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Eduardo Esteban Pérez León es el único colombiano seleccionado entre los 50 mejores maestros del mundo este año. Su trabajo para mejorar las condiciones de aprendizaje de las personas con discapacidad por medio de la tecnología ha sido reconocido por la Fundación Varkey, de Inglaterra, que cada año entrega el Global Teacher Prize, considerado el “Premio Nobel de la Educación”, a los profesores innovadores y comprometidos. El ganador se conocerá en noviembre y será condecorado además con US$1 millón. (Lea Los “profes crack” y las “profes amables”: el sesgo de género en las aulas)
Desde 2019, Pérez León trabaja en el Instituto Técnico Guaimaral, en Cúcuta, un plantel educativo que cuenta con 2.000 estudiantes, de los cuales 300 tienen algún tipo de discapacidad, ya sea auditiva, motora, visual o cognitiva. “En mi primer día de clase llegué a un salón y había siete niños sordos. Ni siquiera sabía decir buenos días en lenguaje de señas”, confiesa. Para romper esa barrera de comunicación crearon diferentes herramientas tecnológicas, entre las que se destacan aplicaciones móviles, software multimedia, videojuegos, realidad virtual y libros digitales. (Lea todas las noticia de Educación en Colombia y el mundo)
Una de las herramientas por las que hoy está nominado al Global Teacher Prize se llama “Calculadora Ciegos”, disponible en Play Store y que, por medio de 18 botones audibles, les permite a los niños y las niñas en condición de discapacidad visual realizar operaciones matemáticas. La aplicación va indicando qué problema deberán solucionar y cuál es el resultado, y cada vez que sacude el celular irán saliendo operaciones más avanzadas, como las funciones trigonométricas. Otra de las estrategias fue “Virtual Tic”, un software creado durante el confinamiento que contiene diferentes juegos para incrementar el aprendizaje.
Entre las actividades impulsadas se destacan un juego que enseña a deletrear en lenguaje de señas: “Se abre el telón”, que consiste en unas obras de teatro que están enfocadas a los estudiantes con discapacidad auditiva; “Geovisión”, que es la herramienta que les permite a los alumnos con discapacidad visual aprender geometría básica; “Chatting” funcionó como canal de comunicación con los profesores mientras se realizaba la reapertura gradual de la institución, o el “Bingo matemático de fracciones”. Hasta el momento, Pérez León ha desarrollado más de 30 herramientas para favorecer la educación.
A pesar de que hoy está entre los mejores 50 profesores del mundo, confiesa que la idea de ser docente no nació en él “y, durante mi primer año como profesor, fui horroroso, me dediqué a tomar del pelo, no tomaba las cosas en serio”. Pérez León nació en Cúcuta hace 45 años y se trasladó en 2001 a Bogotá para trabajar como ingeniero mecánico. Pero en 2008, cuando se enteró de que su papá tenía cáncer en la glándula parótida, decidió regresar a su ciudad natal. Para cumplir una de sus pasiones de joven, estudió una especialización en informática educativa en la Universidad Francisco de Paula Santander, a la par de que se dedicaba a los cuidados de su padre.
“Todos mis compañeros eran maestros y, en el transcurso de la especialización, me dijeron que veían en mí un potencial para esa labor. Puedo decir que ellos descubrieron en mí esa vocación”, cuenta Pérez León, quien ya lleva 14 años como profesor. Convencido de que podría ser docente, empezó a buscar trabajo en Cúcuta. “Busqué empleo, pero nadie me daba la oportunidad. Necesitaba acumular algo de experiencia, además de presentar un examen, para poder entrar al magisterio”, comenta. En busca de esa primera oportunidad viajó al estado Táchira, en Venezuela, y empezó como docente de bachillerato en el colegio Divino Niño.
Durante su primer año, en más de una ocasión, pensó en tomar sus cosas, regresar a Bogotá y retomar su vida como ingeniero mecánico. “Me dediqué a tomar del pelo. Tuve un compañero profesor que molestaba muchísimo, yo le agarré el hilo y empecé a molestar también. Un día me alumbró con un rayo láser y le dije a un alumno, uno grandote que cursaba último año, que a la próxima vez que ese profesor me alumbrara con el láser le gritara: “Alumbre a su madre”. El estudiante gritó muy duro. Llegó la coordinadora y la rectora, y terminé firmando un acta disciplinaria”, comenta.
En ese momento Pérez León decidió dejar la docencia para no volver a ser más profesor. Pero Andrea, Pedro y César, tres de sus compañeros en el colegio, lo motivaron a seguir. Le daban varios consejos sobre el manejo del grupo, de cómo exponer ante los estudiantes, cómo organizar la clase metodológicamente, cómo tener una correcta didáctica en el aula de clase, cómo es realmente la pedagogía para estudiantes adolescentes o cómo elaborar herramientas educativas que trajeran diversión a los estudiantes. “Me motivaron mucho. Empecé a mejorar y a entender que era un compromiso y una labor muy importantes”, señala.
Como parte de ese compromiso, Pérez León desarrolló varios proyectos en el colegio venezolano. Uno de ellos fue el laboratorio de física que construyó de la mano de sus estudiantes y en el que elaboraron una serie de dispositivos y de elementos para estudiar la física, la cinemática, la estática o la dinámica, por ejemplo. Sin embargo, comenzó a enfrentar varias situaciones adversas. Para ese entonces, se inició la crisis en Venezuela, y en más de una ocasión cerraban la frontera. Para llegar a sus clases tenía que pasar por la trocha, además el bolívar se estaba devaluando y su sueldo se redujo drásticamente.
Tras meses de esfuerzo, Pérez León pasó el examen del magisterio y comenzó a trabajar en el colegio Rafael Uribe Uribe como profesor de tecnología, informática y matemáticas. En la institución encontró que los problemas de drogadicción, acoso escolar y ciberacoso estaban incrementando la deserción escolar. Con el propósito de reducir esa tasa, se inventó eventos yunos cómics en los que los estudiantes plasmaron las historias de sus vidas y sus problemáticas. Luego publicaron revistas, afiches, calendarios y pintaron murales con los mensajes más relevantes. Se redujo la tasa de abandono escolar del 5,25 % en 2015 al 0,5 % en 2020.
Hasta el momento ha recibido 53 reconocimientos, entre los que se destacan el premio Emir Jaber al Ahmad al Jaber al Sabah de la Unesco para la capacitación digital de las personas con discapacidad, otorgado en 2020; el Premio a la Excelencia Educativa “Mejor Maestro de Iberoamérica”, en 2018, y el primer puesto del “Desafío Mundial de Educadores de Microsoft en la categoría Student Voice”, en 2019. A pesar de todas estas distinciones, para Pérez León lo más gratificante es “ver la sonrisa de un estudiante en condición de discapacidad cuando triunfa en la vida y cuando se siente involucrado en el sistema educativo”, anota.
Ahora, mientras espera el resultado del ganador del Global Teacher Prize, que se conocerá en noviembre en una ceremonia en Dubái, Pérez León está trabajando en “Gol Stem”, su nuevo proyecto, que consiste en una maqueta de un estadio que ayuda a potenciar el pensamiento computacional de cada uno de los estudiantes a través de la programación y la robótica. “Cada vez que ganamos un concurso o un reconocimiento se abre una puerta para comenzar una nueva gestión para que los niños con discapacidad puedan tener más recursos educativos para su formación y que eso trascienda a escala nacional”, puntualiza.