Juliana Urtubey, la colombiana elegida como maestra del año en Estados Unidos
En sus clases rescata las raíces culturales de sus estudiantes, pues muchos de ellos son inmigrantes, e integra a las familias en su proceso de aprendizaje. Enseñó en colegios de Estados Unidos, México, España y Ecuador. Es una de las mejores maestras en educación especial. Esta es su historia.
Paula Casas Mogollón
“Cuando estaba enseñando en quinto grado, en una escuela en Arizona, conocí a un niño divino. Tenía un mercado en su mochila: vendía lápices, gomitas y juguetes, y descubrí que tenía unas gráficas de los objetos más populares, qué le gustaban a las niñas y niños, y cuáles iban a ser las próximas tendencias. Él tenía esta habilidad, pero no podía leer ni escribir su nombre. En ese punto descubrí el impacto de los problemas y las discapacidades de aprendizaje”, recuerda desde su casa en Las Vegas Juliana Urtubey, la bogotana que fue reconocida como la “Maestra Nacional del Año” en Estados Unidos. (Lea: Matrícula cero: aún hay varias preguntas por resolver)
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“Cuando estaba enseñando en quinto grado, en una escuela en Arizona, conocí a un niño divino. Tenía un mercado en su mochila: vendía lápices, gomitas y juguetes, y descubrí que tenía unas gráficas de los objetos más populares, qué le gustaban a las niñas y niños, y cuáles iban a ser las próximas tendencias. Él tenía esta habilidad, pero no podía leer ni escribir su nombre. En ese punto descubrí el impacto de los problemas y las discapacidades de aprendizaje”, recuerda desde su casa en Las Vegas Juliana Urtubey, la bogotana que fue reconocida como la “Maestra Nacional del Año” en Estados Unidos. (Lea: Matrícula cero: aún hay varias preguntas por resolver)
Motivada por esta experiencia, Juliana empezó una maestría en educación especial bilingüe en la Universidad de Arizona. Un programa al que se inscribió, además, impulsada por una ley. Para ese entonces, en el estado se eliminaron los programas de educación bilingüe y se reemplazaron con unos en los que solo se enseñaba inglés. “Fue una de las primeras leyes que hizo el mundo y la vida más difícil para los inmigrantes, para criminalizar las comunidades latinas. Me dio una tristeza profunda, quería ser maestra bilingüe, pero había un huequito en la ley que decía que en la educación especial se podía enseñar en los dos idiomas”, añade.
Como maestra de educación especial ha resaltado las culturas de sus estudiantes, ha comprendido sus raíces y se ha acercado a sus familias. Una conexión que no sintió en la escuela a la que asistió en Chicago, cuando se instaló en Estados Unidos. Lo describe como un colegio gris y en el que el inglés era el único idioma que se hablaba. Un lugar que la hizo infeliz. “Mis papás -un músico neoyorquino y una abogada bogotana- nos reafirmaron la cultura latina. En mi casa siempre se habló español”, señala.
Trabajo con poblaciones que no tienen mucha oportunidad de sentirse exitosos en su aprendizaje. Muchos de mis estudiantes no tienen muy buena autoestima, no se ven como personas que puedan aprender. Para mí lo más importante es que ellos sepan que sí lo pueden lograr”,Juliana Urtubey.
Después de su paso por Chicago, su familia decidió mudarse a Phoenix (Arizona), pero en ese estado no encontraron ni un solo colegio bilingüe. Para mantener su idioma natal su madre, que además de ser abogada era lingüista, les leía libros en español, principalmente de escritores colombianos, y hacía que la música colombiana retumbara por los pasillos de su casa. “Era la forma de mantener la conexión con la cultura de mi país y de América Latina. Ahí está nuestra identidad”, dice.
