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El pasado 2 de octubre se reunieron en la Universidad del Valle decanos de varias facultades de humanidades y ciencias sociales del país. El asunto a discutir era: cómo hacer frente a unas políticas educativas que parecen estar acorralándolos. En la última convocatoria de Colciencias, por ejemplo, a la que todos se refieren como la “727” y con la que se pretende elegir los programas de doctorado que recibirán becas para financiar sus estudiantes, no clasificó ni uno solo de los programas relacionados con humanidades de todo Colombia.
Después de varias horas de debate, y conscientes de que el camino será culebrero, los decanos de las facultades que agrupan carreras como psicología, antropología, filosofía, economía y sociología decidieron crear la Asociación de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales. En siete puntos resumieron sus desacuerdos con el Gobierno. Los primeros cinco son dardos directos a Colciencias. Los dos restantes van al Ministerio de Educación.
Los decanos creen que el país está dando un giro en sus políticas educativas de ciencia y tecnología, para favorecer unas áreas de conocimiento y restarles importancia a otras. “Es una visión productivista del conocimiento y de la investigación”, se quejaron los doce decanos que firman la carta, entre los que figuran académicos de la Universidad Nacional, Univalle, Unimagdalena, U. de Caldas, U. Tecnológica de Pereira y U. de Antioquia.
Eso por el lado de las universidades públicas, porque entre las privadas el alboroto por las recientes decisiones de Colciencias no es menor. Correos van y vienen entre profesores y decanos de universidades como los Andes, Javeriana, Rosario y Externado. Si no logran convencer a las directivas de Colciencias de que hay fallas en la “convocatoria 727”, estarán en problemas. De los 189 programas de doctorado del país que se presentaron, sólo 40 pasaron la evaluación que realizaron 23 académicos internacionales. Todos los “elegidos preliminares” corresponden a áreas como matemáticas, química, ingenierías, ciencias biomédicas y ciencias biológicas. No haber clasificado significa que tendrán que buscar dinero para financiar a sus estudiantes en otro lugar.
“Vamos a revisar el tema y mandar solicitud de reclasificación, pero tengo pocas esperanzas. Pensaremos soluciones para proponerles”, escribió una decana de la Universidad de los Andes a sus profesores.
“Sí hay una política”
La Convocatoria 727 es la más grande que ofrece Colciencias para financiar doctorados en Colombia. En el país existen 330 programas de doctorado. Unos 3.500 estudiantes ya están matriculados en ellos. La “727” ofrece becas por 240 millones de pesos para cubrir los gastos de cada estudiante. En total estarán disponibles 700 becas.
La mala noticia para los humanistas colombianos coincidió con una polémica similar que se desarrolla en las universidades japonesas luego de que el ministro de Educación japonés pidiera a 60 universidades cerrar carreras de ciencias sociales y abrir “áreas que respondan mejor a necesidades de la sociedad”. ¿Está Colombia apostando por un modelo de desarrollo en el que las ciencias humanas pasen a un segundo plano y las ciencias básicas e ingenierías asuman el liderazgo?
“Sí hay una política. No es velada. Es explícita. Está en los criterios de evaluación de la convocatoria. Ahí declaramos que el 70 % de las becas irían para ciencias básicas e ingenierías y 30 % para otras disciplinas”, es lo primero que aclara Alejandro Olaya, subdirector de Colciencias. Pero eso no significa, insiste, en que no serán flexibles en la revisión de los reclamos de las universidades.
Para Olaya, este es un asunto que exige una “lectura cuidadosa”. Por un lado, argumenta, está la autonomía universitaria para crear los programas que ellas crean que el país necesita. Por otro, argumenta, al gobierno le corresponde priorizar la investigación científica, crear instrumentos para romper asimetrías en los mercados y apoyar programas que son necesarios pero menos atractivos para los estudiantes, como química, matemáticas o física.
“En la primera evaluación no está ningún programa de ciencias humanas. Eso es verdad. Y hay que decirlo. Para nosotros es más un llamado para que las universidades revisen la producción en esas áreas, el trabajo de los investigadores. Lo único que buscamos en Colciencias es que los recursos públicos se entreguen a los programas de mejor desempeño”, apunta Olaya.
Lo que dicen los números
Carolina Rivera, investigadora del Observatorio de Ciencia y Tecnología, aclara un punto en este debate. En los últimos años los programas de doctorado comenzaron a concentrarse en ciencias humanas. “Hay una asimetría”, dice, y respalda su argumento con cifras. En Colombia existen 82 programas de doctorado en ciencias humanas, frente a 46 en ciencias naturales y exactas y 44 en ingeniería.
Rivera dice que a partir de 2009 las universidades comenzaron a abrir más programas y el énfasis se puso en humanidades. Uno de los factores que explicarían este crecimiento es que, ante la presión de fortalecer el máximo nivel de formación, apostaron por los más fáciles de crear y los que exigen menos recursos de inversión.
