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Es común que los y las docentes dediquen una parte importante de las clases a pedirle a sus estudiantes que hagan silencio, que se sienten, que no interrumpan a sus compañeros, que pongan atención y que inicien a tiempo sus actividades. Según los resultados de las últimas pruebas PISA, el 28% de los estudiantes de bachillerato colombianos, de 15 y 16 años, manifiestan que en la mayoría o en todas sus clases hay ruido o desorden; el 24% afirma que no escucha lo que los profesores dicen; el 22% que los estudiantes inician las actividades académicas mucho tiempo después de que comienza la clase, y el 23% manifiesta que las/los maestros deben esperar bastante tiempo hasta que los estudiantes hacen silencio. Lograr un ambiente disciplinado, ordenado y estructurado en el salón de clase, es un reto para los/las docentes.
Los/las docentes deben tener reglas de juego claras, darlas a conocer a sus estudiantes desde el inicio del año escolar, recordarlas con frecuencia y vincularlas a consecuencias positivas o negativas. Esto es crucial para crear un entorno educativo eficaz y respetuoso que favorezca el aprendizaje y el desarrollo integral de los estudiantes. Las reglas de juego ayudan a establecer un ambiente donde los alumnos saben qué se espera de ellos. Esto facilita la gestión del aula y reduce las interrupciones, permitiendo que tanto estudiantes como docentes se enfoquen más efectivamente en el aprendizaje. Además, las normas ayudan a promover la seguridad física y emocional de los estudiantes. Establecen límites y previenen comportamientos disruptivos o peligrosos, asegurando que el aula sea un espacio más seguro para todos. Cuando las reglas son consistentes y justamente aplicadas aseguran que los estudiantes sean tratados equitativamente. Lo anterior promueve el desarrollo de habilidades socioemocionales como el respeto, la justicia, la cooperación, la comunicación y en general la formación de buenos ciudadanos.
Tres aspectos son claves en la definición de reglas y consecuencias. Primero, las normas deben ser claras, sencillas y fáciles de monitorear; de lo contrario, es difícil que sean entendidas por todos y que su cumplimiento se haga efectivo. Segundo, en algunos casos, es recomendable involucrar a los estudiantes en la creación de las reglas y en la definición de los premios o sanciones para aumentar su compromiso y comprensión. Así, por ejemplo, acordar la hora de inicio de las actividades de clase y la consecuencia si un estudiante llega tarde, o si está permitido o no el uso del celular. Sin embargo, hay reglas que no son negociables, como tratar mal a una/un compañero o maestro; o hacer trampa en un examen.
Tercero, la economía del comportamiento sugiere tener una buena combinación entre medidas de “garrote” (sanciones) y “zanahoria” (incentivos). Los incentivos suelen ser más efectivos para promover comportamientos positivos a largo plazo, ya que fomentan una motivación intrínseca y la cooperación. Un ejemplo de medida “zanahoria” podría ser: los estudiantes que inicien sus actividades académicas inmediatamente después que se les asignan y trabajen diligentemente, al final de la semana podrán participar en una actividad como ver una película o una sesión de juegos. Mientras que la medida “garrote” podría ser: los estudiantes que retrasen más de dos veces el inicio de sus actividades académicas y no trabajen diligentemente tendrán que quedarse al final de la semana a culminar sus tareas bajo supervisión de un tutor.
El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento; es un principio introducido por Aristóteles que aplica en la legislación Colombia y en otros países. Sin embargo, en Estados Unidos, varios países europeos y asiáticos es común ver avisos en aeropuertos, en el transporte y, en general, en los espacios públicos, recordando las leyes y el comportamiento esperado por los ciudadanos, así como las sanciones en caso de incumplimiento. Hacer explícitas las normas, en lenguaje claro y sencillo es una condición necesaria para disuadir conductas inapropiadas, mantener el orden y aumentar la seguridad pública.
Poner avisos en lugares visibles e, incluso, dar mensajes por parlantes en estaciones de bus, metro, trenes y aeropuertos hace que las personas las lean y las escuchen una y otra vez, lo que ayuda a interiorizarlas y aumentar la consciencia individual y colectiva. En la ciudad de Sydney, incluso, se hacen explícitas normas básicas como: “prohibido tratar mal a los oficiales y personal de seguridad” en el aeropuerto, o “prohibido pisar las sillas” en el metro. Por supuesto, que no basta solamente con hacer explícitas las reglas de juego, también es clave que existan mecanismos efectivos para hacerlas cumplir. Desafortunadamente, este no es el caso de Colombia, donde hace mucha falta que las normas y leyes de convivencia se hagan explícitas en diversos ambientes.
*Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas - Universidad Javeriana
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