resultaron afectados en la vereda San Miguel. “En 2021 entregamos un acueducto como medida definitiva y el año pasado acordamos construir filtros para generar confianza en el agua, esa solución se entregará este mes”. Personas como Héctor Castellanos, habitante de la vereda San José, todavía esperan otro acueducto, que, según lo que dice el concesionario, ya no se hará.
En Ruta del Sol I, el pavimento habla: la ANI, el Invías y el contratista dicen haber hecho su parte, pero la carretera no es la que se prometió. Estas son solo algunas de las preocupaciones de quienes conviven con Ruta del Sol I. El viaje continúa. Entre Puerto Salgar y Curumaní (Cesar), después de siete años, el escándalo por Odebrecht sigue generando estragos.