“No se trata de decir que unas áreas son mejores que otras –plantea Rivera–, desde literatura académica y sistemas de países industrializados sí hay evidencia de que áreas como ingenierías y ciencias básicas tienen mayor potencial de fortalecer el crecimiento económico. Las ciencias sociales actúan por lo general sobre problemas más locales. Es más rentable trabajar en energías alternativas que en mecanismos de diálogo en una vereda de un municipio recóndito”.
Alejandro Venegas, quien dirigió por varios años el Observatorio Laboral del Ministerio de Educación, afirma que el debate que ha provocado la convocatoria de Colciencias no debería sorprender a los colombianos, “esa no es una política de ahora. Hace rato se ha tratado de dirigir los doctorados hacia esas áreas. En las convocatorias priman las áreas que puedan impactar los sectores de la economía”. Y añade un elemento al debate. Cree que es hora de cambiar la lógica de los doctorados en Colombia. “La filosofía de la gente es que los doctores se vayan a la academia, cuando los doctores deben estar en departamentos de innovación y desarrollo de las empresas”.
Las humanidades se defienden
Ricardo Sánchez, decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, tiene una respuesta para los argumentos económicos: “Vivimos una hora muy mala de crisis, de autoritarismos contra las ciencias humanas, pero no es algo que decidieron hacerlo actualmente, sino que lo han venido aplicando de hace tiempo y que se conecta con todas las transformaciones reverdecidas en el mundo de la imposición de un pensamiento único, de la predominancia de saberes tecnológicos sobre saberes científicos y críticos, cuya expresión máxima y grotesca es la del ministro de Educación de Japón”.
Sánchez, representando la voz de algunos de sus colegas, cree que es necesario “plantear una nueva ley de ciencias (en plural), saberes en plural y tecnologías en plural para un sistema nacional, que reestructure la función de Colciencias y que articule este organismo con las universidades”. Sánchez aprovecha la pregunta sobre la convocatoria 727 para apuntar los reflectores hacia la política de Colciencias: “tienen una visión y definición de ciencia que es productivista y que ahora se llama innovación. Todos los saberes deben ser innovadores para la producción. Lo que el ministro japonés reclama se haga de manera total uniformada. Y toda la política de Colciencias es a espaldas de la universidad”.
Hernán Jaramillo, asesor de la Universidad del Rosario en ciencia y tecnología y ex decano de Economía, coincide con esta visión. Cree que la convocatoria 727 hace evidente una “inconsistencia entre las políticas del Ministerio de Educación, que impulsa programas en ciencias sociales pero luego Colciencias no los reconoce en su convocatoria”.
Para Jaramillo, el Gobierno no debería privilegiar áreas de conocimiento, sino destinar los recursos sobre un criterio de calidad, apoyar a los mejores. Y añade: “lo peor que le puede pasar al país es la inconsistencia en política pública. Mañana se le ocurre a alguien decir que la física no es importante. Esto muestra el riesgo de decidir burocráticamente que es lo pertinente para un país”.
El antropólogo Marc Augé, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París –de la que también fue rector–, a propósito del debate colombiano comentó a El Espectador que “la finalidad de las ciencias sociales no es necesariamente hoy, una intervención inmediata, pero si resultan en una apuesta por entender todo lo que está en juego en lo que llamamos crisis, en todas las acepciones de la palabra. Sin este esfuerzo intelectual, el futuro nos escapará”.
Entretanto, Arturo Escobar, ingeniero químico de la Universidad del Valle y profesor distinguido en la Universidad de Carolina del Norte, quien ha enfocado su carrera académica hacia las ciencias sociales, considera que “Colombia, como tantos otros países del planeta, enfrenta un conjunto de situaciones muy dramáticas. Estos problemas, mucho más que problemas científicos y técnicos, son problemas sociales, culturales, y del imaginario de país y sociedad que queremos”. En esa lógica añade que “sería por demás ingenuo pensar que solo los llamados ‘expertos’ de las ciencias duras y económicas tienen la respuesta a las inusitadas preguntas y situaciones del posacuerdo”.
¿Y el posconflicto?
El debate se complica si se firma la paz y Colombia entra a una etapa de posconflicto. De hecho, quien entre a la página virtual de Colciencias lo primero que encontrará es una frase que dice “Colciencias será protagonista en la era del posconflicto y de la paz”.
Al respecto, Saskia Sassen, profesora de Columbia University, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013, comentó que “las ciencias sociales son importantes, especialmente cuando hay inestabilidades en las formaciones sociales, cuando una sociedad y su economía están en transición a nuevos escenarios, como se puede apreciar en la actualidad”.
A lo que Yuri Jack Gómez, coordinador de la Maestría en Estudios Sociales de la Ciencia en la U. Nacional, añade que “la importancia de las ciencias humanas para cualquier sociedad es su valor como matriz de conservación y de reproducción cultural con base en las cuales construir una sociedad más tolerante y democrática”.
El debate apenas comienza. Hay argumentos fuertes en ambos lados de la mesa.