Salvemos a una generación perdida de estudiantes
Durante la pandemia, por cada mes de cierre, se generó una pérdida en el aprendizaje equivalente a un mes. Es hora de actuar. | Opinión
Silvia Gómez*
Luz Karime Abadía**
América Latina fue la región del mundo con cierres escolares más largos durante la pandemia. Según cálculos del Banco Mundial, los niños de América Latina en promedio dejaron de tener clases presenciales durante 1.7 años en este período. Esto es muy grave si se tiene en cuenta que los estudios más recientes muestran que, en promedio, por cada mes de cierre se generó una pérdida de aprendizaje equivalente a un mes. Es decir, en promedio, los estudiantes no aprendieron nada durante los cierres. (Lea Icetex lanza convocatoria para otorgar 27.000 créditos para pregrados y posgrados)
Sin embargo, lo que nos debe preocupar aún más es que esta pérdida es sólo un promedio que no tiene en cuenta las diferencias entre los estudiantes que tienen más recursos y los que tienen menos. Los colombianos más privilegiados tuvieron acceso a internet, un computador de última tecnología, clases remotas bien diseñadas, tutores personalizados, y otras tantas comodidades. Los más pobres, en el mejor de los casos, tenían acceso a internet por medio de un celular para acceder a tareas.
En una investigación que realizamos usando datos de las pruebas Saber11 antes y después de la pandemia, comparando estudiantes con características similares, encontramos que la pandemia redujo el desempeño académico y además la caída fue mayor en estratos bajos. Teniendo en cuenta la disparidad en el acceso a la tecnología, estas diferencias no resultan sorpresivas.
Esta crisis educativa afectó más a los pobres que a los ricos, incrementando la brecha educativa, y limitando aún más las oportunidades futuras de los menos favorecidos. A niveles más bajos de educación, menor productividad, y menores ingresos. Esta crisis educativa condena a los pobres a seguir siendo pobres, y en últimas, a seguir dependiendo de ayudas económicas del gobierno.
Recientemente, se llevó a cabo en Colombia el evento Compromiso para la acción sobre los aprendizajes básicos y su recuperación, donde se reunieron los ministros de educación de la región para comprometerse a realizar cambios que garanticen los aprendizajes fundamentales de niños, niñas y adolescentes.
Esta iniciativa es buena, pero ante la crisis, que algunos durante el evento llamaron de manera acertada “catástrofe”, necesitamos en Colombia propuestas concretas y aterrizadas que se implementen lo antes posible para cerrar las brechas que nos dejó la pandemia. De no hacerlo, tendremos una generación “pandémica” con menos herramientas, y por tanto, con menores posibilidades de acceder a empleos formales y a mejores salarios.
Han pasado más de dos años desde el cierre prolongado de colegios y no hay una política pública nacional que pretenda reducir las inequidades educativas. Desafortunadamente, el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 nos deja muy mal parados en ese frente, pues no contempla de manera clara ninguna estrategia para mejorar la calidad de la educación básica y media de los colegios oficiales. Tampoco aborda la necesidad de tener más y mejores maestros. Es hora de actuar.
* Profesora asociada al Departamento de Economía, Universidad Javeriana.
** Codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación, Universidad Javeriana
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América Latina fue la región del mundo con cierres escolares más largos durante la pandemia. Según cálculos del Banco Mundial, los niños de América Latina en promedio dejaron de tener clases presenciales durante 1.7 años en este período. Esto es muy grave si se tiene en cuenta que los estudios más recientes muestran que, en promedio, por cada mes de cierre se generó una pérdida de aprendizaje equivalente a un mes. Es decir, en promedio, los estudiantes no aprendieron nada durante los cierres. (Lea Icetex lanza convocatoria para otorgar 27.000 créditos para pregrados y posgrados)
Sin embargo, lo que nos debe preocupar aún más es que esta pérdida es sólo un promedio que no tiene en cuenta las diferencias entre los estudiantes que tienen más recursos y los que tienen menos. Los colombianos más privilegiados tuvieron acceso a internet, un computador de última tecnología, clases remotas bien diseñadas, tutores personalizados, y otras tantas comodidades. Los más pobres, en el mejor de los casos, tenían acceso a internet por medio de un celular para acceder a tareas.
En una investigación que realizamos usando datos de las pruebas Saber11 antes y después de la pandemia, comparando estudiantes con características similares, encontramos que la pandemia redujo el desempeño académico y además la caída fue mayor en estratos bajos. Teniendo en cuenta la disparidad en el acceso a la tecnología, estas diferencias no resultan sorpresivas.
Esta crisis educativa afectó más a los pobres que a los ricos, incrementando la brecha educativa, y limitando aún más las oportunidades futuras de los menos favorecidos. A niveles más bajos de educación, menor productividad, y menores ingresos. Esta crisis educativa condena a los pobres a seguir siendo pobres, y en últimas, a seguir dependiendo de ayudas económicas del gobierno.
Recientemente, se llevó a cabo en Colombia el evento Compromiso para la acción sobre los aprendizajes básicos y su recuperación, donde se reunieron los ministros de educación de la región para comprometerse a realizar cambios que garanticen los aprendizajes fundamentales de niños, niñas y adolescentes.
Esta iniciativa es buena, pero ante la crisis, que algunos durante el evento llamaron de manera acertada “catástrofe”, necesitamos en Colombia propuestas concretas y aterrizadas que se implementen lo antes posible para cerrar las brechas que nos dejó la pandemia. De no hacerlo, tendremos una generación “pandémica” con menos herramientas, y por tanto, con menores posibilidades de acceder a empleos formales y a mejores salarios.
Han pasado más de dos años desde el cierre prolongado de colegios y no hay una política pública nacional que pretenda reducir las inequidades educativas. Desafortunadamente, el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 nos deja muy mal parados en ese frente, pues no contempla de manera clara ninguna estrategia para mejorar la calidad de la educación básica y media de los colegios oficiales. Tampoco aborda la necesidad de tener más y mejores maestros. Es hora de actuar.
* Profesora asociada al Departamento de Economía, Universidad Javeriana.
** Codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación, Universidad Javeriana
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