“Perder Generación E es perder acceso a educación superior”: U. Católica de Manizales
La hermana Elizabeth Caicedo, rectora de la Universidad Católica de Manizales, en entrevista cuenta que una de las estretagias que han empleado para mejorar el bienestar de los estudiantes es trabajar con los aliados para que las prácticas sean pagas. Además, para evitar la deserción, ofrecen la beca compensatoria, la cual permite que aquellos jóvenes que presten un servicio dentro del plantel tengan un descuento en su matrícula del 35 %.
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La hermana Elizabeth Caicedo lleva 35 años trabajando por la educación en Colombia, hace parte de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Presentación y está en su segundo período como rectora de la Universidad Católica de Manizales. Hay un detalle en su labor que llama la atención: impulsa la educación incluyente en una institución católica y en un país como Colombia. (Lea: “500 mil cupos sí, pero con calidad académica”, rector U. Pontificia Bolivariana)
Trabajó en los colegios de La Presentación de Cali e Ibagué. Ingresó a la Universidad Católica de Manizales en 1998 como docente en los programas de Licenciatura en Ciencias Religiosas y Educación Religiosa, luego de estudiar Teología en Roma (Italia). Antes de ser rectora también se desempeñó como vicerrectora académica de esta institución.
En entrevista, cuenta que uno de los principales retos de la pandemia fue evitar que en un momento tan complejo por el que atravesaba la humanidad se incrementaran las cifras de deserción estudiantil. Además, confiesa que no continuar con proyectos como Ser Pilo Paga y Generación E lleva a las instituciones de educación a enfrentarse a un reto muy grande: cómo seguir trabajando con la población más vulnerable económicamente.
¿Qué retos les dejó la pandemia?
El primer reto fue apalancar los proyectos de vida de nuestros estudiantes y evitar la deserción. Desde ahí, desplegamos toda una gama de posibilidades y apoyos económicos que les permitieron y nos permitieron realmente conservar en 2020 y 2021 el número de estudiantes que teníamos, pues más o menos contamos con entre 3.000 y 3.200 estudiantes. El segundo gran desafío fue ir hacia la educación mediada por las tecnologías. Debíamos centrarnos en la formación de los docentes y de capacitarlos en estrategias que les permitieran llegar de manera más pedagógica.
Y, un último aspecto fue el de facilitarles a los estudiantes planes de conectividad, porque teníamos un grupo de en un proyecto que se llama Universidad en el Campo, el cual es con 30 aliados. Eso nos implicó un acompañamiento muy interesante a nuestros estudiantes, que son de décimo y once, porque hacen un técnico en articulación con la educación media. Nos implicó paquetes de datos, desarrollar, los componentes académicos a través de email, de WhatsApp o los documentos físicos que les hacíamos llegar.
En medio de todos esos desafíos, también se enfrentaron a unos financiaros. ¿Cómo está la situación financiera de la universidad?
Los retos financieros están asociados a la población que nosotros atendemos. Somos una universidad de región, que tiene una población que está situada en más del 80% en los estratos 1, 2 y 3. La volatilidad de los mercados, del dólar y a esta situación se suma que el país no se ha recuperado del todo en empleabilidad frente a lo que vivimos en pandemia. Todo esto hace que nuestra población de estudiantes tenga unas dificultades financieras. (Puede leer: “La prioridad para las universidades es la salud mental”: rector de U. del Rosario)
Dos programas emblemáticos para el acceso de la educación superior son Ser Pilo Paga y Generación E. ¿Qué lecciones quedan de estas iniciativas?
El Gobierno actual anunció desde un principio que no va a apoyar esos dos proyectos, sino que va a emplear otros. No continuar con el proyecto para las instituciones de educación superior nos genera un reto muy grande y es pensar cómo seguir trabajando con nuestra población un poco más vulnerable económicamente, pero también la no continuidad hace que esos chicos que sean excelentes desde sus resultados de Saber 11 no tengan la oportunidad que posiblemente se tuviera con ese tipo de programas. Perder los programas es perder también una posibilidad de acceso a la educación superior de aquellos que tienen menos posibilidades.
¿Cuáles son esas estrategias de salud mental que están empleando la universidad?
