Profesores universitarios, asfixiados laboralmente
Mientras las matrículas de los estudiantes son cada vez más altas, las condiciones laborales de los docentes se hacen peores. Contratarlos por horas cátedra y pagarles menos de 12 salarios al año los tiene en el limbo.
María Mónica Monsalve S. / @mariamonic91
Pedirles a los profesores universitarios que hablen sobre sus condiciones laborales, es darles la oportunidad de hacer una especie de catarsis. “En los últimos años, el modelo que se criticaba hace 20 años logró instaurarse y hemos perdido autonomía”, es lo primero que señala uno de ellos. “La mayoría de contratos son de ocho meses, entonces durante cuatro meses uno tiene que buscar otras cosas que hacer”, comenta otro docente, de la Universidad de Manizales.
Aunque los profesores consultados para esta nota coinciden en que es una profesión a la que se llega por vocación y se hace por pasión, cuando se les pregunta por sus condiciones laborales la mayoría expone una baraja de problemas que, con el tiempo, los han asfixiado. A los bajos salarios se suma que muchos contratos son a término fijo, que a las universidades les queda más cómodo contratar por hora cátedra, que no es fácil hacer investigación y que esta baja calidad de vida termina por afectar su autonomía.
Además, casi siempre la primera aclaración que hacen es que la diferencia entre los profesores de cátedra y los profesores de planta es “abismal”.
Contratar por “horas dictadas”, lo más popular
Una profesora de la Javeriana que ha trabajado como docente desde hace 33 años recuerda que cuando empezó, los profesores de cátedra eran pocos. Se trataba de profesionales cuyo ingreso no dependía de ser profesores, sino que lo hacían por la reputación de serlo. “Pero con el tiempo, para disminuir costos y porque las universidades no sabían cómo más suplir la demanda de clases, contratar por horas cátedra se convirtió en lo más popular”.A los profesores que tienen este tipo de contrato sólo se les paga por las horas dictadas y sus contratos suelen ser sólo de 12 semanas, lo que dura el semestre académico. Si para el siguiente período hay suficientes estudiantes que quieren ver la clase, los vuelven a contratar. Si no, avisándoles en un tiempo incluso menor a una semana, les dicen que por ahora no seguirán trabajando.
Un docente consultado por El Espectador, que sólo vive de ser profesor de cátedra y que ya ha pasado por varias universidades, como los Andes y la Tadeo, explica que sobrevivir solamente siendo profesor de cátedra es vivir en contra de la corriente. “Para redondear un salario de $1’800.000 tienes que trabajar mínimo en tres universidades, dictando ocho horas a la semana en cada una”.
Dependiendo de la institución, la hora de clase dictada se paga entre $35.000 y $40.000 si el profesor sólo tiene pregrado, unos $60.000 si tiene maestría y $120.000 en caso de que tenga doctorado. El problema, comenta, es que literalmente sólo pagan por la hora dictada, sin contar con todo el trabajo que hay detrás, como preparar la clase, corregir los exámenes o, incluso, ir a vigilar un examen extra cuando el estudiante paga por un supletorio.
“Las universidades no quieren ampliar su planta de docente. En los Andes, en el departamento en el que trabajé, el 25 % de docentes eran de planta y el 75 % de cátedra”, agrega. Y es que hacer el salto para pasar de ser profesor de cátedra a ser profesor de planta no es fácil. Esto me lo cuenta un profesor de la Universidad del Rosario que tiene un doctorado y excelentes condiciones laboralescomo profesor de planta, pero que ha visto cómo muchos colegas están enfrascados en un “círculo vicioso”.
“Para ser docente de planta, la mayoría de las universidades piden tener un doctorado y en Colombia son muy pocas las personas que lo tienen. Además, mientras las universidades les ofrecen a los de planta financiarles los doctorados, esto no sucede con los de cátedra. ¿De dónde vas a sacar los recursos para hacer el doctorado y aspirar a ser de planta si te toca seguir dictando clases en varias universidades para ganarte la vida? Imposible”. Según el Observatorio de la Universidad Colombiana, de los 143 mil docentes que había en el 2016 -la cifra más actualizada- solo mil tenían doctorado, mientras 69 mil estaban contratados por cátedra.
Algunas universidades han creado ciertos modelos para contrarrestar este problema. Un profesor de la Universidad de la Sabana cuenta que él trabaja bajo una figura que se llama docencia de planta. “A los profesores que dictábamos muchas horas de cátedra semanales se nos ofreció la opción de pasar a ser de planta, pero sin los requisitos que tienen estos docentes de hacer investigación o publicar artículos en revistas indexadas, sino solo cumplir con dictar varias horas de clase”, comenta. Solo con su pregrado y con un horario de 7:00 a.m. a 6:00 p.m. flexible, le pagan entre $4’000.000 y $5’000.000 mensuales.
