Veinte años del euro: una historia de unión y desencuentros
Este 1.° de enero se conmemoran 20 años de la entrada en funcionamiento del euro, la moneda que hoy circula en 19 países y que estuvo a punto de desaparecer en la crisis financiera de 2008-2009. ¿Cuál es el futuro de la divisa comunitaria?
El euro comenzó a circular oficialmente el 1.° de enero de 2002. Aunque su nacimiento se remonta a años de intensas labores diplomáticas, aquella fue la fecha en la que se podía comprar una baguette en París con la nueva divisa, que apenas comenzaba a circular entre los usuarios.
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El euro comenzó a circular oficialmente el 1.° de enero de 2002. Aunque su nacimiento se remonta a años de intensas labores diplomáticas, aquella fue la fecha en la que se podía comprar una baguette en París con la nueva divisa, que apenas comenzaba a circular entre los usuarios.
Si bien las monedas locales siguieron siendo aceptadas durante un tiempo, enero marcó el momento en el que millones de europeos en 12 países comenzaron a sentir en sus manos una Europa más integrada, les gustara o no.
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Oficialmente, el euro comenzó a nacer en el papel desde 1993, aunque solo desde 1999 fue aceptada por todos los miembros de la Unión Europea, con excepción del Reino Unido y Dinamarca. Inicialmente se utilizó en 12 de los actuales estados miembros de la eurozona, mientras que Chipre, Estonia y otros lo adoptaron varios años después.
El euro marcaba uno de los pasos más drásticos en la unidad continental, pues con una moneda común también se dieron pasos, eventualmente, hacia una política monetaria centralizada y, claro, un nuevo banco central para administrar la emisión de la nueva divisa, pero también a las crisis que vendrían eventualmente.
Y las crisis, en efecto, llegaron. La debacle financiera de 2008-2009 fue la mayor prueba para la moneda común, que casi se va al abismo por cuenta de las deudas públicas de países como Grecia, España y Portugal. Solo para recordar, el déficit del gobierno griego llegó a ser de 150 % del PIB de esta Nación.
Arrastrar un lastre tan pesado entre todos fue justamente la tensión que puso a prueba al euro en esa época, pues el argumento común es que nadie, excepto los países involucrados, deberían cargar con los desaciertos presupuestales de algunos miembros de la eurozona. Asumir colectivamente la deuda requeriría no solo de la participación de contribuyentes de todo el continente, sino depreciar la divisa de millones de europeos que en nada de tenían que ver con la construcción o destrucción de las finanzas griegas o españolas.
La salvación del euro, en buena medida, es uno de los mayores milagros políticos de la ahora excanciller alemana Angela Merkel. Su apego continuo y metódico a las medidas de austeridad evitó la desintegración de la zona euro. Este es parte del discurso de sus defensores. Sus críticos, sin embargo, aseguraron en su momento que su defensa fanática de la austeridad desaceleró la recuperación europea y puso en entredicho la competitividad de una región que apenas cuenta con el 9 % de la población mundial, pero responde por el 25 % del PIB del mundo.
Y, por varias razones, es particular que la principal defensora del euro haya sido una dirigente alemana, ya que este país fue uno de los puntos de mayor resistencia a la adopción de una moneda común. Es más, hasta hoy, sigue uno de los pocos países en los que no hay planes para parar el canje de la moneda anterior al euro, en este caso el marco alemán.
El euro es hijo de un doloroso compromiso entre los dos motores de la Unión Europea: Alemania abandonó su querido marco a cambio de que Francia apoyara la reunificación alemana tras la caída del muro de Berlín.
Al comienzo, las normas del Banco Central Europeo sobre el euro tomaron una línea claramente alemana en la que la estabilidad y evitar la inflación eran la única prioridad.
Hacer del euro una divisa líder internacional “puede haber sido la visión francesa, pero ciertamente no era la del público alemán”, le dijo a la agencia AFP Guntram Wolff, director de Bruegel, un centro de reflexión económico en Bruselas.
“Cuando el Banco Central Europeo empezó a operar, lo hizo siguiendo el modelo del Bundesbank, lo que significa básicamente neutral en esa cuestión”, indicó Wolff.
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Después de 20 años de existencia, además de sobrevivir a una crisis global, la entrada del euro sigue siendo cuestionada por millones de europeos, especialmente quienes aseguran que la adopción de la divisa colectiva terminó generando un aumento de precios.
Fue hace 20 años, pero Víctor Irún, un profesor español de 53 años, recuerda la sensación de que el país había “entrado en un club de gente rica y todavía no teníamos la ropa buena para entrar”, dijo en declaraciones a la agencia AFP.