Tenemos un modelo pedagógico que se llama personalizante y liberador, que hace de la persona el principal valor de la universidad. A partir de allí creamos una figura, la cual yo llamo palabra mágica, que es la que transversaliza los procesos de acompañamiento. Desde la Vicerrectoría de Bienestar y Pastoral Universitaria, las direcciones de programa y los tutores de semestre se despliega esa red de apoyo, que nos ha permitido escuchar, atender desde nuestros servicios de trabajo social, psicología, apoyo a la permanencia, pero también en algunos casos derivar, hacer trabajo conjunto con la familia, para prestar esos primeros auxilios emocionales en algún momento.
Recientemente, las dos universidades públicas y las cuatro universidades privadas de la ciudad hicimos el estudio Afírmate a la vida, el cual nos permitió trabajar con grupos focales de estudiantes y desde allí comenzar un proyecto que vamos a concretizar en 2023, desde el desarrollo de esas estrategias que fueron identificadas directamente con nuestros estudiantes. También involucramos a los estudiantes que son de programas de ciencias de la salud para que nos ayuden.
¿Qué están haciendo desde la universidad para que la educación sea realmente un derecho?
Trabajamos en dos frentes. Uno se centra en dos alianzas que son universidad en el campo, junto con el Comité Cafetero y otros aliados, y universidad en tu colegio, la cual trabajamos con la Fundación Luker. El técnico lo hacen los niños entre 10 y 11, luego vienen a la tecnología y posteriormente pasan al profesional a las IES. Ambos programas son gratuitos.
Para los estudiantes de los pregrados y posgrados, hemos empleado descuentos, becas, acompañándolos también con el crédito de la universidad, con no cobro de matrícula extraordinaria. En la pandemia empleamos algunas estrategias, que aún mantenemos, como los descuentos en seminarios de grado, descuentos en niveles de inglés, y el reconocimiento, lógicamente, al desempeño académico.
¿Cuáles son los planes que la universidad elabora para hacerle frente a la deserción y al abandono?
Nosotros somos una universidad que tiene un buen índice de retención. Nos acreditamos en 2019, en este último quinquenio pasamos del 27.5 % de deserción al 22 %, tuvimos la posibilidad de disminuir nuestra deserción en esos cinco puntos. Ha sido importante todo lo que tiene que ver con el acompañamiento desde la Vicerrectoría de Bienestar a la situación de nuestros estudiantes. Por ejemplo, en algunos momentos desde la pandemia, los descuentos son según las necesidades particulares, no en general para toda la comunidad universitaria.
Otra de las estrategias es que trabajamos con los aliados para que las prácticas de nuestros estudiantes sean pagas. Tenemos también la beca compensatoria, la cual permite que los chicos presten un servicio dentro de la universidad y eso les genera un descuento en su matrícula del 35 %. (Le puede interesar: “Crear una Superintendencia de Educación aumentaría la burocracia”: José Consuegra)
¿Cuáles son esas estrategias que están empleando para la protección del ambiente?
Desde varios programas académicos que tenemos, tanto en pregrado como en posgrado, amos haciendo una apuesta importante de formación. Además, contamos con una cátedra ambiental y trabajamos en nuestro sistema de gestión ambiental que nos implica a ser parte de la mesa de calidad del aire, la de movilidad sostenible y la de biocuenca. Con respecto a la formación integral contamos con unos componentes desde una de las unidades de formación humanocristiana, que nos permiten tener componentes transversales en torno a educación ambiental, ecología, atención y prevención de desastres.
¿Cómo manejan el tema de inclusión y religioso entre sus estudiantes?
Somos una universidad católica, fundada por mi congregación, pues somos las hermanas dominicas de la presentación, pero hacemos algo muy bonito y es que a veces hay un imaginario que la inclusión y ese respeto por la religiosidad en universidades católicas no es tan claro, no es tan transparente y se vuelve imposición. Cuando decimos universidad católica, lo católico significa universal. Aquí lo religioso se convierte en un espacio que nos deje en la diversidad, el respeto y la valoración. En nuestra universidad lo religioso nunca será motivo de exclusión, ni siquiera lo preguntamos para contratación de un colaborador, profesor, administrativo o un ingreso a la universidad.
La universidad lo que hace es abrazar desde lo católico y desde el carisma de nosotros, la diversidad y la riqueza que significa cada persona en la vivencia de esa condición inherente a nuestra humanidad que es la espiritualidad. Desde ahí, generamos un espacio de acogida, de respeto, de compartir, de diálogo que nos hace sentir realmente incluidos. (Lea también: “No sé si en un cuatrienio se logren abrir los 500.000 cupos nuevos”: rector U. Tadeo)
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