Libros académicos, a un clic
Bookclick, una plataforma que reúne a varias editoriales y universidades colombianas, busca recopilar en un sitio web los principales libros que necesita un estudiante universitario. Tendrá 100 mil obras.
Redacción educación
La muerte de Stephen Hawking parece haber alentado a varios universitarios a leer sus obras de divulgación. Historia del tiempo, el libro que el físico inglés publicó en 1988 y que lo catapultó de forma definitiva a la fama, también ha vuelto a las manos de lectores colombianos. Varias librerías, aprovechando el contexto, lo han puesto en sus vitrinas de nuevo y es casi seguro que la cifra de ejemplares vendidos haya aumentado. Al momento del fallecimiento de Hawking, los cálculos de las agencias internacionales indicaban que 10 millones de copias habían sido distribuidas en 40 lenguas diferentes en todo el mundo. Es como si todos los habitantes de Bogotá tuvieran un ejemplar en sus bibliotecas. Todo un récord para un divulgador de ciencia.
Pero el número de copias impresas no es la única manera de hacer esa medición. Varios estudiantes colombianos también han accedido a copias digitales. Historia del tiempo, por ejemplo, está entre los 28 títulos más leídos del portal Booklick, una plataforma que ha intentado reunir las principales obras académicas básicas que necesita un universitario. A su lado aparecen títulos no tan seductores como Teoría general del derecho internacional privado o el Código Civil.
Federico Platin, Daniel Garzón y Julio Alviz son administradores de empresas de la Universidad de los Andes. Junto a José David Bravo lanzaron a principios de 2016 esa aplicación que varios medios, entonces, registraron como el “Netflix de los libros académicos”. La idea era simple: cada usuario puede descargarla en Play Store o App Store y tiene acceso a un número limitado de libros. Si se anima a comprar la versión premium ($20 mil cada mes) tendrá a disposición unas tres mil obras. Pronto, como lo cuenta Federico, ese número crecerá a 100 mil.
Federico habla desde Santiago de Chile. Tras convencer a varias editoriales y universidades colombianas de sumarse al proyecto, empezaron a expandirse. La idea es conquistar más territorios latinoamericanos y conformar una especie de biblioteca virtual, donde tanto médicos como abogados e ingenieros compartan un espacio virtual. La prueba piloto es el país austral, donde, cuenta, se ganaron un premio del gobierno chileno. La Corporación de Fomento de la Producción (Cofro) los eligió entre varias empresas del mundo para que empezaran a operar allí. Desde hace varios días han estado en reuniones y conversatorios para aprender cómo legalizar Booklick. La idea es que, cuando esté consoildado ese plan, pueda replicarse en México, Argentina, Perú y Brasil en los próximos dos años.
Hoy los usuarios suscritos son 6.500, pero con este nuevo empujón chileno, que reúne a unas ochenta editoriales, esperan que comiencen a sumarse más. “El propósito es que cualquier estudiante, desde cualquier lugar del mundo, pueda entrar a esa enorme biblioteca. Nuestro objetivo es meter todos los libros académicos que necesiten los alumnos de todas las disciplinas en un solo sitio. No importa el país en el que estén”, cuenta Federico. En otras palabras, se trata de democratizar un poco el conocimiento, aunque portales como Sci Hub ya hayan empezado desde hace años con esa labor: allí cualquier alumno puede entrar de manera gratuita a visitar artículos académicos de las revistas más prestigiosas del planeta.
Otra de las metas es que la plataforma se convierta en una especie de Spotify, en la que los usuarios puedan armar las listas de su preferencia. Ello, le dijeron a El Espectador hace unos meses, permitiría que un estudiante siga la bibliografía preferida de su profesor de física o de literatura. También podría compartir apuntes con compañeros u otros usuarios de otra universidad o de otra ciudad.
De esa manera, si un lector sólo entendió el breve repaso de la historia de la física que Hawking hace en el primer capítulo de Historia del tiempo y encontró confusos los otros apartados que profundizan en la mecánica cuántica, en los agujeros negros y en el Big Bang, puede acudir a la explicación que algún otro buen divulgador se anime a hacer para entender las complejidades del universo.
