Celulares en los colegios: ¿prohibirlos o regularlos?
Recibir una notificación en el teléfono y revisarla puede hacer que un adolescente tarde hasta 20 minutos en recuperar la concentración. Colombia discute cómo regular la presencia de estos dispositivos en las escuelas: ¿es hora de prohibirlos? ¿Hay posibilidad de que sean una oportunidad de aprendizaje?
Paula Casas Mogollón
Fernan Fortich
La digitalización de la educación ha sido una de las apuestas principales de los últimos años en Colombia. Programas como Aprender del Ministerio de Educación, Ruta 100K en Bogotá (donde se entregaron 134.000 dispositivos en cuatro años), o Computadores Futuro en Medellín (en la que se invirtió en 130.000 computadores) han sido banderas de los gobiernos de los últimos 15 años. A pesar de eso, de las millonarias inversiones y de toda la publicidad y promoción de esas acciones, aún no es claro el balance entre el uso de la tecnología y las experiencias pedagógicas. (Lea: Las denuncias de corrupción en el ICBF explicadas por su directora, Astrid Cáceres)
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La digitalización de la educación ha sido una de las apuestas principales de los últimos años en Colombia. Programas como Aprender del Ministerio de Educación, Ruta 100K en Bogotá (donde se entregaron 134.000 dispositivos en cuatro años), o Computadores Futuro en Medellín (en la que se invirtió en 130.000 computadores) han sido banderas de los gobiernos de los últimos 15 años. A pesar de eso, de las millonarias inversiones y de toda la publicidad y promoción de esas acciones, aún no es claro el balance entre el uso de la tecnología y las experiencias pedagógicas. (Lea: Las denuncias de corrupción en el ICBF explicadas por su directora, Astrid Cáceres)
Hace diez o quince años, cuando algunas de estas políticas comenzaron en Colombia, el acceso a internet y a equipos como computadores era más limitado que en la actualidad. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Hoy el Ministerio de las TIC estima que en Colombia hay 8,4 millones de accesos fijos a internet (que utilizan infraestructuras físicas y cables) y 43,3 millones de acceso móvil (como celulares, tablets, etc).
Eso ha generado un debate que no solo se está dando aquí: en Suecia, por ejemplo, decidieron, a finales de febrero de 2024, volver a los libros de papel, echando para atrás la decisión, tomada años atrás, de integrar los dispositivos digitales a las aulas. La cuestión central es una: ¿es hora de regular o incluso de prohibir el uso de los teléfonos en las escuelas?
Según un informe reciente sobre tecnología y educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), casi uno de cuatro países en el mundo tiene leyes o políticas que prohíben o restringen el uso de teléfonos móviles en las escuelas, con diferentes grados de severidad. China, por ejemplo, prohibió hace tres años que los niños llevaran teléfonos a la escuela. En 2022, Italia restringió su uso en las clases, y, en Inglaterra, que es el caso más reciente, a finales del año pasado, publicaron nuevas directrices para prohibir su uso en los colegios, en un modelo que parece haber dado resultados positivos.
Jorge Baxter, decano de educación la Universidad de los Andes, explica que el efecto de prohibir celulares en las aulas en ese país ha sido positivo en cuanto a los resultados de estudiantes. Según cuenta, se presentó un aumento del 6,4 % en sus calificaciones, especialmente en aquellos que tenían dificultades y bajos resultados en aprendizaje. “Para los de alto rendimiento, en contraste, no les ayudó ni perjudicó tener la posibilidad de usar celulares en clase”. En España, por ejemplo, un estudio publicado en Emerald Group Publishing, encontró que, además de los resultados positivos en los exámenes de matemáticas y ciencias, había una mejoría con el tema de ciberacoso.
Los promotores de las medidas contra los celulares aseguran que estas reducen las distracciones en clase y disminuyen el riesgo de una adicción a su uso, el matoneo digital y la exposición a sitios o cuentas en redes sociales potencialmente peligrosos.
Aun así, hay críticos sobre este tipo de restricciones. Javier Corredor, de la Universidad Nacional, es uno de ellos. Asegura que prohibir su uso en los colegios sería un error y explica su argumento con un concepto conocido en la psicología: la cognición distribuida y situada. Este término, cuenta, describe “cómo las personas solucionan problemas apoyándose en los recursos disponibles, los cuales cambian dependiendo de la generación y la sociedad. En el caso del celular, es claro que se trata de una herramienta básica del trabajo moderno”.
Este diario consultó a las secretarías de Educación de Bogotá y Medellín sobre esta situación y ambas expresaron que no tienen planes para prohibir los celulares en los colegios. No obstante, señalaron que se discuten herramientas y protocolos sobre cómo regularlos para mejorar el desempeño de los estudiantes, así como para protegerlos de los potenciales riesgos de estar conectados a las redes sin supervisión.