El problema de fondo, como lo dijo John Jairo Arboleda, nuevo rector de la Universidad de Antioquia, tiene que ver con que “hay una desfiguración de la figura del profesor de cátedra. Eso estaba concebido como personas expertas que no tienen ninguna intención de vincularse a la universidad, sino que quieren ofrecer servicios en algunos temas. Hay que hacer esfuerzos desde las universidades y el Gobierno para mejorar las condiciones de contratación y disminuir el número de profesores de cátedra. Pero para eso se necesitan recursosque hagan base presupuestal”.
La incertidumbre del contrato a término fijo
Hablar con los profesores que han logrado saltar esta brecha y se han convertido en docentes de planta es otra historia. Tienen más garantías, espacio para hacer investigación y la seguridad de un trabajo… por lo menos mientras dura el año académico. Aunque no es algo que sucede en todos los casos, pero sí en la mayoría, los contratos que les ofrecen a los docentes universitarios de planta son “por el período académico”. Es decir, de seis a once meses dependiendo de lo que se considere “período académico”.Un profesor que trabajó en la Universidad Piloto comenta que en su facultad los profesores que tienen contrato a término indefinido “se pueden contar con los dedos de la mano”, mientras otro que pasó por la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central (Etitc) advierte que allí los “contratos eran por 10 y 11 meses”.
La razón detrás de esto, según explica Jorge Sánchez, director de Recursos Humanos de la Universidad Externado, tiene que ver con un contrato conocido como “el contrato laboral 101”. En este artículo del Código Sustantivo del Trabajo se “establece que el contrato a profesores de establecimientos privados es por el calendario académico, aunque si se acuerda con el docente, puede ser mayor”.
En otras palabras y como lo explica Juan Diego Valdés, abogado especialista en Derecho Laboral de la Universidad del Rosario, “si en el contrato no queda establecido explícitamente que es mayor al período académico o por término indefinido, entonces se entiende que sólo durará este tiempo”.
En el Externado, por ejemplo, buscando mejor estabilidad para los profesores, tanto los de medio tiempo como los de tiempo completo tienen contratos a término fijo de un año, por lo que sí reciben los 12 salarios. También, “por política de la universidad, todos los docentes que tienen títulos de doctorado reciben el beneficio de un contrato a término indefinido, lo que les da mayor estabilidad”.
Pero esta no es la regla. “En la Manuela Beltrán los contratos son a 10 u 11 meses, igual que en la Uniminuto”, dice un maestro que ha pasado por varias universidades.
Investigar, una misión imposible
Las ventajas de ser docente de planta no vienen gratis, pues además de dictar ciertas horas de clase, los profesores deben hacer investigación y buscar publicarla en revistas indexadas. Esto, claro, les representa un beneficio salarial.
Ganar más o menos siendo docente universitario depende de los famosos “escalafones”. Aunque en la Universidad Piloto a los profesores los clasifican en niveles del 1 al 5, en la Universidad del Rosario hay profesores asistentes, principales y asociados, y en la Javeriana se dividen en instructor, asistente, asociado y titular –por dar algunos ejemplos–, saltar de un escalafón a otro tiene criterios parecidos: el nivel de educación, los años de experiencia y las investigaciones que logren publicar en revistas indexadas.
Pero los profesores creen que el último es un parámetro no tan fácil de cumplir. “En Colombia, para arquitectura, sólo hay tres revistas indexadas que se publican una o dos veces al año, mientras hay un mundo de profesores buscando publicar sus investigaciones en ellas”, cuenta un docente de arquitectura. La alternativa, entonces, es tratar de publicar en otras revistas de Latinoamérica e, incluso, en algunas que sean en inglés. “Pero esto implica más horas de trabajo, pues es mayor la exigencia y en vez de trabajar las 10 horas pagas a la semana en investigación, uno termina trabajando 20 horas”.
Cuando la docente ya retirada de la Javeriana habla sobre su trabajo, se le nota en las palabras el amor que siente por él. Sin embargo, entre las anécdotas que van y vienen, hay una que hace que cambie su tono de voz. “Tuve estrés laboral. Esos últimos tres años de docencia los pagué con estrés laboral. La universidad se convirtió en un mundo feudal, institucionalmente empezaron a apretar las tuercas, se fueron asemejando más a las empresas y la autonomía del profesor se vio como una amenaza”. Sus palabras, de alguna manera, logran resumir el universo de quejas con las que responden los docentes universitarios cuando se les pregunta sobre sus condiciones laborales.
