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Desde mi punto de vista, algo significativo de los recientes debates entre candidatos a la rectoría de la Universidad Nacional ha sido el dilema ante el cual nos enfrentamos: ¿académicos o políticos? Pero más que una disyuntiva, ¿no sería acaso un complemento? (Vea la opinión sobre el tema de los demás candidatos a la rectoría de la U. Nacional)
Esas ambivalencias y ambigüedades forman parte de una "arqueología del saber" que, frecuentemente vuelven, y que con todo rigor problematizó el sociólogo Max Weber en su texto de El político y el científico. El límite de ese dilema se plantea, justamente, cuando de manera radical tenemos que optar por uno u otro terreno. Es allí cuando nos toca elegir y, tras balancear si prima más la vocación o la pulsión, decidir prioritariamente por uno de esos dos destinos.
En mi caso, no puedo ni quiero ser otra cosa que "Imprescindiblemente Académico". Y por eso voy a esbozar aquí cuál es el modelo de universidad que sueño y deseo contribuir a construir en mi país.
No quiero una universidad que transfiera privilegios generacionales. Tampoco una academia ensimismada, ignorante del mundo global y sus dinámicas que indiscutiblemente pasan por las regiones. Y relativizo un prototipo de exclusivas competencias individuales que supuestamente "benefician" a la sociedad.
Soy consciente de lo sui generis y del peso específico del sistema mixto (público-privado) de educación superior colombiano. Pero felizmente soy hijo de lo público, y un testimonio concreto de que "Ser pilo sí paga en lo público". Desde la escuela primaria "Modelo del Norte", pasando por el "Colegio República de Colombia", la Universidad Nacional, la Sorbona, hasta llegar a ser doctor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, gracias a un sistema de becas que me posibilitó seguir siendo pilo, soy lo que soy.
¿Cómo podría oponerme a esa alternativa para otros? En modo alguno. Soy un defensor a ultranza del programa "Ser pilo paga", pero sobre todo en la universidad pública. Y por ello voy a trabajar para que desde la Universidad Nacional —que conozco plenamente en todas sus sedes andinas y de frontera— afiancemos un modelo de excelencia para la equidad en formación, investigación y extensión, que contribuya a jalonar el Sistema Universitario Estatal.
La columna vertebral de ese "Sistema de Excelencia en Educación Superior para la Equidad" debe ser el Bien-Estar y la movilidad social, afin de posibilitar que los mejores, entre los menos favorecidos socioeconómicamente, no solo contribuyan a reflejar sino a transformar a Colombia.
Así, quiero convocar a las comunidades académicas de la Universidad Nacional, para que "unidos en la diversidad" movilicemos nuestro Capital Intelectual en pro de un mejor país en donde la innovación, el liderazgo y el emprendimiento sean nuestro sello.
Es decir, el Capital Humano que tenemos y debe multiplicarse, reduciendo las tasas de deserción y garantizando la permanencia de los más de 52.000 estudiantes que tenemos en 94 programas de pregrado y 343 posgrados, para aportar lo mejor de nuestros más de 3.200 profesores, cuyo aumento en planta tendrá que lograrse. Nuestro Capital Estructural que va desde el patrimonio construido a lo largo de 150 años en 8 sedes, pasando por los 617 laboratorios, 59 centros e institutos, y 943 grupos de investigación con sus respectivos impactos. Y el Capital Relacional que nos obliga a renovar con mayor compromiso los votos que hemos contraído con la sociedad, y a Ella con nosotros.
Estoy convencido de que si le apostamos a ser "Imprescindiblemente Académicos", lo demás vendrá por añadidura...