Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Un grupo de graduados en Derecho en California (EE.UU.) demandó hace unos meses a sus universidades por haberles creado falsas expectativas laborales. Tras haber invertido en sus estudios miles de dólares, no lograban encontrar un empleo. El destino para muchos graduados universitarios, tanto allí como en otros muchos países, es dedicarse a doblar ropa en algunos grandes almacenes.
“Incluso nuestras mejores escuelas están fracasando a la hora de preparar a los estudiantes para el siglo XXI”, admite Tony Wagner, experto en educación de la U. de Harvard. Esto preocupa en EE.UU., donde la tasa de desempleo es del 7,4%, y en muchos otros países con tasas similares. ¿Qué es lo que está fallando?
Según muchos expertos, la clave está precisamente en la falta de adecuación entre la formación y las necesidades de las empresas. El número dos de recursos humanos del gigante tecnológico Google, el rumano Laszlo Bock, declaró que el expediente académico “ha dejado de importar”. Según este ejecutivo, no hay correlación entre las notas obtenidas y el posterior rendimiento profesional. Como mucho, anotó, los buenos registros académicos sirven “para encontrar el primer empleo”. Algo que en cualquier caso puede tener una gran trascendencia futura. Según el catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid Antonio Cabrales, ese primer empleo “condiciona el resto de la trayectoria profesional”.
“Lo que sucede es que el currículum ya no es sólo el expediente académico, sino el conjunto de habilidades y experiencias adquiridas”, explica Juan José Dolado, coautor de Propuestas para la reforma de la universidad, un trabajo del centro de estudios progresista Fundación Alternativas.
Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia de la London School of Economics, resume así las habilidades necesarias para competir en una economía globalizada: “Saber analizar la información, saber la estadística necesaria para interpretar datos; poder formular un argumento; nociones de programación; conocer idiomas y ser creativo en la solución de problemas”. José García Montalvo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, añade a estos requisitos la capacidad de tener en cuenta los aspectos económicos de cualquier problema.
La directora de servicios profesionales de la agencia de colocación Adecco, Susana Sosa, asegura que las grandes diferencias entre quienes buscan empleo no se hallan en la parte más técnica, sino en las competencias. Esto es, hay carencias a la hora de trabajar en equipo, liderar, comunicar y analizar.
Una de las aparentemente más básicas es el dominio de otros idiomas. “Saber inglés es como saber leer y escribir. Sin inglés es como si uno fuera analfabeto en la economía global”, apunta Garicano.
Otra de las habilidades básicas que reclaman los empleadores y que no parece tan común es la capacidad de exponer bien una idea. Mike Summers, directivo de la multinacional informática Dell, reveló al profesor Wagner que la compañía está sorprendida por la dificultad para comunicarse que tienen algunos jóvenes. Según describe, estas carencias son notables tanto a la hora de escribir como de expresarse oralmente de manera clara y concisa.
La relación con las máquinas será clave en el futuro laboral. “El valor añadido será hacer algo que las nuevas tecnologías aún no puedan desempeñar”, expresa el investigador de LSE Carsten Sorensen, para quien el futuro laboral vendrá determinado por una presencia cada vez mayor de las máquinas en el espectro laboral.
Los expertos coinciden en que es esencial mejorar la formación de los jóvenes, de manera que puedan responder mejor a las necesidades de una competencia marcada por la globalización, la tecnología y la transformación constante de procesos.
Pero ¿qué es “buena formación”? Para el profesor Garicano, mala formación es darle al estudiante unos párrafos para memorizar y que él los reproduzca en el examen. “¿De qué puede servir esto?”, se pregunta. Por el contrario, “buena formación es investigar el tema y razonar una conclusión”.
La autora de The Smartest Kids in the World (Los niños más inteligentes del mundo), Amanda Ripley, sostiene que enseñar a pensar es la clave del éxito en el futuro, aunque cree que muy pocos países lo están logrando. Y el investigador de la LSE Carsten Sorensen asegura que el gran desafío es que los jóvenes adquieran un pensamiento independiente para que puedan desafiar el statu quo.