¿Vienen los robots a quedarse con nuestros trabajos?
Una investigación de tres años del MIT examina cuál es el impacto de la tecnología en el mercado laboral. Una de sus grandes conclusiones es que buena parte de lo que pase con los trabajos en el futuro va a depender mucho más de las políticas y los sistemas creados por los humanos que por el desarrollo tecnológico.
“El siglo XXI verá el surgimiento de una nueva ola de tecnologías, algunas de las cuales ya están emergiendo, mientras que otras nos sorprenderán. Si esas tecnologías se liberan sobre las instituciones laborales que fueron diseñadas para el siglo pasado, seguiremos viendo resultados familiares: un estancamiento de las oportunidades para la mayoría de los trabajadores, así como vastas recompensas para una minoría afortunada”.
Desde hace tres años, un grupo de expertos liderado por profesores e investigadores del MIT se dio a la tarea de examinar cómo la tecnología modificará el sistema laboral. Aunque el estudio está afincado en Estados Unidos, las tensiones que atraviesan esta temática son, con bemoles y matices, universales.
Lea también: ¿A qué se enfrentará la discusión del salario mínimo para 2021?
El documento fue elaborado por un equipo de más de 20 autores, con el acompañamiento de una junta conformada por más de 30 personas, entre los que hay investigadores, así como rectores de instituciones educativas y empresarios de todo tipo, desde ejecutivos de Pepsi hasta Amazon.
El reporte resulta bastante significativo, pues a la vez que reconoce que la automatización y la entrada de nuevas tecnologías son una fuerza poderosa de cambio en el mercado laboral, no cae ni en la falacia, ni en el lugar común, de echarle la culpa a las máquinas. Al final, los autores enuncian la incómoda verdad de que lo que pase con el sistema laboral es un asunto mucho más cercano a la política pública y a los humanos que al evangelio del bit y el electrón.
La cuestión de fondo en el reporte es intentar evaluar el efecto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. Todo cambio tecnológico implica movimientos en las formas y estructuras del trabajo.
Para ser justos, la automatización per se no es un asunto nuevo, pues, llevado al extremo, el concepto implica facilitar una labor mecánica y repetitiva mediante la utilización de tecnología, bien sea un conjunto de poleas, la imprenta o el motor de vapor, por sólo mencionar unas.
La invención y utilización de una tecnología (la rueda, el motor de combustión interna) son dos de los factores que parecieran alterar más rápidamente las dinámicas de producción y consumo y, con ellas, el panorama laboral de un tiempo determinado. Nada nuevo.
Entonces, la automatización puede ser vista como una etapa natural en el desarrollo social y tecnológico de una comunidad en particular. Una etapa que introduce cambios, claro, pero que también viene con beneficios.
“El impacto de la robótica y la automatización en los trabajadores no será benigno. Estas tecnologías, en conjunto con incentivos económicos, decisiones de política pública y fuerzas institucionales alterarán el set de trabajos disponibles y las habilidades necesarias para acceder a ellos”, argumenta la investigación. Y a renglón seguido concluye: “No hay evidencia histórica convincente que sugiera que los avances tecnológicos actuales nos están llevando hacia un futuro sin empleo. Por el contrario, anticipamos que, en las siguientes dos décadas, los países industrializados tendrán más apertura de plazas de trabajo que trabajadores para llenarlas; la automatización y la robótica tendrán un rol significativo llenándolas”, se lee en el documento.
El reporte examina a fondo las amenazas y ventajas de los robots y otras tecnologías de automatización para concluir algo que, si bien pareciera obvio, a veces tiende a olvidarse en este presente tan entregado al discurso tecno-optimista: las máquinas pueden llegar a ser muy buenas en una tarea, o en unas pocas; son excelentes repitiendo hasta el infinito un set preciso de instrucciones, pero no mucho más. “Más que una revolución, vemos una evolución en la interacción de estas tecnologías con el mercado laboral”.
