Las fracturas del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional
Serios problemas de humedad y grietas en los muros son algunos de los inconvenientes que tienen los edificios que albergan la colección biológica más importante del país, con 3.5 millones de ejemplares. Para construir unos nuevos se requieren $80.000 millones, pero no hay plata para hacerlos.
Andrés Mauricio Díaz Páez
Han pasado 240 años desde que José Celestino Mutis emprendió la Expedición Botánica, la primera gran empresa científica que buscó hacer un inventario de los recursos naturales de lo que hoy es Colombia. Aunque en total se recopilaron unas 24.000 especies vegetales, la mayoría fueron trasladadas a España y hoy se encuentran en el Real Jardín Botánico de Madrid. Mutis, sin embargo, marcó el inicio de las colecciones científicas en el país, que seguirían creciendo después de su muerte.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Han pasado 240 años desde que José Celestino Mutis emprendió la Expedición Botánica, la primera gran empresa científica que buscó hacer un inventario de los recursos naturales de lo que hoy es Colombia. Aunque en total se recopilaron unas 24.000 especies vegetales, la mayoría fueron trasladadas a España y hoy se encuentran en el Real Jardín Botánico de Madrid. Mutis, sin embargo, marcó el inicio de las colecciones científicas en el país, que seguirían creciendo después de su muerte.
Al español lo siguieron hombres como el botánico José Triana que, en 1850, lideró la Comisión Corográfica de los Estados Unidos de Colombia, en la que reunió 5.000 ejemplares de plantas que se conservan laminadas. Algunas, y otros tantos dibujos de la expedición de Mutis recuperados después de la Independencia, conformaron el primer inventario de lo que hoy es el Instituto de Ciencias Naturales (ICN) que ocupa dos edificios de la Universidad Nacional. Es la colección científica más grande del país, pero está en riesgo. (Lea: Se “rebosó la copa” en la facultad de Economía de la U. del Rosario)
Entre el Herbario Nacional, donde reposan las láminas de plantas colectadas hace más de 200 años, y las colecciones de insectos, aves, anfibios y otras nueve clasificaciones, hay 3.5 millones de ejemplares. El problema es que están en dos edificios agrietados, con filtraciones de humedad, averías en techos y pisos. Es tan grave que ya hay un proyecto para construir un nuevo instituto, pero hay otro inconveniente: no hay plata para levantarlo.
Un viejo problema
El Instituto de Ciencias Naturales (ICN) está conformado por dos edificios que quedan muy cerca de la entrada de la calle 53 de la U. Nacional. Allí se encuentran el Museo de Historia Natural, las colecciones científicas, el Herbario Nacional, varios laboratorios y los salones de la Facultad de Ciencias.
El primer edificio se construyó en la década de 1970 y el segundo en la de 1980. Entonces, no existía una normativa que exigiera a los edificios hacerse sismorresistentes. Además, como explica Gonzalo Andrade, actual director del ICN, fue una construcción diseñada para albergar un museo de historia, no colecciones científicas como las que hoy custodian. (Lea: Congreso aprueba Matrícula Cero y solo falta la firma de Petro para que sea ley)
“El primer edificio se hizo bajo un diseño que contempla que el edificio se mueva levemente a lo largo del año”, explica Andrade. En cambio, el segundo es estático, pero se construyó pegado al primero. Con el movimiento, aunque es leve, se generan fracturas en la estructura de los edificios, que desde hace varios años son evidentes en paredes y techo, donde hay grietas.
Ante el deterioro, en 2016 la Universidad Nacional solicitó a la Curaduría Urbana una licencia para hacer un reforzamiento estructural de los edificios. En línea con la normativa vigente sobre sismorresitencia, emitida en 2010, la respuesta fue que, antes de reforzarlo, era necesario adecuar la estructura para resistir a eventos sísmicos. Pero, dice Andrade, con los 7.700 metros cuadrados que tienen los edificios, “nos sale más barato hacer unos nuevos”.