Pedirles a los profesores universitarios que hablen sobre sus condiciones laborales, es darles la oportunidad de hacer una especie de catarsis. “En los últimos años, el modelo que se criticaba hace 20 años logró instaurarse y hemos perdido autonomía”, es lo primero que señala uno de ellos. “La mayoría de contratos son de ocho meses, entonces durante cuatro meses uno tiene que buscar otras cosas que hacer”, comenta otro docente, de la Universidad de Manizales.
Aunque los profesores consultados para esta nota coinciden en que es una profesión a la que se llega por vocación y se hace por pasión, cuando se les pregunta por sus condiciones laborales la mayoría expone una baraja de problemas que, con el tiempo, los han asfixiado. A los bajos salarios se suma que muchos contratos son a término fijo, que a las universidades les queda más cómodo contratar por hora cátedra, que no es fácil hacer investigación y que esta baja calidad de vida termina por afectar su autonomía.
Además, casi siempre la primera aclaración que hacen es que la diferencia entre los profesores de cátedra y los profesores de planta es “abismal”.
Contratar por “horas dictadas”, lo más popular
Una profesora de la Javeriana que ha trabajado como docente desde hace 33 años recuerda que cuando empezó, los profesores de cátedra eran pocos. Se trataba de profesionales cuyo ingreso no dependía de ser profesores, sino que lo hacían por la reputación de serlo. “Pero con el tiempo, para disminuir costos y porque las universidades no sabían cómo más suplir la demanda de clases, contratar por horas cátedra se convirtió en lo más popular”.A los profesores que tienen este tipo de contrato sólo se les paga por las horas dictadas y sus contratos suelen ser sólo de 12 semanas, lo que dura el semestre académico. Si para el siguiente período hay suficientes estudiantes que quieren ver la clase, los vuelven a contratar. Si no, avisándoles en un tiempo incluso menor a una semana, les dicen que por ahora no seguirán trabajando.
Un docente consultado por El Espectador, que sólo vive de ser profesor de cátedra y que ya ha pasado por varias universidades, como los Andes y la Tadeo, explica que sobrevivir solamente siendo profesor de cátedra es vivir en contra de la corriente. “Para redondear un salario de $1’800.000 tienes que trabajar mínimo en tres universidades, dictando ocho horas a la semana en cada una”.
Dependiendo de la institución, la hora de clase dictada se paga entre $35.000 y $40.000 si el profesor sólo tiene pregrado, unos $60.000 si tiene maestría y $120.000 en caso de que tenga doctorado. El problema, comenta, es que literalmente sólo pagan por la hora dictada, sin contar con todo el trabajo que hay detrás, como preparar la clase, corregir los exámenes o, incluso, ir a vigilar un examen extra cuando el estudiante paga por un supletorio.
“Las universidades no quieren ampliar su planta de docente. En los Andes, en el departamento en el que trabajé, el 25 % de docentes eran de planta y el 75 % de cátedra”, agrega. Y es que hacer el salto para pasar de ser profesor de cátedra a ser profesor de planta no es fácil. Esto me lo cuenta un profesor de la Universidad del Rosario que tiene un doctorado y excelentes condiciones laboralescomo profesor de planta, pero que ha visto cómo muchos colegas están enfrascados en un “círculo vicioso”.
“Para ser docente de planta, la mayoría de las universidades piden tener un doctorado y en Colombia son muy pocas las personas que lo tienen. Además, mientras las universidades les ofrecen a los de planta financiarles los doctorados, esto no sucede con los de cátedra. ¿De dónde vas a sacar los recursos para hacer el doctorado y aspirar a ser de planta si te toca seguir dictando clases en varias universidades para ganarte la vida? Imposible”. Según el Observatorio de la Universidad Colombiana, de los 143 mil docentes que había en el 2016 -la cifra más actualizada- solo mil tenían doctorado, mientras 69 mil estaban contratados por cátedra.
Algunas universidades han creado ciertos modelos para contrarrestar este problema. Un profesor de la Universidad de la Sabana cuenta que él trabaja bajo una figura que se llama docencia de planta. “A los profesores que dictábamos muchas horas de cátedra semanales se nos ofreció la opción de pasar a ser de planta, pero sin los requisitos que tienen estos docentes de hacer investigación o publicar artículos en revistas indexadas, sino solo cumplir con dictar varias horas de clase”, comenta. Solo con su pregrado y con un horario de 7:00 a.m. a 6:00 p.m. flexible, le pagan entre $4’000.000 y $5’000.000 mensuales.
