El 60 % de los niños de 10 años en Colombia no entiende un texto simple
Si a los niños colombianos de 10 años les dieran un texto sencillo para su edad, solo 4 de cada 10 lo entenderían. En algunos municipios hay casos donde ninguno lo comprendería. Detrás de la pobreza de aprendizaje, como llaman a ese fenómeno, hay cosas muy inquietantes.
César Giraldo Zuluaga
Empecemos este texto con un ejercicio hipotético. Vamos a suponer que estamos en un salón de clases donde hay 10 niños y niñas de 10 años. A cada uno de ellos les pediremos que lean el texto que encuentra a continuación: “Lola es una loba blanca. Tiene las patas flacas. Todos le temen cuando camina por el pueblo. Nadie sabe que tiene 5 lobatos. El lobato es el bebé del lobo. Los lobatos están escondidos en el bosque. Mamá loba los alimenta. Los lobatos tienen el pelo blanco y las patas cafés. Los dientes son filosos. Qué lindos animales son los lobatos”. (Puede leer: El conocimiento, la poesía, la ciencia y los niños)
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Empecemos este texto con un ejercicio hipotético. Vamos a suponer que estamos en un salón de clases donde hay 10 niños y niñas de 10 años. A cada uno de ellos les pediremos que lean el texto que encuentra a continuación: “Lola es una loba blanca. Tiene las patas flacas. Todos le temen cuando camina por el pueblo. Nadie sabe que tiene 5 lobatos. El lobato es el bebé del lobo. Los lobatos están escondidos en el bosque. Mamá loba los alimenta. Los lobatos tienen el pelo blanco y las patas cafés. Los dientes son filosos. Qué lindos animales son los lobatos”. (Puede leer: El conocimiento, la poesía, la ciencia y los niños)
Además de fijarnos en la fluidez de su lectura, les haremos las siguientes preguntas: ¿Qué es un lobato? ¿Dónde están los lobatos? ¿Por qué crees que la loba los tiene escondidos? ¿Por qué la gente le teme a la loba cuando la ven en el pueblo? ¿Qué harías proteger a la loba y sus lobatos? Aunque es un ejercicio hipotético, en Colombia es posible saber los resultados que obtendríamos en una prueba como esta.
Estas preguntas, que hacen parte de una de las pruebas que aplica la Fundación Luker para medir la capacidad lectora en niños, no serían contestadas de manera correcta por más de la mitad de los niños del hipotético salón de clases. Y, si extrapoláramos el ejercicio a Colombia, obtendríamos que el 60.5 % de los niños colombianos de 10 años de edad no serían capaces de leer y entender un texto simple como el del ejercicio, según una reciente investigación del Banco Mundial.
El problema, agrega el economista Gabriel Demombynes, autor del estudio y quien hasta hace poco se desempeñaba como líder del Banco Mundial en la Práctica para Desarrollo Humano en Colombia y Venezuela, es que hay municipios del país donde ese porcentaje podría ser del 100 %. (Le puede interesar: Educación científica en Colombia: el conocimiento de las comunidades locales)
Los resultados, explica, se obtuvieron tras aplicar, por primera vez en el mundo, el índice de pobreza de aprendizaje a nivel local. A grandes rasgos, este índice, que fue creado en 2019 por el Banco Mundial y el Instituto de Estadísticas de la Unesco, estima la proporción de niños de 10 años que son incapaces de leer y comprender un texto sencillo.
En las dos estimaciones previas, que se habían publicado en 2021 y 2022 (con datos de 2013 y 2019), los niveles de pobreza de aprendizaje de los niños colombianos se ubicaban en un 49 % y 51 %, respectivamente, y por debajo del promedio en países de ingresos bajos y medianos, que era del 57 %. Estos resultados se asemejaban al de otras pruebas como las del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (Pisa) que adelanta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). En la última versión de este examen (2018), los estudiantes colombianos obtuvieron 412 puntos en la prueba de lectura, 75 puntos menos que el promedio de los países que hacen parte de la Ocde. Casi el 40 % de los estudiantes obtuvo un bajo nivel de logro en lectura, matemáticas y ciencia.
