Educar hijos en casa sin que vayan al colegio, una conversación (y regulación) pendiente
En el país, la educación en casa, o “homeschool”, parece estar ganando popularidad. Sin embargo, a diferencia de otros países, aquí existe un gran vacío en su regulación, lo que ha generado diversas inquietudes sobre su implementación e impacto en la educación y sociabilidad de niños y niñas.
Paula Casas Mogollón
La ley estatutaria de educación, que buscaba garantizar el derecho a la educación en todos los niveles y que recientemente se hundió en el Congreso, pretendía abordar un aspecto de la educación que, aunque aún no está regulado en el país, está captando el interés de los investigadores. Este enfoque, que ha ganado importancia especialmente tras la pandemia, es la “educación en casa” o homeschool.
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La ley estatutaria de educación, que buscaba garantizar el derecho a la educación en todos los niveles y que recientemente se hundió en el Congreso, pretendía abordar un aspecto de la educación que, aunque aún no está regulado en el país, está captando el interés de los investigadores. Este enfoque, que ha ganado importancia especialmente tras la pandemia, es la “educación en casa” o homeschool.
Aunque en Colombia no hay cifras oficiales, en 2019 la Red Colombiana de Educación en Familia hizo un cálculo inicial a partir de las cifras disponibles en la organización y estimaron que por lo menos 8.000 familias usan esa metodología. No obstante, reconocen que se trata de un dato que muy seguramente no dimensiona bien el fenómeno, sobre todo porque estas familias están amparadas en un vacío, pues esta modalidad de estudio no está prohibida, pero tampoco está regulada.
Ante el incremento de los casos (y de las peticiones de algunas familias), dice la exministra de Educación, Aurora Vergara, se intentó regular este tipo de educación por medio del artículo 28 de la ley estatutaria. “Buscamos abrir la puerta de manera expresa a la educación en casa como una forma de garantizar la no exclusión, segregación o discriminación en el derecho a la formación integral”, añade. Al final, esta iniciativa se hundió.
Pero, ¿qué motiva a los padres a inclinarse por este tipo de educación? Aquellos que toman este camino lo hacen porque no están conformes con el sistema educativo, casos de bullying, viajes, temas económicos, motivos religiosos, condiciones médicas o flexibilidad en los horarios. Como el caso de Miguel Ángel Monsalve, quien recientemente se convirtió en una de las contrataciones claves de Gremio, de Brasil. Le apostó a la educación en casa después del Campeonato Nacional Sub-20 de Clubes, que se realizó en 2018 en Paraguay, donde con apenas 14 años fue goleador. Cuando regresó a su colegio en Medellín había perdido 10 materias, entre ellas educación física.
Detrás de esta elección, sin embargo, hay una larga lista de preguntas que hoy se están haciendo los pedagogos. Meses en casa, recibiendo clases durante la pandemia, les mostró que en ocasiones no parece ser tan buena idea ese camino. Padres agobiados, niños con dificultades para socializar y, en algunos casos, con rezago académico, también les causa inquietud, pues de acuerdo con el indicador de Pobreza de Aprendizaje, calculado por el Banco Mundial, en Colombia hay niños y niñas que culminan tercero de primaria sin saber leer. Estos resultados, a los ojos de Luz Karime Abadía, decana de la Facultad de Educación de la Universidad Javeriana, “muestra una catástrofe nacional y el fracaso del sistema educativo colombiano”, como lo expuso en su columna de opinión.
¿Es buena idea o no educar a los niños y niñas en casa? ¿En qué casos es útil que reciban clases en su hogar? ¿Por qué algunos papás no quieren que sus hijos vayan al colegio? ¿Cuáles son los desafíos que implica esa decisión? ¿Cómo regularla? ¿Cómo garantizar que, al final del proceso, salgan con las mismas competencias que exige una universidad?