El problema de fondo, como lo dijo John Jairo Arboleda, nuevo rector de la Universidad de Antioquia, tiene que ver con que “hay una desfiguración de la figura del profesor de cátedra. Eso estaba concebido como personas expertas que no tienen ninguna intención de vincularse a la universidad, sino que quieren ofrecer servicios en algunos temas. Hay que hacer esfuerzos desde las universidades y el Gobierno para mejorar las condiciones de contratación y disminuir el número de profesores de cátedra. Pero para eso se necesitan recursosque hagan base presupuestal”.
La incertidumbre del contrato a término fijo
Hablar con los profesores que han logrado saltar esta brecha y se han convertido en docentes de planta es otra historia. Tienen más garantías, espacio para hacer investigación y la seguridad de un trabajo… por lo menos mientras dura el año académico. Aunque no es algo que sucede en todos los casos, pero sí en la mayoría, los contratos que les ofrecen a los docentes universitarios de planta son “por el período académico”. Es decir, de seis a once meses dependiendo de lo que se considere “período académico”.Un profesor que trabajó en la Universidad Piloto comenta que en su facultad los profesores que tienen contrato a término indefinido “se pueden contar con los dedos de la mano”, mientras otro que pasó por la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central (Etitc) advierte que allí los “contratos eran por 10 y 11 meses”.
La razón detrás de esto, según explica Jorge Sánchez, director de Recursos Humanos de la Universidad Externado, tiene que ver con un contrato conocido como “el contrato laboral 101”. En este artículo del Código Sustantivo del Trabajo se “establece que el contrato a profesores de establecimientos privados es por el calendario académico, aunque si se acuerda con el docente, puede ser mayor”.
En otras palabras y como lo explica Juan Diego Valdés, abogado especialista en Derecho Laboral de la Universidad del Rosario, “si en el contrato no queda establecido explícitamente que es mayor al período académico o por término indefinido, entonces se entiende que sólo durará este tiempo”.
En el Externado, por ejemplo, buscando mejor estabilidad para los profesores, tanto los de medio tiempo como los de tiempo completo tienen contratos a término fijo de un año, por lo que sí reciben los 12 salarios. También, “por política de la universidad, todos los docentes que tienen títulos de doctorado reciben el beneficio de un contrato a término indefinido, lo que les da mayor estabilidad”.
Pero esta no es la regla. “En la Manuela Beltrán los contratos son a 10 u 11 meses, igual que en la Uniminuto”, dice un maestro que ha pasado por varias universidades.
Investigar, una misión imposible
Las ventajas de ser docente de planta no vienen gratis, pues además de dictar ciertas horas de clase, los profesores deben hacer investigación y buscar publicarla en revistas indexadas. Esto, claro, les representa un beneficio salarial.
Ganar más o menos siendo docente universitario depende de los famosos “escalafones”. Aunque en la Universidad Piloto a los profesores los clasifican en niveles del 1 al 5, en la Universidad del Rosario hay profesores asistentes, principales y asociados, y en la Javeriana se dividen en instructor, asistente, asociado y titular –por dar algunos ejemplos–, saltar de un escalafón a otro tiene criterios parecidos: el nivel de educación, los años de experiencia y las investigaciones que logren publicar en revistas indexadas.
Pero los profesores creen que el último es un parámetro no tan fácil de cumplir. “En Colombia, para arquitectura, sólo hay tres revistas indexadas que se publican una o dos veces al año, mientras hay un mundo de profesores buscando publicar sus investigaciones en ellas”, cuenta un docente de arquitectura. La alternativa, entonces, es tratar de publicar en otras revistas de Latinoamérica e, incluso, en algunas que sean en inglés. “Pero esto implica más horas de trabajo, pues es mayor la exigencia y en vez de trabajar las 10 horas pagas a la semana en investigación, uno termina trabajando 20 horas”.
Cuando la docente ya retirada de la Javeriana habla sobre su trabajo, se le nota en las palabras el amor que siente por él. Sin embargo, entre las anécdotas que van y vienen, hay una que hace que cambie su tono de voz. “Tuve estrés laboral. Esos últimos tres años de docencia los pagué con estrés laboral. La universidad se convirtió en un mundo feudal, institucionalmente empezaron a apretar las tuercas, se fueron asemejando más a las empresas y la autonomía del profesor se vio como una amenaza”. Sus palabras, de alguna manera, logran resumir el universo de quejas con las que responden los docentes universitarios cuando se les pregunta sobre sus condiciones laborales.