Sin embargo, apunta Demombynes en su artículo, “las estimaciones de los niveles de pobreza de aprendizaje a nivel nacional tienen la limitación de que no permiten observar la variación dentro del país”, sobre todo en naciones tan desiguales como Colombia. Por eso, continúa, la necesidad de aplicar el índice a nivel local. Para esto, aplicó la misma metodología del Banco Mundial, pero utilizó bases de datos distintas a las de la entidad. En concreto, el censo de 2018 y los resultados de la prueba de lenguaje la Prueba Saber 5.º aplicada en 2017.
Su estimación arrojó que el 60.5 % de los niños de 10 años en el país tienen pobreza de aprendizaje. Demombynes encontró que existe una relación entre los niveles más altos de pobreza multidimensional —un índice que se compone de cinco dimensiones como condiciones educativas del hogar, salud, trabajo y acceso a servicios públicos domiciliarios, entre otros— y los problemas de lectura en los menores. “Notablemente, casi todos los municipios con altos niveles de pobreza multidimensional (de más del 75 %) también sufren de niveles extremos de pobreza de aprendizaje”, anota en su trabajo. (También puede leer: Educar en ciencia, un modelo aún por construir en Colombia)
También determinó que la pobreza de aprendizaje es más alta en municipios donde la población es mayoritariamente afrocolombiana, de pueblos indígenas o son municipios PDET (los más afectados por el conflicto armado). El siguiente mapa permite observar los resultados por regiones:
Las brechas en la pobreza de aprendizaje también se manifiestan entre los colegios públicos y privados del país. En términos generales, el 60% de estudiantes que no es capaz de leer y entender un texto simple a los 10 años está en instituciones oficiales y del 30 % en los colegios privados. Esa proporción varía entre las distintas ciudades, como se puede observar en la siguiente tabla:
Si bien Demombynes logró establecer varias relaciones entre la pobreza de aprendizaje y la pobreza multidimensional, su colega Horacio Álvarez Marinelli, economista senior en educación del Banco Mundial, señala que, a grandes rasgos, el hecho de que los niños colombianos no estén aprendiendo a leer de manera adecuada se explica por la confluencia de distintos factores.
Un problema, múltiples causas
“Todo lo que pasa en tu vida, comienza porque tengas una buena capacidad de comprender mensajes escritos”, dice Álvarez.
Una prueba de esto, referencia el economista del Banco Mundial, es la Evaluación de competencias de adultos (Piacc), adelantada por la Ocde en 2012. Esa evaluación internacional realizada en más de 40 países, encontró que los adultos con mejores niveles de lectura tienen dos veces más probabilidades de estar empleados y hasta tres veces más probabilidad de tener salarios altos, respecto a aquellos con bajas capacidades lectoras.
Por eso, dice Álvarez, es tan importante analizar el proceso de aprendizaje de lectura que ocurre, aproximadamente, hacia los 5 y 6 años de edad. Uno de los primeros problemas que surge al estudiar este proceso, está relacionado con los docentes. “Lo que pasó en América Latina en los últimos 40 años es que la región pasó de tener niveles de cobertura educativa muy bajos, a tener, prácticamente, cubierta la educación primaria y la básica secundaria, que va hasta 9º. Pero esta expansión vino con un costo de calidad: en lo primero que se tradujo fue en docentes que no estaban bien formados”, apunta el experto guatemalteco.
En su investigación, Demombynes ofrece un ejemplo de esta expansión de la cobertura en detrimento de la calidad. En Colombia, la proporción de niños que no asistía a un colegio disminuyó del 7 al 2 % entre 2013 y 2019; sin embargo, el porcentaje de menores con pobreza de aprendizaje aumentó en el mismo periodo de tiempo. (Puede interesarle: Crear una universidad para los wayuus, la idea que le tumbó la Corte a Petro)
Para Gloria Lucia Bernal, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, una buena forma de ver esto puede ser a través de quiénes están estudiando licenciaturas en el país. En un análisis publicado en septiembre de 2020, el Laboratorio encontró que los estudiantes pertenecientes a los programas de ciencias de la educación habían obtenido el menor puntaje promedio global en las pruebas Saber 11. “Lo que quiere decir es que no estamos teniendo a los mejores profesionales enseñando a nuestros niños”, agrega Bernal.
Álvarez y Bernal advierten una dificultad más: en Colombia no se emplean las mejores metodologías para la enseñanza de la lectura. Si bien por siglos existió un intenso debate sobre cómo aprendían a leer los niños —tanto así que en Estados Unidos, para quienes estudian estos temas, existe un periodo denominado como la “guerra de la lectura”—, en las últimas décadas la discusión se ha ido zanjando.