Argumentos a favor del “homeschool”
Hablar de homeschool es referirse a una “categoría” llena de matices, en la que es difícil encasillar una práctica. Andrea Vera, por ejemplo, cuenta que en su caso optó por esta modalidad para sus hijas Angeline y Anzimee, pues su esposo Serapis viajaba mucho y ambos querían ser parte del proceso educativo de ellas. Andrea, de 46 años, es pedagoga y asegura que en este proceso es fundamental el acompañamiento de los padres, para que los estudiantes cumplan con sus deberes académicos y adquieran mayor responsabilidad.
Para ello, recomienda Juliana Restrepo, magíster en gestión educativa y directora de Homeschool Colombia (una plataforma digital que ofrece este tipo de educación), es esencial destinar unos espacios específicos donde se llevan a cabo las clases; establecer unos horarios (lo recomendable es que para los niños y niñas más pequeños sean bloques de cuatro horas de aprendizaje); fijar una metodología de enseñanza que cuente con el apoyo de tutores y complementar la jornada laboral con otro tipo de actividades, ya sean deportivas o artísticas.
En el “Informe de seguimiento de la educación en el mundo”, publicado en 2020, la Unesco resalta que si bien la educación en casa “contribuye a superar la imposibilidad de acceso a la formación de los niños y niñas, su implementación supone retos y pruebas que muchas veces no pueden ser soportadas”.
Esos retos, agrega Restrepo, educadora de preescolar, varían dependiendo de cada una de las modalidades de homeschool. La más común es la tradicional, que básicamente cuenta con una estructura similar a la del colegio, donde hay un horario académico (que organiza cada estudiante), los alumnos tienen el acompañamiento de unos tutores y se establece un currículum con las materias obligatorias por ley, que son matemáticas, ciencias naturales, español, inglés y ciencias sociales. Este proceso, además, lo pueden complementar con otras cinco asignaturas que son optativas, como educación física, tecnología, ética, educación artística y religión.
En algunos casos ese currículum se compra a unas instituciones conocidas como colegios sombrilla, que se encargan de cubrir ese proceso de certificación y aval ante el Ministerio de Educación. Es un modelo que surgió en Estados Unidos, donde se aprobó la primera ley de educación en casa. Para Tatiana Ghitis, doctora en educación e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de La Sabana, estos planteles deben contar con un plan de estudios específico y detallado, donde se explique exactamente qué van a aprender los niños y niñas en cada uno de los niveles.
Hay otro tipo de homeschool que ofrecen las instituciones de educación “alternativas”, como el aprendizaje autodirigido. Esta modalidad se refiere a un proceso de desescolarización en el que los niños y las niñas tienen un aprendizaje natural, aclara Ana Paulina Maya, coordinadora de la Red Colombiana de Educación en Familia. Es decir, los estudiantes muestran un interés sobre algún tema, y esa curiosidad es el punto de partida para elaborar proyectos que le permitan aprender conceptos.
El problema con esta modalidad, a los ojos de Ghitis, es que al no estar regulada, “no existe un apoyo pedagógico completo que permita tener unos aspectos académicos de formación, teniendo en cuenta las edades de desarrollo de los niños y las niñas”.
También hay otro tipo de homeschool, en el que no hay evaluaciones ni calificaciones. Se trata de unschooling o aprendizaje libre, el cual, cuenta Maya, se basa principalmente en las curiosidades que le vayan surgiendo al niño y, por lo tanto, no cuenta con un programa definido ni con grados. Al final del proceso los estudiantes validan el bachillerato y lo pueden hacer con las pruebas Icfes.
Entre las ventajas que ofrece este tipo de educación, resalta Restrepo, de Homeschool Colombia, están las habilidades que pueden desarrollar, como la de gestionar, autorregularse, ser autodidactas y ser autónomos, pues plantea que en las instituciones se fomenta la heteronomía, que es la dependencia a las normas impuestas por un tercero. En cambio, anota Ghitis, en el homeschool los niños y las niñas “proponen, toman decisiones, gestionan, tienen sus propios horarios y desarrollan una capacidad por el amor por aprender”.
