Yuca amarga, el dulce sabor de la paz
Frank Kanayet Yepes, uno de los mayores accionistas de Ecopetrol, trabaja en la producción de un combustible a base de yuca.
Jairo Chacón González
En la altillanura colombiana, donde los pastizales no ofrecían muchos nutrientes para el ganado, debido a la pobreza de su suelo, se abre paso un proyecto que busca redimir a esta zona deprimida por la violencia y convertirla en una despensa de energía renovable y limpia.
Este sueño, que arrancó hace siete años, cuando por una coincidencia del destino les ofrecieron a los empresarios petroleros Manuel González y su socio Frank Kanayet Yepes una finca en el último rincón de la altillanura metense, en la que sólo crecía una sabana de baja calidad, hoy está a punto de producir 20 mil litros de etanol diario extraído de una variedad de yuca amarga.
Al frente del proyecto está Jaime Jaramillo, un inquieto ingeniero que desde hace 25 años viene realizando estudios con el Centro Internacional de Agricultura Tropical, CIAT, y quien luego de muchos experimentos con distintas clases de yuca logró obtener tres variedades que se acoplaron a los infértiles suelos de la finca Cantaclaro, donde hoy esta casi lista una moderna planta para la producción del alcohol carburante.
Jaramillo, quien está metido de cabeza en el proyecto, llegó a Puerto López, Meta, para hacerse cargo de una finca que no producía nada y la orden de su jefe fue “haga con estas tierras lo que quiera”.
Con esta carta blanca sobre la mesa, de González y Kanayet, Jaramillo se tomó literalmente un año para jugar con la finca. Inició trabajos topográficos, dividió la tierra en zonas y analizó los distintos sectores de altillanura donde proyectó los sembrados experimentales, y logró obtener el producto que hoy se cultiva en 2.300 hectáreas.
Para lograr esta tarea, es decir, encontrar una planta que se acondicionara a un suelo de piedra y tierra árida, se hicieron muchos cultivos comparativos, a tal punto que creó el abono que requería la planta y lo mandaron a fabricar para no desperdiciar en las combinaciones.
Realmente, la yuca sólo requiere de una pequeña porción de abono para ser más productiva, lo que incide notablemente en el rendimiento y en las utilidades.
Este experimento deslumbró a Frank Kanayet, el mayor accionista de Ecopetrol, quien al ver los resultados de producción por hectárea de yuca y poder contribuir con la reactivación de una zona atropellada por la violencia tomó la decisión de construir una planta en medio de la nada para producir etanol.
En cada viaje que hacía Kanayet a la finca Cantaclaro, se llenaba más de confianza y por ello no escatimó en destinar US$16 millones para construir la planta de alcohol carburante más moderna de la región.
Este proyecto piloto de Cantaclaro no sólo es de yuca brava, sino de Jatropha, como se le conoce al piñón colombiano en el mundo, y se está trabajando con Ecopetrol.
Kanayet considera que este programa piloto será el punto de partida para el desarrollo de dos proyectos más en la región, con lo cual no pretende arrebatarle tierra a la frontera agrícola, sino incorporar nuevas tierras para beneficio de las comunidades y del país.
Durante su último viaje a Cantaclaro, Frank Kanayet y Manuel González se reunieron con empresarios de la industria licorera para poner en marcha un nuevo proyecto para producir vodka de yuca y otros aperitivos provenientes del tubérculo.
En esta primera reunión el brindis fue con la primera prueba del vodka de yuca brava de la finca Cantaclaro, el cual tuvo una buena aceptación de los conocedores del tema.
Pero allí no terminan los anuncios, Kanayet tiene proyectado que se adelante un trabajo de energía alternativa, para el cual se aprovecharía la velocidad de los vientos en la serranía, con lo cual funcionaría la planta productora de etanol.
Si bien este experimento aún es muy incipiente, el empresario Kanayet cree que se podrán obtener muy buenos resultados.
Por ahora mantendrán la siembra de yuca en 2.300 hectáreas, 200 se destinarán a ganado, en pastos mejorados, 400 mantendrán bosques nativos y 200 de serranía en los que se tiene proyectado la siembra de marañón y de maderables como el teca.
Pese a que la finca se encuentra a 35 minutos de Puerto López, Kanayet considera que de allí podrán salir cada dos días el etanol para Villavicencio o para Bogotá, mientras que se piensa en la instalación de una planta de almacenamiento o de conversión para lograr el objetivo proyectado.
Si bien algunos empresarios consideran que producir en el Meta es muy costoso, Fran Kanayet señala lo contrario. “Aquí hay posibilidades inmensas de hacer más proyectos productivos que beneficien a la región y al país.
“La yuca brava, es el dulce sabor de la paz, en la altillanura colombiana y por ello seguiremos trabajando”, explicó.
