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Ayer Colombia tuvo una visita inusual. En la Universidad EAN, en Bogotá, se hizo un evento que contó con la participación de Michael Kremer, Nobel de Economía que ha ganado popularidad por haber dedicado gran parte de su investigación en buscar alternativas para aliviar la pobreza y en llevar a cabo ensayos experimentales aleatorios en espacios educativos. Fue un enfoque por el que, en parte, le otorgaron el prestigioso galardón en 2019 y con el que ha llevado a cabo estudios en países de África y América Latina.
Kremer, estadounidense y hoy profesor de la Universidad de Chicago, vino a Colombia invitado por la Fundación Santo Domingo. En nuestro país, como recordó ayer en el evento titulado “¿Cómo transformar la educación en Colombia? Un reto colectivo”, también llevó a cabo un importante trabajo en la década de los 90. Junto con un equipo de trabajo conformado por Juan Esteban Saavedra, economista colombiano y PhD en política pública; Eric Bettinger, PhD en economía, y Maurice Kugler, PhD en economía, desarrolló un plan que ha cobrado gran popularidad: el Programa de Ampliación de Cobertura de la Educación Secundaria (PACES). Sus resultados aún son destacados entre la comunidad académica.
Sin entrar en muchos detalles técnicos, esta iniciativa tenía como objetivo que estudiantes de quinto de primaria de estratos 1 y 2 accedieran a unos bonos para pagar la matrícula en un colegio privado del país. “Suministramos más de 125 mil bonos y los renovábamos cada año. Los beneficiados debían demostrar que habían aprobado el año escolar y entregábamos unos incentivos para sacar buenas notas”, explicó Kremer. Cada uno de los bonos equivalía en ese entonces a US$244. (También puede leer: EL PAE, un valioso programa que requiere ajustes. ¿Los podrá hacer Petro?)
Como el presupuesto de este programa era limitado y hubo varias familias interesadas en acceder a un bono, entonces, agregó Kremer, el Gobierno decidió repartirlos por sorteo. “En ese momento ese sorteo, que fue computarizado, no tenía como propósito la investigación, sino que su finalidad era mejorar la equidad. Sin ser nuestra intención, con la aleatorización terminamos realizando un experimento similar al que se emplea para determinar la efectividad de las medicinas”, apuntó.
Esa metodología les permitió, con el tiempo, comparar a los estudiantes que accedieron a los bonos con los que no lo habían logrado. Los resultados, publicados en 2002 en la revista American Economic Review, mostraban buenas noticias. El equipo encontró que el acceso a la educación superior había incrementado en un 10 %, la tasa de permanencia y de graduación incrementó en un incremento 25 % y el ingreso mensual de los beneficiarios creció en un 10 %. Además, se redujo la tasa de deserción y hubo una menor posibilidad de trabajo infantil.
“El análisis de datos lo realizamos 20 años después de que la persona recibiera el beneficio. Además de estudiar el acceso a la educación secundaria, observamos el impacto en la educación superior y en el mercado laboral”, comentó Juan Saavedra, profesor de política pública en la Universidad de Harvard.
Cuatro años después realizaron otro estudio para medir el impacto del programa. También los publicaron en la revista American Economic Review. Encontraron que los estudiantes habían tenido un mejor desempeño en las pruebas Icfes, en comparación con los no beneficiados y un aumento del 20% en las tasas de graduación. (Le puede interesar: ¿Cuáles son las prioridades legislativas en educación? Esto dijo ministro Gaviria)
Para Kremer, estas cifras comprobaron que la inversión en este programa tiene un gran retorno para el Gobierno. “Fue beneficioso, incluso desde el punto de vista fiscal y contribuyente, porque estas personas terminaron ganando más dinero y hoy pagan más impuestos. Por ejemplo, si el Gobierno tomó un préstamo internacional, este se pagó con estos impuestos”, dijo.
