Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace poco más de un año fue lanzado ChatGPT, un chatbot que -por ahora- ofrece información escrita de forma clara al usuario. Se basa en un modelo de lenguaje que utiliza inteligencia artificial generativa (IAG) y logró alcanzar en solo cinco días un millón de usuarios. Para contextualizar la magnitud de este hito, Facebook tardó 10 meses y Twitter dos años en alcanzar el mismo número de usuarios. La popularidad de la IAG radica en lo que hacen las aplicaciones que utilizan sus modelos. Algunas de estas aplicaciones permiten generar imágenes reales o escribir un documento a partir de criterios determinados, actividades que eran impensables hace un par de años. La velocidad de los avances es tal, que la semana pasada Google lanzó Gemini, su modelo multimodal de IA (por ahora solo disponible en inglés). Es decir, que ahora Bard (el bot de Google) entiende y produce varios tipos de información (e.g., texto, código e imágenes). (Lea Inteligencia artificial: transformando la práctica médica)
La IA no es un tema reciente. A mediados del siglo pasado Herbert Simon (1952) decía que “las máquinas serían capaces, en menos de 20 años, de hacer cualquier trabajo que un hombre pueda hacer”. Su predicción tardó en cumplirse, en gran medida porque en ese entonces no se contaba con la capacidad computacional, la cantidad de datos y los tipos de modelos que permitieron que en el último año estemos expuestos a aplicaciones como Amira, DALL-E, Khanmigo, entre otras.
Si bien estas aplicaciones tienen un gran potencial para transformar la educación, es necesario reconocer que también tienen serios problemas e implicaciones éticas. Para nombrar algunas, estos modelos han sido entrenados con información de internet, que puede contener datos falsos, desactualizados, comentarios racistas y/o sexistas. Existen también desafíos alrededor de la propiedad intelectual y el manejo de datos. Estamos expuestos a riesgos desconocidos y se puede hacer un uso malintencionado. Y aunque, desafortunadamente, el mal uso de productos siempre ha existido, lo que hace que ahora esto tenga mayor relevancia es la escala y velocidad facilitadas por la IA para realizar un acto perverso. Su nivel de precisión es tal, que fácilmente se puede considerar algo como “auténtico” cuando en realidad no lo es. (Lea ¿Cómo regular los sistemas de inteligencia artificial?)
A pesar de estos problemas, la IA utilizada de forma efectiva y responsable tiene un gran potencial para transformar la educación. Como me dijo a inicios de este año mi mentor, es la revolución más importante para la educación en las últimas décadas. Mucho se ha hablado de los cambios o las nuevas pedagogías para transformar las prácticas educativas, pero poco se ha logrado. La implementación de estos cambios ha fallado, en parte, por la falta de recursos tanto de tiempo como económicos, así como por la ausencia de herramientas rápidas y escalables para su ejecución. Esta nueva tecnología ofrece herramientas claves para actualizar procesos en el aula sin demandar muchos recursos. Vale la pena aclarar que los docentes no seremos reemplazados, sino que tendremos más información y tiempo para enfocarnos en lo que de verdad importa: apoyar los procesos de aprendizaje de nuestros estudiantes. (Lea Desafíos éticos y sociales, la frontera de la inteligencia artificial)
En un país como Colombia, donde un profesor de colegio tiene en promedio 40 estudiantes en el salón de clase, la IA ofrece innumerables posibilidades para apoyar y transformar su práctica docente. Quienes somos docentes sabemos (y la ciencia lo ha demostrado) que la retroalimentación es un elemento fundamental para el aprendizaje. Sin embargo, por falta de tiempo no podemos dar la retroalimentación que se requiere para realmente apoyar el aprendizaje de nuestros estudiantes. Y cuando se logra dar retroalimentación, en la mayoría de los casos no es inmediata porque se necesita tiempo para escribirla. Varios estudios demuestran que cuando pasa un largo período entre la entrega de un ejercicio y la recepción de la retroalimentación, esta última es poco efectiva. La IA ofrece soluciones a estos retos. Con lo que se tiene en estos momentos, estas aplicaciones pueden apoyar al docente en procesos de retroalimentación de forma inmediata e individualizada para cada estudiante.
Son innumerables los casos en los que esta nueva tecnología puede contribuir al trabajo de un docente. La IA tiene el potencial de apoyar los procesos de planeación, enseñanza y evaluación. Se puede convertir en un asistente de los docentes para realizar tareas administrativas. Al mismo tiempo, ofrecer información valiosa al docente para guiar a sus estudiantes a partir de sus necesidades. El profesor entonces podrá tener más tiempo para enfocarse en facilitar un ambiente apropiado para aprender, algo fundamental en la educación. Para ofrecer una perspectiva más clara, hace unos meses propuse un marco inicial de apoyo de la IA para la práctica docente denominado DIA. La IA ofrece a los docentes oportunidades para diseñar, idear y aliviar (tareas administrativas) su práctica en el aula.
