‘La Sabana tiene una tasa de deserción seis veces menor al promedio nacional’: rector
Rolando Roncancio, rector de la Universidad de La Sabana, habló en entrevista con El Espectador sobre los retos que le dejó la pandemia del covid-19 a la educación, así como de las estrategias que han adelantado enfocadas en el cuidado de la salud mental, la prevención de violencias basadas en género y la sostenibilidad.
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Rolando Roncancio, abogado de la Universidad de La Sabana, se ha desempeñado como rector de esa institución educativa desde diciembre de 2020. Roncancio también es magíster y doctor en Gobierno y Cultura de las Organizaciones de la Universidad de Navarra, en España. Antes de ser rector de La Sabana, fue vicerrector de Procesos Académicos y Proyección Social de la universidad.
En entrevista para El Espectador, detalló los retos educativos y financieros que dejó la pandemia del covid-19, en la universidad, así como las estrategias de la institución educativa para tener una tasa de deserción “seis veces menor al promedio nacional”.
¿Qué balance hace de los retos y las enseñanzas que dejó la pandemia para la Universidad de La Sabana?
Los años de pandemia trajeron muchos retos para el mundo. Realmente es un gran cambio y todos los grandes cambios hacen que nos enfrentemos a grandes retos, pero también a oportunidades. Aunque vuelva a lugares comunes, este tiempo de pandemia causó gran aceleración en varias cosas. Aunque daba temor que mediación tecnológica de la educación fuera en contra de la calidad, eso tuvo que acelerarse y fue magnífico. Hubo una gran incertidumbre en relación con la sostenibilidad de las universidades, pero también preguntas sobre qué cosas debemos variar y transformar de los modelos de educación para atender las nuevas realidades que también dejó la pandemia, como la epidemia de salud mental y las brechas grandes de conocimientos en los estudiantes.
¿Cuáles son los retos financieros que enfrenta actualmente la universidad?
Las universidades enfrentamos retos financieros potentes y diversos. Yo diría que al menos tres grupos de retos. Uno que tiene que ver con cómo balancear el servicio, el cuidado de los estudiantes, de nuestros profesores, del resto de nuestros empleados, el compromiso con la región, en el marco de una educación de alta calidad, dentro de unas variables macroeconómicas muy complicadas que terminan afectando fuertemente el funcionamiento de las universidades.
Otro reto, que ya venía antes de la pandemia y acompaña el desarrollo de muchos países, es la caída estructural en la población. Los jóvenes en edad de estudiar cada vez son menos. Por otro lado, en nuestro país, eso se relaciona paradójicamente con que apenas tenemos un 51.6 % de cobertura en educación superior.
Y esto nos lleva al tercer grupo de retos para la sostenibilidad económica de las universidades y tiene que ver con el modelo de financiamiento del sistema de educación en Colombia, que es un sistema mixto como ninguno en el mundo. La mitad de cupos universitarios son ofrecidos por universidades oficiales y la mitad por no oficiales. Es uno de los sistemas que lo han hecho así más exitosos, pero tiene unas necesidades como todo sistema de financiamiento. Ahí hay unos retos grandes.
¿Cómo analizan ustedes las decisiones tomadas por el gobierno con programas como Generación E o Ser Pilo Paga?
Esos son programas de fomento a la demanda. Es necesario, en mi opinión, que haya esos programas en un sistema que es mixto. En el marco de que haya programas sostenibles, de fomento a la demanda, yo creo que es válido que cada gobierno le dé su matiz, pero sin destruir lo que hay.
Un buen ejemplo es “Jóvenes a la U”, que es un proyecto de fomento a la demanda donde todas las universidades aportamos, pero con un matiz especial y es que los estudiantes no tienen resultados tan altos como en Ser Pilo Paga, pero también tienen una necesidad económica. Residen en el distrito, y entonces pueden acceder a universidades de calidad con un aporte del gobierno distrital, de las mismas universidades, y con unos modelos de financiamiento, de bonos sociales y demás. Yo creo que ese tipo de programas emergentes son buenos caminos. Tenemos entre todos que avanzar a un modelo donde hagamos una gran coalición por el sistema de educación mixto, que sea sostenible y con empleabilidad.
¿Cuáles son las estrategias que están empleando para temas de salud mental y de violencias basadas en género?