Si bien esto puede interpretarse como una especie de parte de tranquilidad (aunque no del todo), los autores arremeten en el campo humano del mercado laboral al señalar que el problema no son los avances tecnológicos, sino la estructura de relaciones laborales, que privilegia a unos pocos con mejores oportunidades y resultados.
“El trabajo es un camino por el cual podemos aprender, ejercitar nuestros poderes de percepción, imaginación, juicio, en el que podemos colaborar socialmente y hacer contribuciones sociales. Incluso cuando el trabajo sólo es una forma de adquirir un ingreso, debería ofrecer un sentido de propósito y no requerir la sumisión ante una autoridad arbitraria, en condiciones insalubres o inseguras, o bajo degradación mental o física”, dice la investigación.
Los investigadores insisten en la necesidad de fortalecer las estructuras y formas de representación de los empleados, bien sea bajo el formato de sindicatos tradicionales o de asociaciones de trabajadores; esto se hace más urgente en sectores como el del cuidado doméstico o el del trabajo por cuenta propia.
Algunas de las recetas para estimular la creación de más oportunidades, así como incrementar la movilidad económica en el sistema laboral pasan por las habilidades que adquieren los trabajadores. “Permitir a los trabajadores continuar siendo productivos en un entorno laboral en permanente evolución requiere empoderarlos con excelentes habilidades en todos los momentos de su vida: en la educación primaria y secundaria, en programas vocacionales o profesionales, así como en entrenamiento durante su adultez”.
De fondo, el documento está hablando de la brecha que suele existir entre las habilidades y conocimientos del sistema educativo y las demandas del mercado. La investigación señala que los programas de educación técnica impulsados por compañías del área de tecnología, como IBM o Google, han probado ser inmensamente exitosos en ofrecer mejores oportunidades en nuevos campos de aplicación para segmentos de la población que no acceden a educación profesional por una variedad de factores, por ejemplo.
En un texto reciente para este diario, Álvaro Zerda, profesor de la U. Nacional de Colombia, se refería a la adquisición de habilidades que exceden el campo de los saberes técnicos: “…se requiere dotar a los ciudadanos con otro tipo de habilidades denominadas blandas, como la de relacionarse con otras personas y consigo mismos, así como la comprensión y gestión de las propias emociones, toma de decisiones y logro de objetivos, gestión de situaciones adversas o el buen uso del tiempo y de la creatividad para desarrollar soluciones. El sistema educativo debe tomar nota”.
Los autores del reporte son claros en hacer recomendaciones alrededor de incrementar los programas de entrenamiento para la fuerza laboral, que parten de esfuerzos privados, pero cuentan con el apoyo del Estado. Y, a la vez, insisten en que es necesario desarrollar mejores redes de seguridad frente al desempleo (en el caso específico de EE.UU. implica la modificación de requisitos para acceder a seguros de desempleo, por ejemplo).
Otras de las recomendaciones en política pública incluyen fortalecer la representación sindical de los trabajadores, pues la pérdida de poder colectivo, bajo los ojos del MIT, termina por causar detrimentos en productividad y en generación de riqueza.
El reporte también sugiere revisar los esquemas de innovación, pues “muy pocos de los beneficios del crecimiento impulsado por la innovación está llegando a los trabajadores”. Y a renglón seguido, los autores aseguran que es necesario invertir más, y mejor, en sistemas de innovación que permitan enfrentar los problemas de la fuerza laboral; desde mejores leyes tributarias, hasta nuevos mecanismos de conectar empleados y empleador.
Pero, de nuevo, el foco acá está en los problemas humanos, no en el desarrollo de más tecnologías, como bien lo expone Donnie SC Lygonis, académico sueco, profesor del Real Instituto de Tecnología de Suecia y experto en innovación: “Este es un tema de decisiones humanas. Las máquinas no van a solucionar nada por nosotros. Y sí creo que la innovación y la tecnología son una salida a los problemas de hoy, todos causados por decisiones humanas: al final, se trata de innovar para resolver el escenario creado por las innovaciones del pasado”.