Para un estudiante, estas nuevas tecnologías ofrecen grandes posibilidades para su aprendizaje. Por ejemplo, las tutorías han demostrado ser efectivas de forma consistente. Cuando tenemos la posibilidad de aprender 1:1, podemos profundizar conceptos o hacer esas preguntas que no nos atrevemos a hacer al frente de todo el grupo. Hace poco más de un año, tener a un tutor para cada estudiante en un salón era algo impensable. No obstante, aplicaciones basadas en IA ofrecen esa posibilidad.
Con las aplicaciones basadas en IA, hoy un estudiante puede hacer preguntas y recibir respuestas de uno de estos agentes. A medida que pase el tiempo, estos agentes irán progresando para hacer muchas más cosas. Por ejemplo, un tutor podría dibujarle una gráfica a un estudiante para mostrarle en dónde está el error en una ecuación propuesta.
Para poder aprovechar los beneficios de la IA, tanto docentes como estudiantes tienen que ser formados. Es urgente que todo el sector educativo del país entienda qué puede y qué no puede hacer la IA, así como entender cómo funciona y cómo utilizarla. Saber cuáles son las capacidades y limitaciones contribuirá a un uso responsable de esta tecnología. También es importante educar en cómo se aprende con la IA.
Por ejemplo, la forma en que se realiza una pregunta hace la diferencia en el tipo y la calidad de respuesta que se recibe. Para lograr una interacción efectiva con estos agentes en forma de chatbots hay que saber preguntar y dar instrucciones. Es clave además fomentar una actitud crítica para indagar constantemente: ¿de dónde viene la información y qué tan creíble es? La formación en pensamiento crítico, que en lenguaje sencillo se refiere a aquello en lo que se decide creer, toma más relevancia que nunca con la IA. Muchos crecimos con el dicho “ver para creer”, pero estas nuevas tecnologías demandan una actitud opuesta. Ver un video en internet ahora implica preguntarse si en efecto es real, si ha sido editado y por quién fue producido.
A nivel de gobierno es claro que esta es una tecnología que requiere ser regulada y tiene riesgos asociados, pero no por ello debe dejar de ser utilizada ni mucho menos prohibida. Para apoyar la adopción de la IA en todas las instituciones educativas del país, además de formación, es indispensable garantizar el acceso a dispositivos y una buena conectividad. Durante muchas décadas la prioridad de los sistemas educativos se centró en que los estudiantes adquirieran y perfeccionaran conocimientos. Si bien es importante que se definan conocimientos fundamentales, en un presente y futuros mediados por la IA (o por otras tecnologías digitales) es más relevante definir las habilidades que le permitirán a los estudiantes desarrollar mentes flexibles.
El conocimiento está avanzando y cambiando rápidamente, pero si como país le apostamos a formar ciudadanos que cuenten con las habilidades para aprender, estos individuos podrán ser efectivos tanto en la etapa escolar como en la laboral e incluso a nivel personal. Otra oportunidad que ofrece la IA es la posibilidad para lograr una inclusión real de las personas con diferencias intelectuales en el sistema educativo, quienes por mucho tiempo han estado por fuera.
Existe un abanico con infinitas posibilidades. En un año muy seguramente habrá nuevos desafíos, así como nuevas oportunidades. La llegada de las nuevas tecnologías a la educación siempre genera una gran expectativa. La incorporación de los computadores es un claro ejemplo de ello. Una de las razones por las cuales estos dispositivos no lograron el cambio deseado es porque en cierta medida se utilizaron para reemplazar prácticas tradicionales de enseñanza. En vez de copiar en el cuaderno, los estudiantes copian la información en unas diapositivas para hacer una presentación. Diferentes investigaciones demuestran que copiar es una actividad que no contribuye al aprendizaje.
Si se sabe aprovechar, Mientras que avanzamos en su implementación, los invito a preguntarse diariamente, ¿qué les estamos pidiendo hacer a los estudiantes y por qué?
PS: si bien no está directamente relacionado con la educación, no puedo dejar de mencionar el costo ambiental que actualmente genera entrenar estos modelos de IA; el uso de recursos energéticos es altísimo.
* PhD. Investigadora posdoctoral en el Acelerador para el Aprendizaje de la Universidad de Stanford.