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Para innovar en educación hay que liberarse de las ataduras burocráticas, sostiene la experta colombiana Vicky Colbert, que durante décadas ha impulsado un original método pedagógico en zonas rurales de su país y lo ha llevado al exterior.
Colbert recibió este martes en Catar el premio de la Cumbre Mundial de Innovación para la Educación (WISE) de manos de la jequesa Moza bint Naser, madre del nuevo emir catarí, Tamim al Hamad al Zani.
En una entrevista concedida a Efe, la especialista, premiada por su destacada trayectoria profesional en el ámbito educativo, asegura que "las innovaciones no se sostienen en la burocracia y se debilitan".
Lo dice quien, tras cursar estudios en la universidad estadounidense de Stanford, regresó a Colombia para coordinar proyectos de educación rural y se topó con zonas pobres en las que un solo docente dictaba clase a niños de niveles muy diferentes.
Según Colbert, había muchos obstáculos que superar: demasiado aprendizaje de memoria, escasos materiales didácticos, maestros desmotivados, una débil relación con la comunidad local, la resistencia de ciertos sectores a los cambios,...
Esa experiencia le llevó a crear en la década de 1970 con los profesores Óscar Mogollón y Beryl Levinger un modelo llamado "Escuela Nueva".
En él, explica la especialista, el centro del aprendizaje está en el alumno, que interactúa con sus compañeros, mientras que el profesor pasa a trabajar en grupos reducidos de forma simultánea y a distinto ritmo.
Este sistema permite mejorar "los logros académicos, como en lengua y matemáticas, y tiene un impacto en la convivencia pacífica y democrática", afirma Colbert.
En su opinión, esos medios "flexibles y personalizados" aumentan los conocimientos y la autoestima de los menores, lo que puede ayudar también a aquellos que se hayan quedado fuera del sistema tradicional en Colombia, que -además de pobreza- sufre un conflicto interno con varios millones de desplazados.
Colbert se puso manos a la obra y formó a un conjunto de profesionales con nuevas herramientas. Poco a poco, fue implantando el programa de Escuela Nueva como coordinadora a nivel nacional, viceministra de Educación y consejera del Fondo de la ONU para la Infancia en América Latina y el Caribe.
"Con medios técnicos, financieros y políticos, ese innovador modelo pudo impactar en la política pública", recuerda la colombiana, satisfecha de que esa estrategia haya llegado a unos cinco millones de niños en 16 países, entre ellos Brasil y Guatemala.
Sin embargo, el apoyo gubernamental no garantiza por sí solo el éxito de la iniciativa, que ha podido sobrevivir en el tiempo "a pesar de la burocracia y las circunstancias políticas", destaca.
En la década de 1980 la cofundadora de Escuela Nueva llegó a la conclusión de que era necesaria una fundación para mantener vivo ese tipo de innovación, reconocido por varios organismos del mundo educativo.
Para ello, creó una organización no gubernamental que se nutrió de las alianzas público-privadas y, cuando la descentralización en Colombia en los años noventa le restó recursos, buscó el apoyo de organizaciones internacionales y del sector privado como los gremios cafeteros.
"Si se aplica correctamente, el modelo funciona hasta en Vietnam", sostiene la experta, que también ha asesorado a las autoridades de ese país asiático para mejorar la educación básica en zonas rurales.
Tanto en el campo como en la ciudad, en el fondo se trata de aprender de forma "activa y participativa", unos principios que la colombiana dice haber introducido en los distintos países adaptando su estrategia a la cultura de cada uno de ellos.
El próximo año, asegura, será el turno de intentarlo en África.