Un vaivén llamado Hidroituango

Mientras EPM dice con optimismo que alcanzará la cota de la presa necesaria, los acontecimientos en el cuarto de máquinas y el túnel de desviación, por donde se evacúa el agua, aumentan la incertidumbre del futuro aguas abajo y el temor de una calamidad en las comunidades ribereñas.

María Alejandra Medina /Alejandra_mdn*
22 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
Un vaivén llamado Hidroituango
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Valdivia, en Antioquia, amaneció sin agua y con una nueva alerta de posible aumento en el caudal del río Cauca. La razón fue el flujo que se empezó a ver por el túnel de desviación derecho del proyecto hidroeléctrico Ituango, el mismo que el pasado sábado 12 de mayo se destapó, incrementó el caudal del río y luego se volvió a tapar, no sin antes causar estragos aguas abajo, como la destrucción de más de 20 casas y tres puentes en el corregimiento Puerto Valdivia. (Lea Nueva orden de evacuación para Valdivia, Cáceres y Tarazá por riesgo de creciente)

Mientras se reforzaba la orden de evacuación total e inmediata de los corregimientos de Puerto Valdivia, Puerto Antioquia y los municipios de Tarazá y Cáceres, la incertidumbre se apoderó de los albergados arriba, en Valdivia, cabecera municipal, a unos 40 minutos por carretera desde la orilla del río. Se preguntaban si el Cauca realmente crecería, qué pasaría con sus casas y, peor aún, con los amigos y familiares que permanecen cerca de la ribera, en Puerto Valdivia. (Lea también: La historia del proyecto Hidroituango)

Ese fue el caso de Jenil Porras, quien de ese corregimiento subió a censarse este lunes. Sus hijos, asegura, se quedaron en un autoalbergue en una parte alta del corregimiento, adonde se movieron luego del desastre del pasado 12 de mayo, en el sector conocido como Palomas. Sin embargo, para estar en el censo y recibir las ayudas es necesario corroborar que toda la familia está fuera de las zonas de riesgo, aseguró un funcionario que en el parque principal da información para orientar a los evacuados.

Al tiempo, en redes sociales, alrededor de la noticia de una nueva descarga de agua por el túnel que había estado tapado, los reclamos por lo que muchos consideran desinformación no se hicieron esperar. Desde el domingo en la madrugada empezó a circular información sobre un nuevo incidente en la casa de máquinas. El Puesto de Mando Unificado no dio parte de esa situación sino hasta por la tarde, cuando confirmó que, por una obstrucción en ese lugar, la cantidad de agua que se evacúa se redujo a casi la mitad. Eso, sumado a las lluvias, según dijeron, está haciendo que el embalse aumente cerca de 20 centímetros por hora.

Este lunes, los trabajadores en la obra de Hidroituango laboraban para alcanzar la cota 408 de la presa. La meta es, mínimo, la 410, que se espera lograr mañana miércoles, según lo dicho por el gerente de Empresas Públicas de Medellín (EPM), Jorge Londoño. Con eso se disiparía el riesgo de que el agua rebose la barrera, debido a que el agua se podría empezar a desviar por el vertedero, una enorme estructura parecida a un tobogán, con cuatro compuertas para regular el flujo que se vierte río abajo.

En Valdivia, mientras tanto, las personas esperan el desarrollo de la emergencia. Algunos, como Guillermo Eusse, con quien El Espectador habló hace unos días, opinan que la situación en los albergues ha mejorado. Él está alojado en el coliseo del municipio y, pese a que le preocupan las condiciones sanitarias y las enfermedades que empiezan a manifestar los niños, con síntomas como la diarrea, asegura: “los dos primeros días estuvo muy difícil, porque estábamos muy represados. Con el paso de los días, con la ayuda de los soldados, se ha reubicado a las personas. Ahora es más fácil que nos traigan las cosas y nos traten mejor. Con la comida había dificultad, pero hemos dialogado con los líderes y hoy, por ejemplo, el desayuno a las 7:30 de la mañana ya había llegado”, dice.

A otros no les ha ido tan bien. Jair George Cuadros, también de Palomas y quien perdió su cochera con la avalancha del 12 de mayo, afirma que ya fue censado y que se encuentra en autoalbergue. A pesar de que ha estado pendiente de la ayuda que pueda recibir, asegura que a él, su esposa y su hijo pequeño aún no les ha llegado ninguna. “Me mandan de un lado para otro. Me censé en el coliseo; hago fila por todas partes y nada”.

La opción que EPM les ha dado a los albergados es un apoyo económico por un mes (prorrogable por otro mes), de $1,1 millones en adelante, dependiendo del tamaño de la familia. Guillermo afirma que conoce personas que lo han tomado para poder irse de los albergues. Pero él dice que “no es suficiente, es muy poco. Los que tenemos hijos sabemos cuánto gasta un niño pequeño. Luego a quién acudimos para que nos ayuden. No estamos en nuestro hogar ni sitio de trabajo”. La de él es sólo una de las historias de más de 3.000 albergados en Valdivia que pronto completarán una semana a salvo, pero llenos de incertidumbre y lejos de sus casas y pertenencias.

Por María Alejandra Medina /Alejandra_mdn*

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