La situación en los colegios en Colombia
De acuerdo con Óscar Sánchez, viceministro de educación preescolar, básica y media, las secretarías de educación están recibiendo constantemente quejas por conflictos asociados a los celulares que, en varios de los casos, terminan en violencia. De acuerdo con el viceministro, se han recibido reportes de niños que no prestan atención o que “andan todo el día chateando, o casos de conflictos asociados a la pérdida del equipo y, por supuesto, el uso de la pornografía infantil y el ciberacoso”.
A los ojos de Sánchez, los temas asociados a la convivencia y tecnología son delicados. Por eso, sugiere que se debe “tener la capacidad de identificar los riesgos a los que están en contacto y los que están sometidos los chicos y las chicas”. (Puede leer: Una atípica carrera por elegir al nuevo rector de la Universidad de Antioquia)
El uso “problemático” de celulares ya ha sido documentado por la ciencia. De hecho, una investigación de BMC Psychiatry, que se centró en analizar 41 estudios publicados entre 2011 y 2017 sobre el uso de celulares en niños y niñas, encontró que el 23 % de ellos tienen un “uso problemático de teléfonos inteligentes que genera efectos negativos en la salud mental”.
En el caso de Bogotá, en donde hay más de 1,4 millones de estudiantes de primaria, se han identificados retos relacionados con el uso problemático y la ciberseguridad. Patricia Niño Rodríguez, directora de Innovaciones Pedagógicas de la Secretaría de Educación de Bogotá, cuenta que han tenido casos de alumnos que se retraen de su mundo social, porque prefieren estar en las redes sociales que compartir con sus compañeros en el descanso. “Nos preocupa todo lo que tiene que ver con la ciberseguridad, con el acceso y con un uso autónomo y responsable”, indica.
En Colombia, según las recomendaciones del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el uso autónomo de celulares se sugiere únicamente a partir de los 14 años, previamente a esto se recomienda el acompañamiento de los adultos, principalmente por los riesgos a los que están expuestos como el ciberacoso, dificultades en el aprendizaje o efectos negativos en su salud mental.
Para entender mejor el riesgo al que se enfrentan los niños menores de 12 años al acceder a un celular, Julián de Zubiría, experto en educación y director del Instituto Alberto Merani, retoma una analogía de Marian Rojas Estapé, doctora y especialista en psiquiatría: “Darle un celular a un niño menor de 12 años es como darle un minibar a un alcohólico”. Añade que “el uso temprano de pantallas y dispositivos digitales inhibe el desarrollo del lóbulo prefrontal y obstaculiza la empatía y la atención voluntaria”.
¿Cómo afecta el uso de los celulares a los estudiantes?
La invención de los teléfonos celulares tiene más de 50 años; no obstante, su efecto en los entornos educativos es un rompecabezas que la ciencia sigue armando. Entre las consecuencias que ya se conocen, explica Claudia Suárez, psiquiatra experta en niños, están la desconcentración. “Está estudiado que neurológicamente los niños que usan estos dispositivos en exceso tienen afectaciones cerebrales y terminan con problemas de concentración, de análisis y de memoria a corto plazo.
De hecho, un informe de 2023 de la organización Common Sense se dio a la tarea de monitorear cuántas notificaciones pueden recibir al día los estudiantes y, para ello, analizó a cerca de 200 jóvenes con teléfonos Android. Determinó que, en promedio, podían llegar a recibir 237 notificaciones al celular durante el día, aproximadamente un 20 % de ellas en horario escolar. (Le puede interesar: Mineducación remplazó al rector de la Universidad Autónoma del Caribe)
Esta situación es crítica pues, como indica la colombiana Laura Stipanovic, experta en educación y una de las autoras del informe reciente de Unesco, cuando a una persona le llega una notificación en el celular y la revisa, puede tardar hasta 20 minutos en retomar la concentración. Entonces, plantea, si una clase dura una hora, con una notificación o, incluso, con dos, el estudiante perdió por completo la lección. “Lo que sugerimos en los resultados es que es una distracción y solo se debe usar en caso de que funcione como una herramienta en el aprendizaje”.
Stipanovic explica que la principal recomendación del estudio es que el uso de la tecnología debe tener los intereses del alumnado en el centro, siempre y cuando apoyen y faciliten los resultados del aprendizaje. “El problema es que hay muchos países y espacios que permiten el uso de los celulares en las clases y eso genera una distracción”, indica la investigadora.
