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La sala es imponente, con muros y arcos blancos que le dan profundidad. Las paredes están decoradas en un degradé que va del rosa y el lila al azul oscuro. En el centro hay unas mesas y dos maniquíes perfectamente vestidos; uno tiene un abrigo verde que arrastra el piso y que en la espalda tiene un fragmento de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. A los lados hay dos secuencias de prendas que se miran frente a frente: el pasado y el presente conversando en la primera exposición de moda y reciclaje textil inspirada en piezas de las colecciones del Museo Nacional de Colombia. Es la sala Talleres del Panóptico, en el Museo Nacional, en Bogotá, y se quiere enviar un mensaje.
Desde hace más de un año, el Museo Nacional y la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA) se unieron para crear un laboratorio textil. Inicialmente, se iba a trabajar con los ropavejeros del centro de Bogotá, pero tras reflexionar sobre el acto de vestirse, cubrirse y adornar el cuerpo con telas y accesorios, así como el impacto de la moda rápida y cómo desde sus entidades podrían aportar a una de las discusiones actuales más importantes en la industria textil y de la moda, abrieron la convocatoria e incluyeron a doce emprendedores, diseñadores, joyeros y líderes sociales.
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En Colombia, la industria textil y del cuero representaron el 8,6 % del PIB en 2021, de acuerdo con el DANE. Inexmoda, Raddar y Sectorial registraron que, el año pasado, el gasto de los hogares colombianos en moda ascendió a $27,7 billones; un 21 % más que el mismo período de 2020. En comparación con 2020, en 2021 la producción de toda la industria creció en 15,1 % y las ventas aumentaron 16,1 %. En cuanto al empleo, el sector creció 16,2 %, según la ANDI.
En junio, el gasto en moda alcanzó los $2,38 billones; un 6,4 % más que el registrado el mismo mes del año anterior, según cifras de Inexmoda. Así las cosas, el gasto acumulado en moda de enero a junio ascendió a $14,1 billones; un 9 % más que el mismo período acumulado de 2021. Se trata de datos positivos para el sector, las marcas y la reactivación económica del país.
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Sin embargo, en la moda los contrastes son fuertes y así como se celebran los buenos números en las cajas registradoras, se lamentan las cifras negativas que deja la industria en el medio ambiente. De acuerdo con la ONU, la moda rápida lanza más de cincuenta colecciones anuales y, como consecuencia, la producción de ropa se duplicó entre 2000 y 2014. Según un estudio de la Fundación Ellen McArthur, tras un período de uso corto, el 86 % de la ropa se tira a vertederos o se quema. Además, se estima que la producción mundial de textiles es responsable del 20 % de las aguas residuales y el sector del vestido usa 93.000 millones de metros cúbicos de agua cada año.
Entonces, en el proceso en el que se unieron Falabella, como empresa interesada en ofrecer saldos de ropa, y el diseñador Alejandro Crocker, quien fue el encargado de dirigir el proyecto de cocreación, se buscó enseñarles a los participantes que las prendas pueden tener nuevas oportunidades, volver a circular y aportar en procesos sociales y comerciales.
Además, el Museo Nacional, el Museo del Siglo XIX y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) sacaron parte de sus colecciones de indumentaria y prendas, como el liqui-liqui que utilizó Gabriel García Márquez para recibir el Premio Nobel de Literatura; un vestido de baño hecho con lana, botones plásticos y hebillas metálicas de 1923, y un vestido Yves Saint Laurent de 1978, para que los participantes conocieran la historia de esos textiles y los reinterpretaran.
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“Quisimos mostrar que las piezas tienen una historia que podemos evocar a partir del ejercicio creativo. Los participantes estudiaron las piezas, los materiales y el contexto histórico, y a quiénes pertenecieron, para que les sirviera de insumo creativo y crearan sus piezas”, contó Samuel León Iglesias, investigador de la curaduría de arte del Museo Nacional.
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Los doce participantes se reunieron durante dos meses con el diseñador Crocker para aprender y acercarse a las colecciones, el resultado dejó la exposición “Moda con historias”, que tiene 48 piezas entre las históricas y las creadas a partir de material reciclado.
Melissa Molina, bailarina de danza contemporánea, participó en el laboratorio textil y creó la pieza “De la sutileza a la fuerza”, un vestido hecho con retazos y una “ruana” hecha con denim, inspirados en una Túnica wayúu de 1980 y en el cuadro Mendigo, de 1891 (que hacen parte de la exhibición). “Me pareció importante crear, desde el reciclaje, un vestido con una textura, geometrías y con colores como los que usa la cultura wayúu. Eso se ve plasmado en la falda del vestido. A la ruana quise darle una mirada futurista”, dijo Molina, quien también tiene un emprendimiento de reciclaje textil.
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“Utilizar la creatividad en función del cuidado es una fórmula mágica. El reciclado debe contar una historia y tener un punto de inspiración. En este caso, no se podía escoger la materia prima, el reto de los participantes fue crear una pieza nueva con lo que se les entregó. Queremos abrirles la mente a los asistentes con inspiración y educación, crear conciencia por el cuidado de nuestra tierra y desde el reciclaje mostrar que sí se puede crear belleza, moda y arte”, contó Crocker, quien desde hace veinte años se dedica al diseño de lujo consciente y el reciclaje creativo en la moda.
Las marcas de moda colombiana están empezando a tener consciencia de la importancia de cerrar el ciclo de sus prendas y son, así como el Estado y los consumidores, responsables de saber en dónde queda la ropa. Por eso, acciones como la de la marca de retail que participó en el proyecto son ejemplos a seguir. De acuerdo con la empresa, en 2021 reutilizó 134 toneladas de ganchos, 109 toneladas de plásticos y una tonelada de ropa (equivalente a 3.000 prendas) para reutilizar.
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El museo presenta una exhibición que le permite al espectador hacerse preguntas ambientales, sociales y políticas de la ropa, gústele la moda o no, y a reconsiderar qué hacer con sus prendas cuando acabe su vida útil para que no termine en botaderos.
“Es interesante el diálogo que se establece entre una colección y las formas en que los diseñadores se apropian de esas historias. La moda, que está obsesionada con su propio pasado, a veces lo visita de forma nostálgica y lo vuelve tenencia, pero aquí estamos viendo una moda que visita su pasado para volverlo una creación activa”, puntualizó el sociólogo Edward Salazar.