“El siglo XXI verá el surgimiento de una nueva ola de tecnologías, algunas de las cuales ya están emergiendo, mientras que otras nos sorprenderán. Si esas tecnologías se liberan sobre las instituciones laborales que fueron diseñadas para el siglo pasado, seguiremos viendo resultados familiares: un estancamiento de las oportunidades para la mayoría de los trabajadores, así como vastas recompensas para una minoría afortunada”.
Desde hace tres años, un grupo de expertos liderado por profesores e investigadores del MIT se dio a la tarea de examinar cómo la tecnología modificará el sistema laboral. Aunque el estudio está afincado en Estados Unidos, las tensiones que atraviesan esta temática son, con bemoles y matices, universales.
Lea también: ¿A qué se enfrentará la discusión del salario mínimo para 2021?
El documento fue elaborado por un equipo de más de 20 autores, con el acompañamiento de una junta conformada por más de 30 personas, entre los que hay investigadores, así como rectores de instituciones educativas y empresarios de todo tipo, desde ejecutivos de Pepsi hasta Amazon.
El reporte resulta bastante significativo, pues a la vez que reconoce que la automatización y la entrada de nuevas tecnologías son una fuerza poderosa de cambio en el mercado laboral, no cae ni en la falacia, ni en el lugar común, de echarle la culpa a las máquinas. Al final, los autores enuncian la incómoda verdad de que lo que pase con el sistema laboral es un asunto mucho más cercano a la política pública y a los humanos que al evangelio del bit y el electrón.
La cuestión de fondo en el reporte es intentar evaluar el efecto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. Todo cambio tecnológico implica movimientos en las formas y estructuras del trabajo.
Para ser justos, la automatización per se no es un asunto nuevo, pues, llevado al extremo, el concepto implica facilitar una labor mecánica y repetitiva mediante la utilización de tecnología, bien sea un conjunto de poleas, la imprenta o el motor de vapor, por sólo mencionar unas.
La invención y utilización de una tecnología (la rueda, el motor de combustión interna) son dos de los factores que parecieran alterar más rápidamente las dinámicas de producción y consumo y, con ellas, el panorama laboral de un tiempo determinado. Nada nuevo.
Entonces, la automatización puede ser vista como una etapa natural en el desarrollo social y tecnológico de una comunidad en particular. Una etapa que introduce cambios, claro, pero que también viene con beneficios.
“El impacto de la robótica y la automatización en los trabajadores no será benigno. Estas tecnologías, en conjunto con incentivos económicos, decisiones de política pública y fuerzas institucionales alterarán el set de trabajos disponibles y las habilidades necesarias para acceder a ellos”, argumenta la investigación. Y a renglón seguido concluye: “No hay evidencia histórica convincente que sugiera que los avances tecnológicos actuales nos están llevando hacia un futuro sin empleo. Por el contrario, anticipamos que, en las siguientes dos décadas, los países industrializados tendrán más apertura de plazas de trabajo que trabajadores para llenarlas; la automatización y la robótica tendrán un rol significativo llenándolas”, se lee en el documento.
El reporte examina a fondo las amenazas y ventajas de los robots y otras tecnologías de automatización para concluir algo que, si bien pareciera obvio, a veces tiende a olvidarse en este presente tan entregado al discurso tecno-optimista: las máquinas pueden llegar a ser muy buenas en una tarea, o en unas pocas; son excelentes repitiendo hasta el infinito un set preciso de instrucciones, pero no mucho más. “Más que una revolución, vemos una evolución en la interacción de estas tecnologías con el mercado laboral”.
Si bien esto puede interpretarse como una especie de parte de tranquilidad (aunque no del todo), los autores arremeten en el campo humano del mercado laboral al señalar que el problema no son los avances tecnológicos, sino la estructura de relaciones laborales, que privilegia a unos pocos con mejores oportunidades y resultados.
