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Teoría del decrecimiento: ¿de qué habla la ministra de Minas?

Expertos explican de qué se trata la teoría que quedó en el centro del debate tras las declaraciones de la ministra Irene Vélez.

02 de septiembre de 2022 - 03:30 p. m.
Irene Vélez, ministra de Minas. - Imagen de referencia
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Foto: El Espectador
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Las palabras de la ministra de Minas, Irene Vélez, encendieron un debate. Durante el Congreso Nacional de Minería 2022, Vélez aseguró que es necesario exigirle a otros países “que comiencen a decrecer en sus modelos económicos”, ya que —en sus palabras— “de esto también depende que logremos un equilibrio y que los impactos del cambio climático nos afecten menos”.

Si bien la ministra ya se disculpó por lo que sucedió después, cuando la prensa cuestionó sus declaraciones y ella decidió levantarse de la mesa y no seguir respondiendo a las preguntas, todavía está en el aire la discusión sobre qué tan viable es la teoría que mencionó.

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En la tarde del jueves, el presidente Gustavo Petro aseguró en su cuenta de Twitter que cuando entró a estudiar su especialización en desarrollo y medio ambiente, en la Universidad de Lovaina, “lo primero” que le enseñaron fue la teoría del decrecimiento del economista francés Serge Latouche.

El presidente defiende que la teoría es clave en la lucha contra la crisis climática.

¿Qué dice la teoría del decrecimiento?

Según Enrique Gilles, profesor de economía en el CESA, la teoría sostiene que el mundo va hacia un colapso ambiental causado por un excesivo énfasis en el crecimiento económico. La crítica, además, no es exclusiva al capitalismo, ya que los autores reconocen que la experiencia socialista en la URSS también se concentró en la misma variable.

En esa línea, Miguel Gomis, profesor del departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, sostiene que es importante precisar el tema, teniendo en cuenta que en las últimas horas se ha especulado mucho al respecto, diciendo incluso que Colombia le estaría pidiendo al mundo que frene la economía.

Para empezar, explica que algunos también lo llaman bioeconomía. La teoría recupera los sustentos desarrollados por Nicholas Georgescu–Roege sobre la economía heterodoxa.

“El economista de origen rumano estaba entre los principales del siglo XX. En 1971 escribió un libro llamado La ley de la entropía y procesos económicos, allí aplica la termodinámica a la economía y critica el modelo económico clásico que domina nuestro mundo”, afirma.

Básicamente, Georgescu–Roege dice que la visión económica es equivocada porque el crecimiento infinito no es posible en un mundo finito. “El modelo después fue confirmado a través del informe Los límites del crecimiento, que mostraba que en el siglo XXI iremos hacia el colapso, una incapacidad de producir más por agotamiento de recursos, encarecimiento de la energía, contaminación y caída de la población mundial”.

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Gomis dice que no se trata de que los países dejen de crecer, ahí justamente está la confusión: “no es desaceleración económica. La teoría no habla de consumir menos, sino de consumir de forma distinta”.

Y Gilles pone sobre la mesa que el énfasis de los autores está en que el crecimiento económico es “una narrativa relativamente reciente (de segunda mitad del siglo XX), sin antecedentes en los primeros siglos de capitalismo”. En la explicación se apunta que no hay otros sistemas que crezcan exponencialmente como el PIB. La teoría, para no ir muy lejos, implica que esa noción de crecimiento no tiene sentido en un mundo con recursos limitados.

Para el experto del CESA, las raíces de la teoría del decrecimiento “vienen de la segunda posguerra, cuando varios autores empezaron a pensar en los límites del crecimiento asociados con el consumismo y el excesivo uso de materiales que se comenzaba a evidenciar en la sociedad estadounidense. En los setenta, los autores franceses empezaron a hablar sobre décroissance y muy pronto también surge la corriente de la economía ecológica (que incorpora las restricciones ecológicas en los modelos económicos, a diferencia de la más optimista economía ambiental)”.

Gilles también asegura que los autores citan la Paradoja de Easterlin, “que indica que luego de cierto nivel de ingresos, aumentos adicionales del mismo no generan mayor bienestar”. Gomis, por su parte, asegura que el mundo tendrá que consumir menos en el futuro porque los recursos son finitos, así las cosas, los bioeconomistas lo que buscan es adelantarse y promover otra forma de consumir.

Las restricciones a la obsolescencia programada son un ejemplo de medidas que se alinean con la teoría, pues reconocen que los recursos se agotan. A la larga el planteamiento —dice Gomis— no es novedoso, pero sí reclama una forma de vivir distinta, “sustentada sobre revalorizar al ser humano y poner en cuestión la satisfacción que se deriva del consumo”.

De todas formas, Gilles reconoce que el término es confuso porque se tiende a equiparar la teoría del decrecimiento con la recesión, algo que los defensores desmienten.

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En esta perspectiva, el profesor del CESA recuerda que los autores mencionan que debe haber una reasignación de la importancia entre sectores de la actividad económica, para ir “apagando” aquellos que son perjudiciales para el ambiente (como el petróleo y el gas) y fomentar el crecimiento de otras actividades. Esa nueva economía está asociada a la consecución del bienestar de las personas.

“Tiene entonces un gran componente de reasignación de recursos, de repensar nuestros estilos de vida, de poner el tema en los foros internacionales para, por ejemplo, propender por una compensación del mundo hoy desarrollado por su responsabilidad histórica en el calentamiento global. Entienden que tiene un componente utópico, pero en definitiva muchos cambios sociales empiezan así”, concluye Gilles.

Finalmente, Orlando Villabona, profesor Asociado a la Universidad Nacional, agrega que si bien el decrecimiento nació con Georgescu-Roegen, reconocido como padre de la bioeconomía, el francés Serge Latouche, economista y detractor del actual modelo económico, es quien se proclama líder del movimiento.

Para el experto, la teoría implica reflexionar sobre el error de centrar el modelo económico y el esfuerzo político en el crecimiento indefinido del PIB. De ahí que defiende que, para postergar y limitar el colapso, el mundo debe ser prudente con el consumismo.

Aplicar la teoría del decrecimiento —concluye Villanoba— implica tener, por ejemplo, políticas tributarias distributivas, disminuir el consumo excesivo, desarrollar energías limpias, incrementar los bienes comunes, reciclar, desplazarse menos, reutilizar, desarrollar el trabajo colaborativo, entre otras cosas.

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