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La pandemia desnudó una brecha profunda: “de 8 millones de estudiantes, cerca de 5 millones que iban a colegios públicos no tenían conexión ni computador en casa”, así lo destaca el economista Ángel Pérez Martínez, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien señala además que “lo que ha ocurrido es una gran tragedia para los niños y adolescentes del país”.
En su concepto, el panorama no es nada alentador. Tras un año sin clases presenciales se evidenció que “más del 40 % de los docentes públicos –sobre todo en áreas rurales– trabajan con guías que los padres pasan y las recogen; por medio de WhatsApp o chats, pero no hay clases sincrónicas ni una virtualidad presente y activa, sino un distanciamiento muy grande entre las necesidades de una educación en casa y la forma como se está trabajando”.
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Para la profesora Irene Rodríguez, consultora en educación, después de un año de alto impacto los resultados pueden ser alentadores: “las pruebas mostraron la importante brecha entre los resultados de los niños del sector privado y los del oficial: mejora el privado y siguen empeorando los del oficial. No quiere decir que sea malo ni que las cosas no se estén haciendo bien, quiere decir que tenemos unas necesidades de mejora que podemos identificar para trabajar a partir de este año”.
En contraparte, el profesor Pérez resalta que esta nueva realidad ha mostrado que la brecha entre los colegios públicos y privados es aún mayor pues a esto se suma “saber que el 12 % de nuestras escuelas no tenían servicios de agua o el 7 % de energía y que la mayoría de ellas tampoco tenía conexión a internet. La pandemia nos sorprendió sin las condiciones”.