La historia de William Caldera, el colombiano entre los 50 mejores ‘profes’ del mundo
William Caldera está nominado al Global Teacher Prize, considerado como el “Premio Nobel de la Educación”, por su iniciativa “Vamos al cine”, en la que usa esta herramienta pedagógica para enseñar inglés.
Paula Casas Mogollón
En Sahagún, un municipio ubicado en Córdoba y que cuenta con uno de los índices más altos de pobreza, está uno de los mejores 50 profesores del mundo de 2023, elegido por Global Teacher Prize, considerado el “Premio Nobel de la Educación” que resalta la labor de los profesores innovadores y comprometidos. Se trata de William Caldera Pantoja, un cordobés de 57 años que encontró en las películas una particular forma de enseñar inglés.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En Sahagún, un municipio ubicado en Córdoba y que cuenta con uno de los índices más altos de pobreza, está uno de los mejores 50 profesores del mundo de 2023, elegido por Global Teacher Prize, considerado el “Premio Nobel de la Educación” que resalta la labor de los profesores innovadores y comprometidos. Se trata de William Caldera Pantoja, un cordobés de 57 años que encontró en las películas una particular forma de enseñar inglés.
De acuerdo con la organización, los estudiantes de Caldera no solo “so aprendices, sino participantes activos en su propia educación, capacitados para impulsar un cambio positivo en las comunidades donde algún día lleguen a ser docentes”.
Aunque hoy Caldera se destaca por su popular iniciativa “¡Vamos a cine!”, entre sus planes no estaba ser docente y menos de inglés. Cuando estaba en el colegio Liceo Sahagún le encantaba realizar exposiciones y explicarles a sus compañeros varios temas, sobre todo los de inglés y español. Pero, al momento de elegir una carrera, se fue por el lado de la arquitectura. (Lea Bogotá y Sinovac, listas para arrancar con las vacunas. El balón está en manos de Petro)
Todavía, cuenta entre risas, no entiende muy bien por qué prefirió los planos y maquetas. Cuenta que era muy malo en la mayoría de las materias de la carrera, pero había una en la que se consolidaba un estudiante destacado: composición oral y escrita. La profesora de esa clase, de la que no recuerda su nombre, le ofreció un consejo que lo llevó a encontrar su verdadera vocación.
“En uno de los trabajos, ella me hizo una nota muy bonita que concluía con una pregunta: William, ¿por qué no te dedicas a estudiar algo que tenga que ver con letras? Parece que ella me hubiese conocido de antes. Era el mensaje que necesitaba para convencerme”, anota. “Tomé la decisión de retirarme. Llegué hasta tercer semestre de arquitectura en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Cartagena”. Después, empezó a estudiar Idiomas en la Universidad De La Costa, en Barranquilla.
Pero, por temas económicos, Caldera se vio obligado, una vez más, a retirarse de la carrera. Entonces, regresó a Sahagún, mientras buscaba alguna forma de continuar con sus estudios.
“No estaba haciendo nada en Sahagún, ni siquiera podía estudiar, ni trabajar en lo que me gustaba”, comenta. “Fui hasta mi colegio a hablar con el rector para ver si había algún cupo como docente”.
Su primer trabajo en esta institución fue como maestro de inglés en primaria. Dictaba una hora en los cursos de primero a quinto.
El rector le fue incrementando las horas de clase, lo ascendió como profesor de bachillerato e incluso llegó a ser coordinador del colegio. En este proceso, en el que, por medio de un concurso docente, pasó a otra institución (la Normal Superior Lácides Iriarte en Sahagún), siempre lo inquietó una pregunta: ¿Cómo motivar a los estudiantes y crear una experiencia de aprendizaje atractiva?
Cuenta que uno de sus principales objetivos siempre fue “tratar de hacer una metodología que los estudiantes se aburrieran de mí. Pensaba cómo hacer la clase agradable para que ellos se divirtieran y, a su vez, aprendieran”. (Lea Fecode exige que su régimen especial de salud no se reforme)
En busca de esa estrategia pedagógica, Caldera, quien logró graduarse finalmente de Universidad del Sinú, en Montería, conoció a un profesor durante un encuentro de docentes en Cali, en la normal Farallones. Su metodología era bastante curiosa. Consistía en proyectar películas con mensajes educativos a aquellos estudiantes que querían ser profesores.
Inspirado en esa iniciativa, Caldera, junto a sus estudiantes de esa época, fundó “¡Vamos a cine!”. “En el pueblo no había ninguna atracción de diversión, no había sala de cine, no había nada. A ellos les gustó la idea”, comenta. La primera sala la armaron con los recursos que fueron encontrando en el colegio. Según cuenta, consiguieron unas columnas que un profesor de artes había elaborado para una ceremonia de grado y las usaron para poner una varilla y una sábana blanca grande con el propósito de que hiciera la función de una pantalla.
Basado en una lista que le había enviado el profesor de Cali, Caldera comenzó a proyectar películas todos los viernes en el colegio. “Ese día se convertía en una fiesta. No solamente iban los estudiantes del colegio, sino alumnos de otros lugares, padres de familia”, anota. Caldera, poco a poco, fue reconociendo el potencial del cine como herramienta pedagógica.
El siguiente paso, añade Caldera, era vincular esta herramienta con la educación y que no se quedara solo en proyectar películas los viernes. “Le dije a los ‘pelaos’, ‘vamos a integrarla con inglés’. Para ello vamos a rehacer una película en inglés, videos de no más de cinco minutos. Comenzamos con Viva Cuba”, recuerda.
“¡Vamos a cine!”, desde entonces, ha conseguido ampliar sus fronteras y no solo ha estado en Sahagún. También ha llegado a otras veredas y otros pueblos. Incluso, comenta Caldera, los niños y niñas de la Sierra Nevada de Santa Marta han participado de esta estrategia. Tras 12 años de funcionamiento de la iniciativa, Caldera dice que ha sido el mejor escenario para enseñar, porque ahí es donde se pueden motivar a los futuros profesores.
A los ojos de Caldera, esta iniciativa “es una manera de inspirarlos. De hecho, algunos me dicen que decidieron estudiar inglés a raíz de esa motivación fuerte que tuvieron en mis clases. Ahí logro entender que uno como profesor nunca visión hasta dónde impacta la vida uno de los estudiantes”.
Esta iniciativa no solo se ha enfocado en transformarse en una herramienta de enseñanza, Caldera también le ha puesto un sello social. Un ejemplo de las actividades que han realizado es la de la construcción de dos casos durante la pandemia. “Era para dos familias de estudiantes del colegio en extrema pobreza. Los padres y estudiantes pusieron la mano de obra. Ya después una empresa se enteró y nos ayudó a concluir ambas obras”, cuenta.
Ahora que está nominado al Global Teacher Prize, asegura que esto que no es solo un reconocimiento a su labor, sino a la de todos los profesores y es un mensaje para que comprendan que con su trabajo pueden “cambiar los territorios en los que nos encontramos. De pronto no podemos cambiar el mundo entero, pero sí en esas zonas donde ejercemos nuestra docencia”.
👩🏫📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre educación? Te invitamos a verlas en El Espectador. ✏📚