Otra de las preocupaciones es la salud mental de los alumnos. Fabián Zuleta, psicólogo y especialista en psicología clínica, advierte que hay factores de riesgo para el uso de dispositivos, como por ejemplo, “en personas con antecedentes depresivos, con muy baja autoestima, con una vida social muy limitada o que no tengan habilidades sociales, no van a darle el mejor uso al dispositivo”. Ante este panorama indica que una de las desventajas sería la adicción y, en este caso, sería una adicción no química. “Lo que deberíamos evitar es que toda la cotidianidad o la vida del adolescente esté volcada a la virtualidad”, recomienda.
En un análisis de Harvard, Michael Rich, de la Facultad de Medicina y docente asociado de ciencias sociales y del comportamiento en la Escuela de Salud Pública, plantea que los celulares y la escuela no se deberían mezclar. “Imagine a un estudiante en clase mientras recibe información y al mismo tiempo está enviando mensajes y deslizando hacia abajo para ver videos en YouTube. El cerebro humano es incapaz de pensar más de una cosa a la vez”, señala. En opinión de Rich, lo que terminan haciendo los estudiantes son un montón de tareas al mismo tiempo, tocando muchos temas, pero sin profundizar en ninguno de ellos. Sin embargo, no en todos los casos la tecnología ha sido un mal aliado.
La clave: el acompañamiento
El informe de la Unesco también resalta que la tecnología, en particular el celular, ha sido una pieza clave en el acceso a la educación de, por ejemplo, los estudiantes con algún tipo de discapacidad. Sus datos muestran que cerca del 87 % de las personas adultas con discapacidad visual indicaron que los dispositivos tecnológicos estaban sustituyendo a las herramientas de ayuda tradicionales. (Lea también: Universidad Nacional escoge nuevo rector: ¿qué es lo que proponen los candidatos?)
Además, complementa Patricia Sáenz Valiente, profesora y coordinadora de Área TIC de grados de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), las personas, en especial los docentes, deben ser conscientes de que el uso de las pantallas tiene beneficios; por ejemplo, cuenta, “permite personalizar el aprendizaje, nos ofrecen unos amplios recursos educativos adaptativos que se pueden ajustar según las necesidades de cada estudiante y tenemos programas de tutoría de aprendizaje en línea que están diseñados para las particularidades individuales”.
En Colombia, por ejemplo, hay una investigación desarrollada por un equipo de la Universidad Javeriana, la Universidad del Valle, la Universidad del Norte, la Pontificia Bolivariana de Medellín y la de Bucaramanga que busca identificar los retos y oportunidades del uso de la tecnología en niños. Se centraron en Barranquilla, Bogotá, Medellín, Bucaramanga y Cali.
Entre las investigadoras se encuentra Rocío López, de la Universidad Javeriana, quien indica que el tema de los contextos varía mucho, por ejemplo, “con los tipos de acompañamiento que hacen las familias y las escuelas. Finalmente, hay exposición a riesgos, pero también hay oportunidad. En la medida en que ellos se enfrentan a esos riesgos, deben desarrollarse estrategias de resiliencia”.
Entonces, ¿qué hacer frente al uso de esta tecnología? Zubiría, del Merani, expone que de nada sirve si solo recurrimos al control y la prohibición, porque la medida no tendrá los efectos buscados. Por eso, plantea que los niños y jóvenes deben aprender a acceder responsablemente a las redes, identificar las noticias falsas, diferenciar los hechos de las opiniones y conocer y utilizar diversos lenguajes y discursos.
Para que esto se logre, algunos expertos apuntan a la necesidad de ser más creativos al incorporar este tipo de herramientas en las aulas. “¿Por qué no pensar en ser un poquito innovadores y disruptivos, incluyendo dispositivos móviles en la lista de útiles escolares de un joven de octavo o noveno? Para que sepa hacer buen uso de los dispositivos y no naufrague en el ciberespacio”, indica el psicólogo Zuleta.
En el país existen lineamientos, como la Ley 2170 de 2021, que tiene como objeto contribuir a la existencia de entornos seguros de aprendizaje para los niños y adolescentes, mediante la regulación de las responsabilidades del Estado, las instituciones educativas y las familias, respecto al uso de las herramientas que ofrecen las tecnologías de la información y las comunicaciones. (Puede leer: Mujer Cafam 2024: Nadia Sánchez, por promover que las niñas sean científicas)
En opinión de Niño, de la Secretaría de Educación de Bogotá, el concepto de que los niños son nativos digitales se desbarató y por eso plantea que el siguiente paso es acompañarlos “en este proceso para maximizar las experiencias de aprendizaje y generar nuevas experiencias que los estimulen para el futuro”. Por eso, desde esta entidad están realizando un seguimiento a los jóvenes para prevenir los efectos nocivos y cuentan que ya tienen convenios con universidades y empresas para la formación de docentes. El objetivo, señalan, es alfabetizar y potenciar a los niños ante el uso de estas tecnologías.
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