Entre los trabajadores de la finca Cantaclaro hay desmovilizados y reinsertados que ven cómo la yuca brava le ganó la guerra a la violencia y les cambió la vida.
En la altillanura colombiana, donde los pastizales no ofrecían muchos nutrientes para el ganado, debido a la pobreza de su suelo, se abre paso un proyecto que busca redimir a esta zona deprimida por la violencia y convertirla en una despensa de energía renovable y limpia.
Este sueño, que arrancó hace siete años, cuando por una coincidencia del destino les ofrecieron a los empresarios petroleros Manuel González y su socio Frank Kanayet Yepes una finca en el último rincón de la altillanura metense, en la que sólo crecía una sabana de baja calidad, hoy está a punto de producir 20 mil litros de etanol diario extraído de una variedad de yuca amarga.
Al frente del proyecto está Jaime Jaramillo, un inquieto ingeniero que desde hace 25 años viene realizando estudios con el Centro Internacional de Agricultura Tropical, CIAT, y quien luego de muchos experimentos con distintas clases de yuca logró obtener tres variedades que se acoplaron a los infértiles suelos de la finca Cantaclaro, donde hoy esta casi lista una moderna planta para la producción del alcohol carburante.
Jaramillo, quien está metido de cabeza en el proyecto, llegó a Puerto López, Meta, para hacerse cargo de una finca que no producía nada y la orden de su jefe fue “haga con estas tierras lo que quiera”.
Con esta carta blanca sobre la mesa, de González y Kanayet, Jaramillo se tomó literalmente un año para jugar con la finca. Inició trabajos topográficos, dividió la tierra en zonas y analizó los distintos sectores de altillanura donde proyectó los sembrados experimentales, y logró obtener el producto que hoy se cultiva en 2.300 hectáreas.
Para lograr esta tarea, es decir, encontrar una planta que se acondicionara a un suelo de piedra y tierra árida, se hicieron muchos cultivos comparativos, a tal punto que creó el abono que requería la planta y lo mandaron a fabricar para no desperdiciar en las combinaciones.
Realmente, la yuca sólo requiere de una pequeña porción de abono para ser más productiva, lo que incide notablemente en el rendimiento y en las utilidades.
Este experimento deslumbró a Frank Kanayet, el mayor accionista de Ecopetrol, quien al ver los resultados de producción por hectárea de yuca y poder contribuir con la reactivación de una zona atropellada por la violencia tomó la decisión de construir una planta en medio de la nada para producir etanol.
En cada viaje que hacía Kanayet a la finca Cantaclaro, se llenaba más de confianza y por ello no escatimó en destinar US$16 millones para construir la planta de alcohol carburante más moderna de la región.
Este proyecto piloto de Cantaclaro no sólo es de yuca brava, sino de Jatropha, como se le conoce al piñón colombiano en el mundo, y se está trabajando con Ecopetrol.
Kanayet considera que este programa piloto será el punto de partida para el desarrollo de dos proyectos más en la región, con lo cual no pretende arrebatarle tierra a la frontera agrícola, sino incorporar nuevas tierras para beneficio de las comunidades y del país.
Durante su último viaje a Cantaclaro, Frank Kanayet y Manuel González se reunieron con empresarios de la industria licorera para poner en marcha un nuevo proyecto para producir vodka de yuca y otros aperitivos provenientes del tubérculo.
En esta primera reunión el brindis fue con la primera prueba del vodka de yuca brava de la finca Cantaclaro, el cual tuvo una buena aceptación de los conocedores del tema.
Pero allí no terminan los anuncios, Kanayet tiene proyectado que se adelante un trabajo de energía alternativa, para el cual se aprovecharía la velocidad de los vientos en la serranía, con lo cual funcionaría la planta productora de etanol.
Si bien este experimento aún es muy incipiente, el empresario Kanayet cree que se podrán obtener muy buenos resultados.
Por ahora mantendrán la siembra de yuca en 2.300 hectáreas, 200 se destinarán a ganado, en pastos mejorados, 400 mantendrán bosques nativos y 200 de serranía en los que se tiene proyectado la siembra de marañón y de maderables como el teca.
Pese a que la finca se encuentra a 35 minutos de Puerto López, Kanayet considera que de allí podrán salir cada dos días el etanol para Villavicencio o para Bogotá, mientras que se piensa en la instalación de una planta de almacenamiento o de conversión para lograr el objetivo proyectado.
Si bien algunos empresarios consideran que producir en el Meta es muy costoso, Fran Kanayet señala lo contrario. “Aquí hay posibilidades inmensas de hacer más proyectos productivos que beneficien a la región y al país.
“La yuca brava, es el dulce sabor de la paz, en la altillanura colombiana y por ello seguiremos trabajando”, explicó.
Entre los trabajadores de la finca Cantaclaro hay desmovilizados y reinsertados que ven cómo la yuca brava le ganó la guerra a la violencia y les cambió la vida.