En la universidad, desde siempre, hemos puesto el foco central en la formación integral y en la atención personalizada de los jóvenes. Y en consecuencia, la salud mental ha estado en el centro, más allá de que estamos viviendo, lo que podría ser una epidemia de salud mental. Hay datos de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun) que dicen que el 55 % de los jóvenes universitarios manifiesta mayor irritabilidad después de la pandemia, el 38 % no le encuentra sentido a la vida y la disminución de la autoestima se presenta en el 34 %. Nosotros desde el 2003 creamos la Línea amiga, que es un servicio de psicólogos puesto por la universidad 24/7, atendemos más de mil consultas en promedio al año.
Pero yo diría que el marco fundamental de estos temas de salud mental es el ambiente de respeto y la cultura de solidaridad que hemos nutrido desde la fundación de la universidad y que se construye con los años. Además de la Línea amiga, tenemos el centro médico, el centro de atención psicológica y la asesoría académica personalizada: todo estudiante tiene derecho a que se le asigne un asesor académico. Si se crea un ecosistema o un ambiente que le llena de sentido la existencia, y de compañía, pues eso ayuda mucho.
En relación con los temas de violencia basada en género tenemos un programa muy estructurado de prevención y de atención. Y el centro de ese programa está en nuestro protocolo para tratar casos de acoso, de violencia sexual y violencia basada en género.
En la universidad rechazamos cualquier tipo de violencia o comportamiento contrario a la dignidad humana o a los derechos fundamentales.
¿Cómo están haciendo para garantizar que la educación realmente sea un derecho y qué planes están implementando para la deserción y el abandono?
Según el Sistema para la Prevención de la Deserción de la Educación Superior (Spadies), en los últimos dos periodos medidos, el promedio nacional de deserción por periodo es del 12.3. En las universidades acreditadas, eso tiene una mejor cifra, que es el 8.2, pero todavía un comportamiento alto. En la Universidad de La Sabana, esa cifra equivale al 2.4.
Además, tenemos aprendizaje experiencial en el 36 % de las asignaturas. Los profesores usan aprendizaje de servicio, aprendizaje basado en retos o aprendizaje por proyectos, y eso asegura mucho el aprendizaje porque cuando te enfrentas a la experiencia, entonces el aprendizaje se vuelve verdaderamente significativo, se fija y se vuelve un aprendizaje intrínseco. Entonces, una deserción que es seis veces inferior al promedio nacional y cuatro veces inferior al promedio de las universidades acreditadas, demuestra que sí se puede hacer un cierre de brechas con altísima calidad.
¿Cuál es el aporte de la formación que ofrece la Universidad de La Sabana a la sociedad?
Una dimensión de lo que busca un estudiante en una universidad es precisamente obtener una profesión para poder sacar adelante su proyecto de vida y ser pertinente en el mundo laboral para servir, llevar las competencias que se necesitan, prestar los servicios y crear valor en una empresa o en el gobierno.
En ese sentido, el aporte de la Universidad de La Sabana desde su educación, se ve en los resultados. Estamos formando, según las últimas Pruebas Saber Pro, los mejores abogados, los mejores comunicadores, los mejores educadores, los mejores psicólogos, los mejores ingenieros químicos. Estamos dentro de las tres mejores. Por otra parte, cuando se pone en el centro del currículum el aprendizaje experiencial, es decir, la solución de problemas reales, se está conectando a la universidad con el entorno.
¿Cuáles son esas acciones o estrategias que están empleando desde la universidad para la protección del medio ambiente?
Nosotros teníamos un plan de cuatro prioridades estratégicas y el año pasado creamos una nueva prioridad estratégica que tiene que ver justamente con esa dimensión de la sostenibilidad. El tema de la sostenibilidad ambiental tiene cuatro grandes dimensiones o dominios: lo que uno llamaría campus verde, que es la sostenibilidad desde el punto de vista del propio campus; la sostenibilidad ambiental en lo curricular, que es la formación de competencias, la alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible en las materias; la sostenibilidad de las propias operaciones de la universidad; y el aporte que se haga a la sostenibilidad del ecosistema.
En materia de campus sostenible, por ejemplo, uno de los proyectos que tenemos para el próximo año es cerrar nuestra certificación en carbono neutralidad. Nosotros estamos compensando una huella de carbono de unas 3.000 toneladas de gases de efecto invernadero equivalentes, este año sembramos para eso unos 30.000 árboles. Y estamos midiendo la huella de agua también.
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