Jorge Tadeo Lozano, la universidad movida por energía solar
Con 24 paneles solares y una turbina eólica se producirá algo más del 8% de la corriente eléctrica que el espacio necesita para el funcionamiento de sus sus equipos.
Redacción Vivir
La Universidad Jorge Tadeo Lozano es ahora la institución educativa con mayor producción de energía solar en Colombia. Detrás de este aporte al análisis y el desarrollo de tecnologías sostenibles está el Centro de Investigación en Procesos de Ingeniería (CIPI), un espacio que pretende replantear los modelos pedagógicos para brindarles a los estudiantes una mayor formación práctica.
Desde hace tres años los directivos de la universidad y los académicos de los programas de ingeniería pensaron en la necesidad de tener un lugar para que los futuros ingenieros químicos, de sistemas, de alimentos y de automatización del país pudieran desarrollar sus investigaciones con los equipos necesarios, además de con conciencia ambiental.
Esta semana se inauguró este centro que, como lo asegura Fernando Rodríguez, uno de sus arquitectos, tiene una infraestructura que contribuye al proceso pedagógico y colabora al ahorro de energía con su estructura iluminada e aireada que permite aprovechar al máximo los recursos naturales y disminuir la utilización de elementos artificiales.
El CIPI cuenta con cuatro áreas en las que pueden realizarse los procesos físicos, químicos y bioquímicos necesarios para la transformación de materias primas en productos con valor agregado. “No es que esto no exista en el país, pero creo que lo que nos hace innovadores es que aquí todos los espacios están agregados y que un estudiante puede ver en un mismo lugar todos los proceso de transformación de los materiales”, señala Édgar Vargas, director del programa de Ingeniería de la universidad.
La producción y utilización de energía limpia es también uno de los aspectos más relevantes de este centro de investigación. Según asegura Vargas, algo fundamental es el desarrollo de biocombustibles, pero a través de residuos de la agroindustria. “Los países producen el etanol a partir de productos alimenticios. Nosotros lo estamos haciendo a través de los residuos de productos como tallos y hojas. Nuestra materia prima no atenta contra la seguridad alimentaria”, agrega el experto.
Para llevar a cabo estos procesos, desarrollaron sistemas que le permitieran al CIPI ser autosostenible. En el techo del edificio hay instalados 33 m² de paneles solares que transforman la energía del sol en corriente eléctrica y que, se calcula, contribuyen en la producción del 8% de la energía que se utiliza para el funcionamiento de los equipos. También hay una turbina eólica de 0,3 kW, otra de las herramientas que permitirán reducir la cantidad de CO2 que el uso del centro libera a la atmósfera.
Para los académicos, la iniciativa no sólo permitirá ponerle un sello verde a los productos que los estudiantes e investigadores desarrollen allí; también es una oportunidad para demostrar la viabilidad del uso de energía sostenible en la capital. “Nuestra experiencia con esta tecnología nos permitirá hacer análisis científicos sobre energía solar y eólica para que pronto pueda implementarse en mayor medida en varios sectores de la ciudad”, dice Vargas.
El laboratorio tendrá un uso principalmente con fines académicos, pero los directivos de la universidad señalan la importancia de tener vínculos con el sector de la economía y que las empresas interesadas puedan recurrir al CIPI para el análisis y la investigación de sus productos, y que los estudiantes aprendan en el proceso.
“La idea es cambiar el modelo educativo para que nuestros estudiantes puedan acercarse al mundo real y práctico a través de los instrumentos que les ofrecemos. Pero, sobre todo, para que se formen conscientes de las contribuciones que la tecnología puede hacer al medio ambiente”, dijo Cecilia Vélez, rectora de la universidad.
La Universidad Jorge Tadeo Lozano es ahora la institución educativa con mayor producción de energía solar en Colombia. Detrás de este aporte al análisis y el desarrollo de tecnologías sostenibles está el Centro de Investigación en Procesos de Ingeniería (CIPI), un espacio que pretende replantear los modelos pedagógicos para brindarles a los estudiantes una mayor formación práctica.
Desde hace tres años los directivos de la universidad y los académicos de los programas de ingeniería pensaron en la necesidad de tener un lugar para que los futuros ingenieros químicos, de sistemas, de alimentos y de automatización del país pudieran desarrollar sus investigaciones con los equipos necesarios, además de con conciencia ambiental.
Esta semana se inauguró este centro que, como lo asegura Fernando Rodríguez, uno de sus arquitectos, tiene una infraestructura que contribuye al proceso pedagógico y colabora al ahorro de energía con su estructura iluminada e aireada que permite aprovechar al máximo los recursos naturales y disminuir la utilización de elementos artificiales.
El CIPI cuenta con cuatro áreas en las que pueden realizarse los procesos físicos, químicos y bioquímicos necesarios para la transformación de materias primas en productos con valor agregado. “No es que esto no exista en el país, pero creo que lo que nos hace innovadores es que aquí todos los espacios están agregados y que un estudiante puede ver en un mismo lugar todos los proceso de transformación de los materiales”, señala Édgar Vargas, director del programa de Ingeniería de la universidad.
La producción y utilización de energía limpia es también uno de los aspectos más relevantes de este centro de investigación. Según asegura Vargas, algo fundamental es el desarrollo de biocombustibles, pero a través de residuos de la agroindustria. “Los países producen el etanol a partir de productos alimenticios. Nosotros lo estamos haciendo a través de los residuos de productos como tallos y hojas. Nuestra materia prima no atenta contra la seguridad alimentaria”, agrega el experto.
Para llevar a cabo estos procesos, desarrollaron sistemas que le permitieran al CIPI ser autosostenible. En el techo del edificio hay instalados 33 m² de paneles solares que transforman la energía del sol en corriente eléctrica y que, se calcula, contribuyen en la producción del 8% de la energía que se utiliza para el funcionamiento de los equipos. También hay una turbina eólica de 0,3 kW, otra de las herramientas que permitirán reducir la cantidad de CO2 que el uso del centro libera a la atmósfera.
Para los académicos, la iniciativa no sólo permitirá ponerle un sello verde a los productos que los estudiantes e investigadores desarrollen allí; también es una oportunidad para demostrar la viabilidad del uso de energía sostenible en la capital. “Nuestra experiencia con esta tecnología nos permitirá hacer análisis científicos sobre energía solar y eólica para que pronto pueda implementarse en mayor medida en varios sectores de la ciudad”, dice Vargas.
El laboratorio tendrá un uso principalmente con fines académicos, pero los directivos de la universidad señalan la importancia de tener vínculos con el sector de la economía y que las empresas interesadas puedan recurrir al CIPI para el análisis y la investigación de sus productos, y que los estudiantes aprendan en el proceso.
“La idea es cambiar el modelo educativo para que nuestros estudiantes puedan acercarse al mundo real y práctico a través de los instrumentos que les ofrecemos. Pero, sobre todo, para que se formen conscientes de las contribuciones que la tecnología puede hacer al medio ambiente”, dijo Cecilia Vélez, rectora de la universidad.