Aunque este programa llamó la atención a investigadores del MIT, el Banco Mundial o el Banco Asiático de Desarrollo y se tomó como un ejemplo de política educativa antipobreza exitosa, en Colombia no se siguió ejecutando. Saavedra resaltó algunas de las lecciones que dejó en la educación del país, como “el aprendizaje de diseñar programas que se puedan evaluar de manera rigurosa, emplear los datos que tiene Colombia para hacer seguimientos a lo largo del tiempo y tener paciencia, pues no se ven en un corto plazo. En el caso del PACES, se dieron 20 años después; como inversión social fue una iniciativa muy atractiva”.
Una iniciativa económica para reformar la educación
Uno de los anuncios que hicieron ayer en el evento de la U. EAN fue una buena noticia para Colombia: gracias a una alianza entre la Universidad de Harvard y la Fundación Santo Domingo incentivarán este tipo de proyectos. La idea es ir a diferentes zonas y medir si las iniciativas tienen un impacto positivo para cerrar las brechas en educación en todos los niveles.
Por ejemplo, uno de los problemas que han identificado, como dijo Saavedra, además de las brechas financieras (que notaron con el programa PACES), tiene que ver con el acceso a la información. “Encontramos que los y las estudiantes que cursan 11 están muy desinformados. No conocían las oportunidades de financiación con las que contaban para acceder a la educación superior”, comentó el investigador colombiano. (Le recomendamos: Estas son las 25 universidades colombianas en ranking de las mejores 1500 del mundo)
Como mostró Saavedra, en una encuesta preliminar habían encontrado que cerca del 73 % de los estudiantes de grado 11 sí querían obtener más información de la educación superior, pero no contaban con unos canales adecuados que la suministrara. ¿Cómo resolver esa dificultad? Uno de los caminos fue hacer una alianza con el Icfes y el Icetex. “El entonces director del Icetex, Manuel Acevedo, me comentó que había notado que muchos de los estudiantes tomaban estas líneas de crédito sin entender la amortización de estos. Entonces, quería que los ayudáramos a que entendieran las consecuencias financieras de esas decisiones”, anotó Saavedra.
Iniciativas similares ya se han realizado en otros países, como Estados Unidos y Canadá, en donde se ha recopilado evidencia que comprueba que dar información relevante parta estudiantes que están tomando la decisión de qué estudiar y dónde hacerlo fomenta el acceso a la educación superior. Los principales canales que consultan, agregó Saavedra, es internet, con un 60%.
“Sabemos que los canales digitales son importantes, pero nos topamos con que los portales son de difícil navegación. En la encuesta que hicimos, el 55,7 % de los alumnos nos señalaron que era muy difícil entender la página. Persiste ese vacío en los datos”, puntualizó.
Para resolver ese problema llevaron a cabo una prueba piloto en 2017, con unos chats que les aparecía aleatoriamente a los estudiantes que iban a consultar sus resultados en las pruebas Saber 11. En la conversación aparecía un dato de la educación superior en Colombia y, si la persona estaba interesada, luego veía un link del Banco de la República en el que podía encontrar más archivos. Incluso, podían dejar un correo electrónico para recibir más información. Luego, en 2021, integraron el explorador de apoyos financieros. (Puede interesarle: En el mundo, 244 millones de niños y jóvenes no empezarán el año escolar)
Este explorador le explicaba a los alumnos la línea de crédito del Icetex a la que podría acceder en caso de requerir financiación para la educación superior. “Con el estrato y el grupo del Sisbén al que pertenece, ya podíamos explicarle cuál era esa oferta de créditos con la que contaba”, explicó Saavedra. Además, en ese ejercicio los alumnos podían ver un simulador de esquema de pago. “Les permite a los estudiantes tener unas expectativas de cómo van a ser el pago y la amortización”, añadió. La herramienta sigue en proceso de prueba, mientras se realizan algunos ajustes.
Mientras el programa sigue avanzando, Saavedra mostró algunos de los datos que han identificado en el proceso de investigación. Por ejemplo, han notado que los estudiantes buscan carreras que tienen mayores retornos y oportunidades laborales, o que pueden ir más a universidades porque encuentran líneas de financiación con las que antes no estaban tan familiarizados, “ayudando a reducir la brecha en el acceso a la educación superior”.
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