“El trabajo es un camino por el cual podemos aprender, ejercitar nuestros poderes de percepción, imaginación, juicio, en el que podemos colaborar socialmente y hacer contribuciones sociales. Incluso cuando el trabajo sólo es una forma de adquirir un ingreso, debería ofrecer un sentido de propósito y no requerir la sumisión ante una autoridad arbitraria, en condiciones insalubres o inseguras, o bajo degradación mental o física”, dice la investigación.
Los investigadores insisten en la necesidad de fortalecer las estructuras y formas de representación de los empleados, bien sea bajo el formato de sindicatos tradicionales o de asociaciones de trabajadores; esto se hace más urgente en sectores como el del cuidado doméstico o el del trabajo por cuenta propia.
Algunas de las recetas para estimular la creación de más oportunidades, así como incrementar la movilidad económica en el sistema laboral pasan por las habilidades que adquieren los trabajadores. “Permitir a los trabajadores continuar siendo productivos en un entorno laboral en permanente evolución requiere empoderarlos con excelentes habilidades en todos los momentos de su vida: en la educación primaria y secundaria, en programas vocacionales o profesionales, así como en entrenamiento durante su adultez”.
De fondo, el documento está hablando de la brecha que suele existir entre las habilidades y conocimientos del sistema educativo y las demandas del mercado. La investigación señala que los programas de educación técnica impulsados por compañías del área de tecnología, como IBM o Google, han probado ser inmensamente exitosos en ofrecer mejores oportunidades en nuevos campos de aplicación para segmentos de la población que no acceden a educación profesional por una variedad de factores, por ejemplo.
En un texto reciente para este diario, Álvaro Zerda, profesor de la U. Nacional de Colombia, se refería a la adquisición de habilidades que exceden el campo de los saberes técnicos: “…se requiere dotar a los ciudadanos con otro tipo de habilidades denominadas blandas, como la de relacionarse con otras personas y consigo mismos, así como la comprensión y gestión de las propias emociones, toma de decisiones y logro de objetivos, gestión de situaciones adversas o el buen uso del tiempo y de la creatividad para desarrollar soluciones. El sistema educativo debe tomar nota”.
Los autores del reporte son claros en hacer recomendaciones alrededor de incrementar los programas de entrenamiento para la fuerza laboral, que parten de esfuerzos privados, pero cuentan con el apoyo del Estado. Y, a la vez, insisten en que es necesario desarrollar mejores redes de seguridad frente al desempleo (en el caso específico de EE.UU. implica la modificación de requisitos para acceder a seguros de desempleo, por ejemplo).
Otras de las recomendaciones en política pública incluyen fortalecer la representación sindical de los trabajadores, pues la pérdida de poder colectivo, bajo los ojos del MIT, termina por causar detrimentos en productividad y en generación de riqueza.
El reporte también sugiere revisar los esquemas de innovación, pues “muy pocos de los beneficios del crecimiento impulsado por la innovación está llegando a los trabajadores”. Y a renglón seguido, los autores aseguran que es necesario invertir más, y mejor, en sistemas de innovación que permitan enfrentar los problemas de la fuerza laboral; desde mejores leyes tributarias, hasta nuevos mecanismos de conectar empleados y empleador.
Pero, de nuevo, el foco acá está en los problemas humanos, no en el desarrollo de más tecnologías, como bien lo expone Donnie SC Lygonis, académico sueco, profesor del Real Instituto de Tecnología de Suecia y experto en innovación: “Este es un tema de decisiones humanas. Las máquinas no van a solucionar nada por nosotros. Y sí creo que la innovación y la tecnología son una salida a los problemas de hoy, todos causados por decisiones humanas: al final, se trata de innovar para resolver el escenario creado por las innovaciones del pasado”.