Por ejemplo, en Alemania, a la moneda única se la llamó en su momento el “teuro”, un juego de palabras entre euro y “teuer”, “caro” en alemán.
Euro vs. dólar
Para los promotores más entusiastas de la divisa única, el euro no era solo un paso esperanzador para la unidad europea, sino que establecía una rivalidad con Estados Unidos y el todopoderoso dólar. Pero 20 años después, está fuera de duda que el dólar reina avasalladoramente como divisa refugio internacional.
Cuando la propagación del coronavirus cerró la economía mundial, el valor del dólar se disparó porque los inversionistas acudieron a la seguridad de la moneda de facto mundial, así como a bienes refugio, como el oro, que alcanzó en 2020 precios récord.
Se estima que más de US$2,1 billones están hoy en circulación y alrededor de 60 % de las reservas de divisas extranjeras de los bancos centrales están en dólares. El porcentaje del euro se sitúa alrededor del 20 %, según el BCE.
Pero aunque no suponga una amenaza directa a la hegemonía del billete verde, la moneda única europea sigue siendo un respetable aspirante.
“Todo el mundo está de acuerdo con el principio de que el euro tenga un mayor rol en el mundo, pero donde surgen desacuerdos es en cómo llegar a eso”, aseguró un legislador europeo, que no quiso ser citado oficialmente por la agencia AFP.
Ahora bien, la mayoría concuerda en que el ingrediente mágico que falta es un activo seguro, un equivalente europeo a los bonos del Tesoro estadounidense que desde la Segunda Guerra Mundial han sido el refugio global de los inversores ante mercados tempestuosos.
La gran demanda de bonos europeos para ayudar a pagar el enorme fondo del bloque para la recuperación pospandémica ha dado más fuerza a este argumento. Pero esta cuestión está fuera de la mesa para países como Alemania u Holanda, que temen terminar pagando préstamos que benefician a Estados endeudados como Francia, España o Grecia.
Para Wolff, del instituto Bruegel, no se puede discutir que un eurobono “ayudaría”. Pero lo mejor para el euro sería una economía productiva, afirmó: “Si tienes una economía dinámica, la inversión internacional vendrá a Europa y fortalecerá el euro como divisa”, defendió.
Las monedas del pasado
Dos décadas después de que los primeros euros se acuñaron y distribuyeron entre las familias de Europa, aún hay miles de millones en efectivo denominado en las monedas nacionales que fueron abandonadas.
El total que aún se puede canjear en los bancos centrales del continente equivale a unos 8.500 millones de euros (US$9.600 millones), según cálculos de Bloomberg. No está claro cuánto se canjeará realmente, ni las razones por las que eso no ha ocurrido hasta ahora.
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Las posibles explicaciones van desde ahorros olvidados y escondidos bajo colchones hasta monedas guardadas como recuerdo de otra época. Lo que se sabe es que la gran mayoría se encuentra en Alemania, donde la popularidad del efectivo perdura y el Bundesbank ha dicho que seguirá intercambiando marcos alemanes por un período ilimitado.
Otros países no son tan pacientes: Francia, España e Italia han dejado de canjear monedas antiguas. Portugal ha dejado de convertir monedas y terminará la opción de canjear papel moneda en febrero de 2022.
El futuro
El Banco Central Europeo ahora está impulsando planes para diseñar nuevos billetes. Su rediseño está previsto para 2024. “Ha llegado el momento de revisar el aspecto de nuestros billetes para que sean más significativos para los europeos de todas las edades y procedencias”, dijo la presidenta del BCE, Christine Lagarde.
Sin embargo, Robert Kalina, el hombre que concibió los billetes de euro, prevé acalorados debates entre europeos, con el riesgo de que resurjan rivalidades nacionales en medio del proceso de rediseño de la moneda común.
“La cuestión es si la gente ha evolucionado lo suficiente como para tolerar, por ejemplo, que se represente a personas famosas”, aunque formen parte del patrimonio de un determinado país, dijo Kalina. “¿Volverán los celos u otras cosas?”, se pregunta, recordando los acalorados debates sobre el tema en los años 1990.
Las figuras históricas o los monumentos emblemáticos del continente podrían formar parte de la próxima serie, que tendrá el asesoramiento del público y de un grupo de 19 expertos, uno de cada Estado miembro de la eurozona.
Además de rediseñar los billetes, el BCE podría lanzar un euro digital a lo largo de esta década, lo que significaría uno de los cambios más trascendentales en la historia del euro.