Las costumbres colombianas las llevó su familia por las calles de Phoenix, de hecho, una de las anécdotas que recuerda de su infancia fue en un festival cultural organizado por el centro comunitario. Las personas del barrio debían preparar un baile típico de su país, la familia Urtubey escogió una cumbia. Entre risas, recuerda que como una de sus hermanas bailaba mejor, iba a ser la mujer en la coreografía con una falda deslumbrante. A Juliana le pintaron un bigote con tiza, y durante toda la presentación solo se arrodilló y agarró un pañuelo. (Puede leer: Universidades: el paro más allá de las protestas)
Pero muchas familias latinas no contaron con la misma fortuna de mantener sus raíces, como los Urtubey. Una realidad que conoció Juliana cuando empezó a ser profesora. “Me ha tocado traducir reuniones entre familias, porque el niño ya no habla español. Debo explicarle a la mamá o la abuela lo que ellos están diciendo para que puedan entender. Espero que eso nunca vuelva a pasar a nadie en este país. A mí me da mucha tristeza pensar en cuántos niños han perdido esa conexión”, cuenta.
Juliana, además de ser docente en Estados Unidos, ha enseñado en aulas de España, México y Ecuador, con el objetivo de entender el contexto de las escuelas públicas, pero sobre todo las razones por las cuales las familias de sus estudiantes migraron. “Llegan muchos niños a Estados Unidos, y cuando les preguntas a los papás por qué dejaron sus países, todos concuerdan en que fue en busca de mejor educación”, afirma. En Guanajuato, México, fue donde más tiempo estuvo explicando la importancia de la educación especial.
“Me di cuenta de que no era un problema con el aprendizaje, sino con los recursos y cómo se proveen para la educación pública”, recuerda. Hace 11 años llegó a Las Vegas, Nevada, para estar más cerca de la familia de su esposo. En el estado da clases desde preescolar, con niños entre tres y cuatro años, hasta quinto grado, al que asisten estudiantes que tienen 12 años. En Crestwood Elementary, la primera escuela en la que dio clases en Las Vegas, empleó una huerta comunitaria como estrategia de educación.
En el patio pintaron murales, sembraron árboles y flores, y quitaron la cerca que rodeaba la escuela. “Quería crear espacios en los que les pudiésemos dar la bienvenida a las familias de los estudiantes. Además, buscábamos darles un espacio a los niños para que aprendieran con sus manos e intuición. Y las frutas y verduras de la huerta las usamos para alimentar a los niños”, cuenta. De ese amor por la naturaleza surgió su apodo: Ms. Earth (Señorita tierra). Su sobrenombre también es un juego con el sonido de su apellido (Earth-to-bey).
Los otros reconocimientos que ha ganado Juliana son el Premio de Enseñanza de Chicanos por La Causa Esperanza Latina, en 2019, y el “Heart of Education”, entregado por la Fundación Rogers en 2018.
Desde hace un año trabaja en la escuela primaria Kermit R. Booker, donde enseña matemáticas, escritura, lectura, comportamiento, aprendizaje social y emocional, y también ayuda a las otras maestras a mejorar su práctica para buscar nuevas herramientas de aprendizaje a los estudiantes. Por su labor en la educación especial y por integrar a las familias de sus alumnos, el pasado 7 de mayo Juliana fue reconocida como la “Maestra Nacional del Año” en Estados Unidos, un premio que le entregó Jill Biden, la primera dama de este país. (Le puede interesar: Casi mil docentes nacionales e internacionales rechazan violencia oficial y militarización en Colombia)
“Fue una sorpresa. Creo que solté un grito por lo que representa como educadora. Enseño en lo que llamamos un Community College, que es para las personas que no tienen los recursos económicos para estudiar en una universidad pública o privada de cuatro años o para aquellos que deben trabajar y estudiar. Nunca he dejado de enseñar”, dice. Ahora, resalta, este premio es una responsabilidad y demuestra que no se puede mejorar la educación pública sin incluir holísticamente y con cariño a las familias en este proceso.
Como maestra del año deberá recorrer las escuelas del país para escuchar las historias, las necesidades y los logros de las comunidades, para luego transmitirlos a los espacios a los que va a tener acceso. Mientras se prepara para ese recorrido, disfruta de su música preferida: los vallenatos clásicos, las notas de los Gaiteros de San Jacinto y el folclor de Totó La Momposina. Hoy, desde su casa en Las Vegas, recuerda con mucho cariño la Universidad Nacional, una institución que le hizo comprender la importancia de la educación pública.