La resistencia a los sismos no es el único problema que tienen. La Oficina de Gestión Ambiental de la universidad, dentro de los diagnósticos de riesgos que se presentan en el campus, clasificó al ICN como parte de los edificios que se encuentran en riesgo alto ante períodos prolongados de lluvias con intensidades de 15 milímetros por hora o superiores, por las filtraciones de humedad. (Lea: El 10 % de los niños en el mundo trabaja en vez de ir a la escuela)
Los períodos de sol tampoco le favorecen. El edificio se encuentra junto a un área declarada como protegida por la universidad, en la que hay 78 especies de flora nativa de la sabana de Bogotá. “Son árboles que necesitan de mucha agua para sobrevivir. Entonces, cuando no hay lluvias, absorben el agua del suelo”, explica Andrade. Esto termina afectando las cimentaciones de los edificios por su falta de soporte ante los cambios o movimientos en el terreno en el que se encuentran.
Hay planes, pero no hay presupuesto
El 18 de julio de 2019, el Instituto de Ciencias Naturales recibió la visita de Ricardo Lozano, entonces ministro de Ambiente. Ese día se comprometió a buscar recursos para la construcción de un nuevo edificio.
Ese año se empezaron a discutir, entre arquitectos, profesores e investigadores del ICN y la Facultad de Ciencias, las necesidades que deberían cubrirse con los nuevos edificios. El objetivo era contar, esta vez sí, con espacios adecuados para las colecciones y los procesos de investigación. De acuerdo con Andrade, la facultad aportó $600 millones para iniciar los estudios de suelo y los primeros diseños. (Lea: ¿Qué ha pasado con las denuncias de homofobia en colegio privado de Medellín?)
Como resultado, luego de tres años de trabajo, se diseñó un proyecto que contempla la construcción de cuatro edificios nuevos. Dos de ellos estarían destinados a las colecciones científicas: uno al Herbario Nacional, que cuenta con más de 600.000 ejemplares, y otro a las 12 colecciones restantes. En otro se albergaría la parte administrativa de la facultad y el instituto, además de laboratorios para investigación y curaduría de ejemplares, cuartos fríos y de almacenamiento de individuos. El cuarto edificio tendría salones, salas, oficinas y otros espacios para estudiantes y docentes.
Según los diseños, se trata de un área construida de 12.000 metros cuadrados. Incluso, la Universidad Nacional, dentro de su Plan Global de Desarrollo 2022-2024, incluyó dentro de las acciones que se espera ejecutar en el campus la de “estudiar la solicitud de la Facultad de Ciencias de la sede Bogotá” para llevar algunos proyectos de infraestructura a fase 3. Esto significa que cuenten con estudios de diseño, factibilidad y costos.
“Hoy ya sabemos que el proyecto cuesta $80.000 millones y tenemos todo listo para empezar. Si mañana nos dieran la plata, podríamos empezar a tramitar la licencia de construcción”, apunta Andrade. (Lea:El próximo 20 de julio deberá presentarse la reforma a la educación: Petro)
El problema es que la universidad no tiene dentro de su presupuesto un rubro destinado para este proyecto ni para otros edificios de la Facultad de Ciencias que se planea construir. Tampoco es el primero en prioridad, pues hay otros, como los de Biología y Farmacia, que tienen fallas estructurales más graves. Intentamos conversar con Dolly Montoya, rectora de la U. Nacional, para saber sus planes frente al ICN, pero al cierre de esta edición no habíamos obtenido respuesta.
Por otra parte, dentro de las bases del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno Petro, se anunció la creación de un “plan de infraestructura educativa” para destinar recursos a este sector. Al respecto, la ministra de Educación, Aurora Vergara, anunció el pasado 29 de mayo que dentro de las obras de infraestructura priorizadas para este Gobierno se encontraba el edificio de Artes de la Unal, pero no mencionó el proyecto del ICN.
El Ministerio de Ambiente, que recibe asesoría técnica del ICN, tampoco cuenta con recursos para el proyecto. En octubre de 2022, cuando le presentaron los diseños a Arturo Luna, entonces ministro de Ciencia, también se comprometió a ayudar a buscar recursos, pero no de esa cartera.
Según Andrade, la alternativa, ahora, es buscar dinero a través de convocatorias del Estado, donaciones de privados o por medio de la cooperación internacional enfocada en la educación o en la ciencia. El proyecto se diseñó para hacerse por etapas. “Si tenemos toda la plata, hacemos los cuatro edificios. Pero si nos llegan 20.000 millones, arrancamos por uno”, puntualiza Andrade.
Hacer los cuatro edificios tomaría, según los planes, 16 meses. Lo mismo tomaría cada edificio si se hacen por separado. Pero mientras no haya certeza de cuál será la fuente de la que saldrán los $80.000 millones de pesos que se requieren, la colección científica más importante del país continuará en riesgo.