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“Permití que se acercara a mí, intenté brindar las herramientas para que se notara que yo era de confiar, hasta que se dio cuenta de que era una persona que podía abusar. Yo tenía 17 y él 41 años (...) Mi abuso pasó dentro de la institución alrededor de las 7 de la noche. Estaba tan nerviosa que me quedé congelada. Lo dejé besarme y tocarme hasta que se bajó del carro. Fue muy enfático en decirme en que podía irse a la cárcel si le contaba alguien”, fue la denuncia que hizo en redes sociales Laura Giraldo, exalumna de la promoción 2017 del MaryMount, en contra de Mauricio Zambrano, profesor de educación física.
Luego de que, durante la semana del 25 de febrero de este año, se hiciera pública la denuncia de Laura y otras 20 alumnas y exalumnas de esta institución en contra de Zambrano por presunto acoso y abuso sexual, han surgido varias preguntas: ¿Qué lecciones quedan de este caso? ¿Cuál es el panorama de esta problemática en Colombia? ¿Cómo abordar estos temas con los niños y niñas?
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Alicia del Socorro Durán, psicóloga de la Universidad Javeriana, señala que es pertinente estar alerta sobre los comportamientos de los niños y niñas por si presentan un cambio en sus actitudes. “Una de las cosas más frecuentes es que se vuelvan agresivos, que no quieran ir al colegio o que empiecen a tener ansiedad. Esa es una señal que puede alertarnos de que puede estar siendo víctima de acoso sexual o psicológico, no solo de los adultos, sino también de otros estudiantes”, cuenta.
Apenas se identifique el caso, explica Durán, lo primero que hay que hacer, así ya se haya repetido en más de una ocasión, es creerles cuando se atrevan a contar algo. “Este paso es importante porque muchas veces la imagen que tiene el papá, la mamá o, en este caso, algunas de las directivas del colegio (MaryMount), es que la persona que está abusando del niño es una buena persona y sería incapaz de hacer eso de lo que lo acusan”, asegura. Lo segundo, dice, es abrir un espacio de conversación en el que el niño se sienta seguro, pues su relato puede tornarse un poco impreciso por el miedo a enfrentarse a lo que pasó. Luego, entender cuáles son esos entornos que los hacen sentir inseguros para evitar que estén ahí.
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Para Mónica Godoy, antropóloga y maestra en estudios de género, es fundamental que al activarse una investigación tras una denuncia se tenga en cuenta la protección de derechos humanos. “No se puede hacer una investigación disciplinaria en la que pongan en un escenario de revictimización a los denunciantes o una situación de careo. Debe ser hecha con perspectiva y sensibilidad de género”, anota. Para muchas víctimas recordar es una experiencia difícil. Así lo reconoce Laura, quien señala que “no es fácil volver a vivir mi abuso y poner a mi familia en la posición de oír mi historia”.
Godoy explica que este tipo de sensaciones son normales cuando no se atienden las denuncias a tiempo. En este caso de denuncias de acoso y abusos sexuales, “hay un acumulado de errores que terminan saliendo de forma pública, con mucho daño acumulado y con total falta de atención por parte de la institución. Refleja es la negligencia que tuvieron las autoridades”, añade. Detrás de todo esto hay una falta de educación sexual y de preparación de los docentes.
Daniel Tobón, director de Escalando Salud y Bienestar, una organización encargada de estudiar el bienestar en los colegios, señala que la situación de la capacitación de los docentes es preocupante: el 69% de los colegios no los prepararon en educación sexual, derechos sexuales y reproductivos en los últimos dos años y el 38% no lo hizo en prevención del acoso. “Nos alarmamos con estas cifras, pero muy pocas acciones tomamos para impactar estos indicadores que tanto nos preocupan”, cuenta Tobón. Por eso, añade, es fundamental “actualizar los lineamientos curriculares, formar a los docentes, promover políticas orientadas a prevenir el acoso y a garantizar los derechos sexuales y productivos”.
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Un estudio realizado a finales de 2021 por esta organización y el Laboratorio de la Economía de Educación de la Universidad Javeriana (LEE) analizó la situación de 1373 colegios de todo el país y encontró que solo 1 de cada 5 tiene rutas para identificar y derivar casos de violencias, incluyendo la violencia sexual. Además, solo 1 de cada 10 ofrece a sus estudiantes información sobre los anticonceptivos y 1 de cada 3 colegios ni siquiera ha actualizado sus lineamientos curriculares en lo que tiene que ver con la sexualidad y los derechos sexuales y reproductivos.
Es fundamental perderle el miedo a la educación sexual integral, señala Juliana Martínez, exalumna y exprofesora del MaryMount y profesora de género y sexualidad de la American University (EE. UU.), porque “no darle información apropiada a los niños genera un vacío en datos confiables y un silencio alrededor de estos temas. El silencio beneficia a los acosadores y abusadores”.