El péndulo en esta guerra “ha oscilado entre los argumentos a favor de un enfoque fonético, en el que se enseñan explícitamente los sonidos que producen las letras, y un enfoque del lenguaje completo, que hace hincapié en el descubrimiento del significado por parte del niño (...)”, explican tres expertas en ciencias cognitivas en un artículo publicado en 2018 en la revista académica Psychological Science in the Public Interest.
Aunque la “guerra” la ha ido ganando el enfoque fonético, a medida que surge mayor evidencia científica que lo señala como la mejor manera de aprender a leer, en Colombia, dicen Álvarez y Bernal, se sigue empleando mayoritariamente el enfoque de lenguaje completo.
Para Álvarez, esto se debe a una particularidad de Colombia: es el único país de América Latina que no tiene un currículo ni una política de textos. La consecuencia de esto, explica, es que al no haber homogeneidad en los textos que los maestros usan, se obtienen resultados muy diferentes.
Santiago Isaza, director de Educación de la Fundación Luker, creada en 1994 por la empresa caldense de café y chocolate Casa Luker, tiene otra forma de explicarlo. Recuerda que en un reporte publicado en 2010 por la consultora McKinsey & Company le recomendaban a países con sistemas educativos de bajo desempeño, como Colombia, indicarle a los profesores cómo enseñar a leer y con qué materiales hacerlo. La cuestión, dice Isaza, “es que en el país hay mucha autonomía y poco aprendizaje”.
Evaluaciones que son “autopsias”
A Álvarez, del Banco Mundial, le inquieta otro asunto: las evaluaciones que se hacen para conocer el nivel de comprensión lectora en los niños tienen varios problemas. En esto coinciden Bernal e Isaza. En el país, el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes) aplica las Pruebas Saber en los grados 3º, 5º, 9º y 11º y en cada uno de estos niveles, evalúa las capacidades lectoras de los niños y adolescentes.
El principal reparo con estas pruebas, dice Álvarez, tiene que ver con que evaluar la capacidad lectora solo hasta 3º es hacer “una autopsia”, pues el proceso de aprendizaje ya pasó. Isaza coincide y agrega que no es una evaluación oportuna, pues la prueba se aplicaba en septiembre y los resultados llegaban siete meses después, “cuando el niño ya había cambiado de grado”. Además, los resultados se entregan a nivel de municipio, por lo que es imposible saber cómo está cada uno de los estudiantes. (Puede leer: En los colegios públicos hay un profesional psicosocial por cada 820 estudiantes)
Ahora, añaden ambos, el panorama es más complejo, pues los últimos resultados disponibles son de 2017 y la prueba que fue aplicada este año entregará resultados a nivel departamental. El Espectador intentó comunicarse en varias oportunidades con el Icfes para conocer las estrategias que está empleando para mejorar el proceso de evaluación, pero hasta el cierre de la edición no obtuvo respuesta.
Para los tres expertos, la evaluación debería hacerse en 1º y poder acceder a los resultados mucho más rápido. Así, dicen, podrían identificar oportunamente a los estudiantes con problemas de aprendizaje y empezar procesos de remediación.
Empezar estos procesos de remediación de lectura en el momento adecuado es clave, aseguran Álvarez y Bernal, pues, de no hacerlo, es muy probable que los niños generen alguna aversión a la lectura y, de paso, a la educación. Esta frustración, advierte la experta de la Javeriana, puede llevar a dos fenómenos muy complejos en el país: la repitencia escolar y la deserción.
Sobre el primero de estos, vale la pena recordar que, de acuerdo con los resultados de las Pruebas Pisa de 2018, Colombia fue el segundo país de la OCDE con los niveles de repitencia más altos, solo detrás de Marruecos. Respecto a la deserción escolar, en junio de este año, el Ministerio de Educación reconoció que es un problema que viene en aumento en el país.
Si bien es cierto que la deserción escolar puede darse por motivos diferentes al bajo rendimiento escolar y las dificultades académicas, “las consecuencias son significativas para los individuos y para la sociedad, pues contribuye a la perpetuación del ciclo de la pobreza y desigualdad”, anotaba la cartera.
* Lea mañana la segunda entrega de este reportaje sobre cómo Manizales cambió la pobreza de aprendizaje en los niños. ¿Cuál fue su estrategia?