Aunque el principal ejemplo de educación en casa es Estados Unidos, donde hay más de dos millones de estudiantes en esta modalidad, hay otros países, como Ecuador, donde se está empezando a regular. De hecho, desde 2009, tiene una norma expresa sobre la educación en casa y estableció cuatro requisitos para acceder a ella. Uno de ellos son que los niños y niñas que no pueden asistir a sus estudios de forma presencial porque están inmersos en procesos deportivos, culturales o sociales. También pueden acceder a homeschool aquellos estudiantes cuyos padres estén en situación de migración; si el alumno sufre de una enfermedad física o psicológica; o si no cuenta con la posibilidad de acceder a la escuela tradicional.
En otros países, por el contrario, el homeschool es ilegal. En Alemania está prohibido desde 1919 y se estableció por ley que los niños y niñas deben ir obligatoriamente al colegio. Hasta hace poco se admitieron algunas excepciones, como aquellos estudiantes que padecen alguna enfermedad o si son hijos de diplomáticos extranjeros. Una situación similar se vive en China, donde la educación en casa es ilegal y los niños y niñas, al cumplir seis años, deben inscribirse a un colegio y recibir educación obligatoria durante nueve años. A aquellos alumnos que se quedan estudiando en casa, el gobierno no les permite presentar el Examen Nacional de Ingreso a la Universidad o examen gaokao, como se conoce popularmente.
Los peros del “homeschool”
A pesar de que quienes respaldan este tipo de educación tienen razones para defenderla, no todos los estudiantes que han hecho la misma apuesta han presentado buenos resultados. Miguel Ángel Sepúlveda, que necesitaba horarios más flexibles para entrenar con su equipo, Fortaleza, no tuvo una buena experiencia.
“Empecé muy motivado y siento que ahora soy más autocrítico y autónomo. Pero ahora estoy aburrido, al punto de que algunos días me levanto con pereza de prender el computador para estudiar”, cuenta y, por esta razón, regresará el próximo año a cursar 11 en su colegio. “En julio tuve una lesión y ahora quedé prácticamente encerrado y alejado de la vida social. Sin mis amigos de fútbol y sin mis amigos del colegio”, añade.
Al igual que Miguel Ángel hay otros niños y niñas que no consiguen adaptarse a este tipo de educación, como comenta Martha Coronado Cruz, docente durante algunos años de homeschool. Ahora, como profesora en la Universidad de El Externado, se ha topado con varios estudiantes que han sido educados en casa y señala que algunos de ellos no sabían cómo mantener la concentración en una clase de una hora o cómo convivir con el que para ellos era un “nuevo” modelo.
Diego León, investigador del Laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad Externado, explica que una de las principales desventajas que se le ha atribuido a la educación en casa es la de limitar la socialización de los niños, las niñas y los adolescentes, al sacarlos de un ambiente escolar donde adquieren una serie de habilidades y competencias sociales y emocionales. No obstante, cree que en este tipo de debates lo ideal es entender que no todos los casos son iguales.
En esta etapa de la vida, apunta León, doctor en psicología, los niños y niñas necesitan relaciones sociales complejas y es fundamental que los padres que hacen educación en casa les brinden a sus hijos una red de relaciones sociales con pares. Pero, añade, en caso de no garantizarla, estarían privando al niño de estas relaciones, que son importantes para el aprendizaje de estas habilidades, las cuales se adquieren por medio de un entrenamiento social, implícito y explícito, como mirar a los ojos a las otras personas para poder entender sus expresiones, comprender las posturas o simplemente para hacer negociaciones con los otros.
El desarrollo de estas habilidades de socialización, en opinión de Julián de Zubiría, rector del Instituto Alberto Merani, se podrían dificultar cuando los niños y las niñas se forman y se educan en hogares pequeños y relativamente cerrados. Además de no desarrollarlas, “suelen tener dificultades en sus interacciones y presentan lentitud en su desarrollo cognitivo y emocional”.
Este punto inquieta un poco a Ghitis, magíster en pedagogía y licenciada en pedagogía infantil. Señala que se ha podido observar que algunos de los niños, las niñas y los adolescentes que hacen homeschool son menos empáticos. También recuerda la importancia de que los padres o tutores reciban educación sobre enseñanza y desarrollo socioemocional, pues, recuerda, que en el caso de los colegios, los docentes, sobre todo aquellos de preescolar, tienen experiencia en facilitar el desarrollo social-emocional y los procesos de enseñanza.