Según manifiesta Valeria Mira, abogada experta en Derechos Humanos, la educación que deberían recibir los niños y niñas en los colegios debería capacitarlos para “identificar esas conductas, como conductas que atentan contra sus derechos, su dignidad, contra la igualdad, la libertad entendida como una vida libre de violencia”. Asimismo, Mira dice que esta educación tiene que ir de la mano con el total conocimiento de la ruta que debe seguir la denuncia y la confianza que se le debe dar a los menores en cuanto a que se cree en lo que dicen y que sus testimonios no serán tomados a la ligera.
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Un apoyo psicológico y académico adicional es lo que para la abogada Mira debería tener el estudiante que se atreve a denunciar casos de acoso o abuso, con el fin de darle seguridad, confianza y mitigar el impacto que estas conductas de violencia pueden generarle. De la misma manera, dice Mira, en los casos de mayor gravedad como “los actos sexuales abusivos, de accesos carnales violentos, asuntos que estén regulados por el derecho penal”, las instituciones educativas deberían acompañar a la víctima y a su familia durante todo el proceso tanto disciplinario como legal ante las autoridades correspondientes.
¿Qué viene ahora para el MaryMount?
Una vez conocidas las denuncias de las alumnas y exalumnas del MaryMount varias de las exalumnas se unieron para apoyar psicológica y legalmente a las alumnas y exestudiantes víctimas de acoso y de abuso. María Claudia Martínez, socia de la firma DLA Piper Martinez Beltrán, fue una de ellas. “Buscamos asesorar a toda la comunidad que tenga preguntas de qué puede hacer, qué no, si debe hablar en medios, si no, en caso de querer contar su testimonio, cómo hacerlo. Que tengan claro qué pueden hacer desde el punto legal”, comenta.
El otro grupo es el de acompañamiento psicológico que está respaldada por asociaciones han manejado casos de acoso, bullying y prevención de suicidios en menores. “Contamos con unas psicólogas especializadas en traumas quienes están a cargo de asumir los casos de las sobrevivientes directas”, cuenta Cindy*, líder de esta iniciativa. Otras psicólogas están encargadas de establecer los protocolos de denuncia y los puntos clave para que los padres puedan tratar estos temas con sus hijas e hijos. El último equipo se enfoca en la salud mental. “Varias de ellas tienen casos de depresión, ansiedad y síndrome del impostor”, añade.
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Ahora, cuenta Martínez, viene una parte que no será tan mediática. “Comenzará la investigación interna de la actuación de los diferentes actores del colegio, qué denuncias hubo, cómo se gestionaron, si hay responsables y, de ser necesario, la investigación penal o civil”, asegura. Durante este proceso, María Ángela Torres, ahora exrectora, fue separada de su cargo. También iniciarán la creación de protocolos de denuncia, de investigación, acción y reparación para evitar que estos casos se repitan. Todo irá acompañado de una hoja de ruta para implementar una política enfocada en la prevención de todo tipo de violencia basada en género.
Con las alumnas y exalumnas del MaryMount, dice Godoy, hubo violencia institucional, porque muchas estudiantes durante diferentes años buscaron apoyo, ayuda, manifestaron su incomodidad y nadie las atendió. “Aquí hay una doble revictimización. La primera es el daño de esa presión y tensión sexual no bienvenida y no consentida que tenía este profesor (Zambrano) con las alumnas. Y, un segundo, es la respuesta que les da el colegio cuando buscan ayuda”, anota.
Además de estos errores, Martínez, dice que estas falencias se registran en otros espacios con menores y están relacionadas con una mezcla de factores. Uno de ellos está relacionado con la cultura que naturaliza el acoso. “Por ejemplo, la naturalización por parte de profesores u otros adultos de hacer comentarios sobre el cuerpo de las estudiantes o incluso la naturalización de relaciones entre profesores y alumnas. Se habla de noviazgos, de ser la novia del profesor”, dice Martínez.
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La otra causa es la ausencia de protocolos de prevención y rutas de atención. Y un tercer elemento es la ausencia de políticas enfocadas en la prevención de todo tipo de violencias basadas en género. “El objetivo de esta última es que se aplique a todas las personas que tienen contacto directo o indirecto con las estudiantes para enseñarles a prevenir, identificar y actuar ante posibles casos de acoso o abuso”, cuenta. Los casos de acoso y de abuso sexual en los entornos escolares es una realidad en la que ya no se puede evadir el compromiso, implementar protocolos, una hoja de ruta y un programa robusto de educación sexual contribuirían a no repetir los errores que se cometieron con las alumnas y exalumnas del MaryMount.
*Algunos nombres fueron cambiados por petición de las fuentes.
*El Espectador trató de comunicarse con el colegio, pero no fue posible.