La muerte de Stephen Hawking parece haber alentado a varios universitarios a leer sus obras de divulgación. Historia del tiempo, el libro que el físico inglés publicó en 1988 y que lo catapultó de forma definitiva a la fama, también ha vuelto a las manos de lectores colombianos. Varias librerías, aprovechando el contexto, lo han puesto en sus vitrinas de nuevo y es casi seguro que la cifra de ejemplares vendidos haya aumentado. Al momento del fallecimiento de Hawking, los cálculos de las agencias internacionales indicaban que 10 millones de copias habían sido distribuidas en 40 lenguas diferentes en todo el mundo. Es como si todos los habitantes de Bogotá tuvieran un ejemplar en sus bibliotecas. Todo un récord para un divulgador de ciencia.
Pero el número de copias impresas no es la única manera de hacer esa medición. Varios estudiantes colombianos también han accedido a copias digitales. Historia del tiempo, por ejemplo, está entre los 28 títulos más leídos del portal Booklick, una plataforma que ha intentado reunir las principales obras académicas básicas que necesita un universitario. A su lado aparecen títulos no tan seductores como Teoría general del derecho internacional privado o el Código Civil.
Federico Platin, Daniel Garzón y Julio Alviz son administradores de empresas de la Universidad de los Andes. Junto a José David Bravo lanzaron a principios de 2016 esa aplicación que varios medios, entonces, registraron como el “Netflix de los libros académicos”. La idea era simple: cada usuario puede descargarla en Play Store o App Store y tiene acceso a un número limitado de libros. Si se anima a comprar la versión premium ($20 mil cada mes) tendrá a disposición unas tres mil obras. Pronto, como lo cuenta Federico, ese número crecerá a 100 mil.
Federico habla desde Santiago de Chile. Tras convencer a varias editoriales y universidades colombianas de sumarse al proyecto, empezaron a expandirse. La idea es conquistar más territorios latinoamericanos y conformar una especie de biblioteca virtual, donde tanto médicos como abogados e ingenieros compartan un espacio virtual. La prueba piloto es el país austral, donde, cuenta, se ganaron un premio del gobierno chileno. La Corporación de Fomento de la Producción (Cofro) los eligió entre varias empresas del mundo para que empezaran a operar allí. Desde hace varios días han estado en reuniones y conversatorios para aprender cómo legalizar Booklick. La idea es que, cuando esté consoildado ese plan, pueda replicarse en México, Argentina, Perú y Brasil en los próximos dos años.
Hoy los usuarios suscritos son 6.500, pero con este nuevo empujón chileno, que reúne a unas ochenta editoriales, esperan que comiencen a sumarse más. “El propósito es que cualquier estudiante, desde cualquier lugar del mundo, pueda entrar a esa enorme biblioteca. Nuestro objetivo es meter todos los libros académicos que necesiten los alumnos de todas las disciplinas en un solo sitio. No importa el país en el que estén”, cuenta Federico. En otras palabras, se trata de democratizar un poco el conocimiento, aunque portales como Sci Hub ya hayan empezado desde hace años con esa labor: allí cualquier alumno puede entrar de manera gratuita a visitar artículos académicos de las revistas más prestigiosas del planeta.
Otra de las metas es que la plataforma se convierta en una especie de Spotify, en la que los usuarios puedan armar las listas de su preferencia. Ello, le dijeron a El Espectador hace unos meses, permitiría que un estudiante siga la bibliografía preferida de su profesor de física o de literatura. También podría compartir apuntes con compañeros u otros usuarios de otra universidad o de otra ciudad.
De esa manera, si un lector sólo entendió el breve repaso de la historia de la física que Hawking hace en el primer capítulo de Historia del tiempo y encontró confusos los otros apartados que profundizan en la mecánica cuántica, en los agujeros negros y en el Big Bang, puede acudir a la explicación que algún otro buen divulgador se anime a hacer para entender las complejidades del universo.