En opinión de Erwin García, magíster en educación y coordinador de la investigación “Acción sobre educaciones alternativas y educaciones sin escuela” en la Universidad Nacional, otra de las desventajas es que se reduce la libertad de los niños y las niñas, que muchas veces se daba en el trayecto hasta el colegio. A sus ojos, esta disminución es problemática en términos de salud emocional y mental.
También, dice, le preocupa que varias “familias dogmáticas religiosas toman la decisión de escolarizar en sus hogares y comunidades para poder adoctrinar de forma más efectiva. Sacan a sus hijos de colegios de élite académica para diseñar programas de aprendizaje aún más exigentes”. En una menor proporción, anota, suceden con las comunidades “neo-rurales o los neo-hippies”, limitando la libertad de los niños y las niñas.
“¿Cuál sería, entonces, el rol de los colegios en el proceso de aprendizaje en los niños y las niñas?”, se pregunta Zubiría. Más allá de los temas académicos, responde, las instituciones son espacios que “ofrecen mejores oportunidades por contar con ambientes para discutir, interpretar y dialogar con un grupo diverso de estudiantes y de profesores”. Es una oportunidad invaluable desde el punto de vista del desarrollo cognitivo personal. Para él, en este caso, “el ‘remedio’ de las escuelas en casa sería, en términos generales, peor que la enfermedad”.
El debate por la regularización del “homeschool” en Colombia
En el país, aunque varios artículos, como el 67 y 68 de la Constitución Política, han intentado abordar el tema de la educación en casa, aún persiste un vacío, que se ha tratado de llenar con varios esfuerzos. Uno de ellos fue en 2020, mediante un proyecto de ley propuesto por la entonces senadora de Cambio Radical, Emma Claudia Castellanos. Con esta norma pretendía modificar la Ley 115 de 1994, conocida como la Ley General de Educación, para incluir este tipo de educación.
Otro de los esfuerzos fue la reciente ley estatutaria de educación, que pretendía regular la educación como derecho fundamental en todos sus niveles, en la que se intentó abrir la puerta de manera expresa a la educación en casa. Este vacío normativo, explica Edna Bonilla, exsecretaria de Educación de Bogotá, impide que el Ministerio de Educación haga un seguimiento real de cómo es el proceso educativo de los niños y las niñas que se educan en casa. Es decir, en el país solo se tiene un panorama claro de aquellos estudiantes que pertenecen formalmente al sistema educativo, o sea, aquellos que están inscritos en colegios.
Una de las propuestas que plantea Bonilla para que la educación en casa sea completamente legal consiste en que el Estado, además de regularla, genere una serie de mecanismos para su correcta implementación. Estos mecanismos, resume, deberán establecer “qué papel cumplen los colegios en el modelo, cuál es la responsabilidad de los padres y las competencias que deberán adquirir”, pues al final, dice, al no estar regularizado muchas familias terminan adoptando y modificando los planes y las experiencias de otros países, que “no coinciden precisamente con las características poblacionales del nuestro”.
Maya, por su parte, indica que la regulación debe ser un tema que se mire con pinzas, pues, en su opinión, la esencia de la educación en casa es que los niños y las niñas aprendan de una forma diferente, que cuenta con mayor libertad. “Sentimos que estamos muy bien como estamos, porque no tenemos que cumplirle a nadie, no tenemos que seguir un currículum decidido por otra persona, no estamos obligados a registrarnos en ninguna parte, ni estamos obligados a poner a nuestros hijos a presentar exámenes”.
En medio de estas opiniones divididas, el debate sobre este tipo de educación continuará sobre la mesa, mientras se espera una regulación que establezca lineamientos claros para abordar tanto los posibles beneficios como las dudas en torno al homeschool. Sin embargo, hasta ahora, avanzar en esa regulación no parece ser una prioridad para el Ministerio de Educación, lo que mantiene en un vacío a miles de familias que ya han optado por este camino.
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