Salario mínimo: conozca las variables que se juegan en la mesa de concertación
La inflación y la productividad hacen parte de los pilares que se tienen en cuenta para definir el incremento salarial. ¿Por qué son tan protagónicos y qué tanto influirán en estas negociaciones?
Este miércoles comenzó oficialmente el ritual de cada año para definir el incremento del salario mínimo con la discusión alrededor del dato de productividad laboral (que solía ser entregado por el Departamento Nacional de Planeación, pero que en esta ocasión tendrá debate entre las partes).
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Este miércoles comenzó oficialmente el ritual de cada año para definir el incremento del salario mínimo con la discusión alrededor del dato de productividad laboral (que solía ser entregado por el Departamento Nacional de Planeación, pero que en esta ocasión tendrá debate entre las partes).
La medición de productividad (y cómo se construye y entiende este indicador) es clave, pues la combinación de este factor, además de la inflación esperada para el año, conforman la base para comenzar a negociar el aumento del salario mínimo.
Si bien es el Ministerio de Trabajo el que preside la discusión entre empresarios y centrales obreras, la verdadera directora de las negociaciones de este año es la inflación.
Esto es cierto para todos los años de la negociación, pero es particularmente más crítico e intenso en este momento, cuando el aumento de los precios es una las principales preocupaciones para una multitud de economías, incluyendo la colombiana.
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Para octubre de este año, el dato más reciente hasta el momento (la medición de noviembre será revelada la próxima semana), la inflación creció 12,2 % en su medición anual (o sea, en comparación con el mismo mes de 2021). De acuerdo con la Encuesta de Opinión Financiera de Fedesarrollo de noviembre, se espera que este indicador acabe el año en 12,3 %.
En otras palabras, como el mínimo debe subir (mínimo) el porcentaje de inflación, el incremento para 2023 sería de 12,3 %.
Y es por aquí por donde se comienza a complicar esta discusión, debido a que los aumentos en este salario suelen ser reales, o sea, están por encima de lo que subieron los precios al consumidor. De otra forma no sería un crecimiento en la capacidad de compra de los trabajadores, sino apenas una nivelación con lo que sube el costo de vida.
También hay que agregar en este punto que uno de los motores principales de la inflación actualmente son los alimentos. Y esto es clave, pues este grupo de productos suele impactar mucho más a las personas más vulnerables de la sociedad: aquellas que, justamente, ganan el mínimo o menos de éste.
Entonces, un aumento de precios centrado poderosamente en alimentos significa que quienes más salen golpeados en este escenario son los sectores de la población con menos capacidad adquisitiva.
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Los datos del DANE lo explican así para el caso de octubre, cuando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió 12,2 %: en octubre, en su variación anual (comparación con el mismo mes de 2021), la inflación de los hogares más pobres y vulnerables fue de 12,1 %, mientras que para los de clase media e ingresos altos fue de 11 % y 9,5 %, respectivamente.
Esta asimetría le da más vuelo a la idea de aumentar el mínimo más allá de la inflación.
Pero el punto acá es que, de entrada, un aumento de 12 % ya es alto y llevarlo mucho más allá de este umbral puede ser una dura carga para las empresas, bajo la visión de los gremios de la producción.
Justo este martes, el director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, indicó que el mínimo debería subir no más de 13,5 % para el próximo año: “La suma de una inflación esperada para 2022 de 12,3 % y un estimativo de crecimiento de la productividad total de los factores de 1,2 % indican que técnicamente el salario mínimo debería aumentar un 13,5 % en 2023″.
Y agregó: “Aumentos del salario mínimo superiores al sugerido por la regla de inflación causada y productividad pueden generar presiones adicionales al alza en la inflación del próximo año, puesto que una buena parte de esos aumentos en exceso podrían ser trasladados a los consumidores vía mayores precios de los bienes finales”.
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En general, las tensiones alrededor del mínimo son qué tanto subirlo sin generar demasiadas presiones sobre el aparato productivo. Y este acto de fino equilibrismo, si se quiere, se tornará más extremo de cara a lo que se defina para 2023.
Sobre la productividad, este miércoles la ministra de Trabajo Gloria Inés Ramírez detalló que se tendrá en cuenta el que entregue el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Sin embargo, hizo la salvedad que serán tres las metodologías que serán analizadas: la KLEMS (que es una metodología estándar internacional y la que usualmente se utiliza), la Conference Board, y otra de la OCDE, en donde se analizan la cantidad de horas trabajadas por persona.
El jueves la subcomisión de Productividad se reunirá para determinar cuál de las tres metodologías resulta más conveniente para el mercado laboral colombiano y, con base en esto, determinar cuál será la cifra de productividad que será tenida en cuenta en el debate para concertar el incremento del salario mínimo en 2023.
Si bien la inflación históricamente ha sido el instrumento que emplean las centrales obreras para reclamar aumentos en el salario mínimo, la productividad es el dato que suelen usar los empresarios para desacelerar sus intenciones, pues en los últimos años esta cifra ha sido muy tímida. En 2021 la Productividad Total de los Factores (PTF) fue del 0,64 %.
Las otras presiones
El aumento en el mínimo para 2023 entrará a jugar de la mano de otras tensiones, como el precio del dólar o las tasas de interés del Banco de la República.
De fondo, las negociaciones del salario llegan en un momento complejo para la economía nacional, así como mundial.
Los vientos de recesión soplan fuerte desde varios lugares clave, como Estados Unidos, en donde la Reserva Federal continúa incrementando sus tasas de interés con la intención de contener la inflación local, que se encuentra creciendo con una velocidad que no se veía en ese país desde hace varias décadas.
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Una de las consecuencias de este movimiento ha sido el fortalecimiento del dólar, por un lado, pero también el incremento en la probabilidad de que la principal economía del mundo entre en recesión.
En Colombia, el propio crecimiento de la inflación ha llevado a que el Banco de la República también ajuste sus intereses, lo que a su vez comienza a ejercer presiones sobre el aparato productivo del país.
Con crédito más caro, y con materias primas importadas más costosas (por cuenta de un dólar más fuerte), las empresas podrían resentir aún más una subida fuerte en el salario mínimo.
Por otro lado, la subida del dólar y el encarecimiento del crédito también golpean el bolsillo de los consumidores. Desde este punto de vista sería conveniente un mayor aumento en el mínimo, por ejemplo.
Según lo dicho por la ministra del Trabajo, todas las partes que integran la mesa son conscientes del complejo panorama por el que atraviesa el país, de allí el compromiso que aseguran tener para tomar una decisión responsable que beneficie a los trabajadores, pero también a quienes generan el empleo.
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