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Ser Pilo Paga: un programa que se convirtió en una deuda impagable para más de cuatro mil “pilos”

Este programa garantizó el acceso a la educación superior a los estudiantes que tuvieron un puntaje alto en las pruebas Saber 11 y no podían pagar sus estudios; pero la iniciativa era un crédito condonable y muchos “pilos” ahora tienen deudas incluso de $100 millones. ¿Cuáles fueron los errores de esta estrategia?

Paula Casas Mogollón
26 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Durante los cuatro años que funcionó Ser Pilo Paga se seleccionaron a 39.382 beneficiarios / Archivo - Ministerio de Educación
Durante los cuatro años que funcionó Ser Pilo Paga se seleccionaron a 39.382 beneficiarios / Archivo - Ministerio de Educación

“En 2015 me gané lo que creía que era una beca, la de Ser Pilo Paga, que me daría la oportunidad de estudiar en cualquier universidad del país. Me matriculé en Ingeniería Civil en la Universidad Javeriana, en Bogotá. No me iba bien, porque estaba sobreviviendo. En sexto semestre me di cuenta de que no era una beca, sino un crédito condonable. Tenía presión social, académica y ahora solo pensaba en que me iban a cobrar lo que había cursado. Todo suma $100 millones. Tengo una deuda impagable, no tengo título y mi patrimonio más grande es un computador que pagué a cuotas”, cuenta Dey Luz Zúñiga, una joven de 23 años de Montería (Córdoba), quien hizo parte de la segunda generación de Ser Pilo Paga.

El programa, que funcionó entre 2014 y 2018, fue propuesto por Juan Manuel Santos, presidente de Colombia en ese entonces, y Gina Parody, su ministra de Educación, para garantizar el acceso a la educación superior a los 10.000 mejores estudiantes del país cada año, que no podían pagar sus estudios. Los requisitos eran obtener un puntaje igual o superior a 310 en las pruebas Saber 11, tener una puntuación especial en el Sisbén y escoger una universidad con acreditación de alta calidad. Zúñiga obtuvo 392 puntos y sabía que esta era la única oportunidad de ser profesional, pues su papá, quien es mototaxista, y su mamá, que es ama de casa y costurera, no tenían los recursos para pagarle una carrera.

Dey Luz Zúñiga se convirtió en beneficiaria de Ser Pilo Paga en 2016, pero en 2020, entre los problemas de conexión a internet que presentó en su casa en Montería y la desmotivación por su carrera, decidió abandonar la universidad. “Me dolió tanto matar la ilusión y la esperanza que mis papás tenían de ver a su hija como una profesional en una de las mejores universidades de Colombia. Ahora, no solo no seré profesional, sino que tengo mucho miedo de la deuda que me quedó”. Hoy está terminando un tecnólogo en gestión contable y financiera, en el SENA.

Como ella, son 4.347 los jóvenes que desertaron del programa, de acuerdo con las cifras del Icetex. Pero, entonces, si era una beca, ¿por qué los estudiantes quedaron con deudas impagables? Aunque en general entre la población y en algunos comerciales se hablaba de Ser Pilo Paga como una beca, Juan Manuel Santos, desde la propaganda sobre el programa, explicó que se trataba de un crédito condonable con el Icetex que tenía un único requisito: finalizar la carrera. Es decir, se trataba de un préstamo que la persona no debía pagar si terminaba la carrera exitosamente y durante los semestres establecidos por el pénsum de cada una de las universidades. (Le puede interesar: ¿Cómo fue la distribución de la matrícula de Ser Pilo Paga en Colombia?)

Natalia Ariza, viceministra de Educación Superior en el gobierno Santos, explica que esta modalidad se empleó por una única razón: “En nuestro país están prohibidas las becas por constitución. Solo hay unas creadas por ley, como la Beca Andrés Bello, al mejor bachiller del país”, apunta. En el artículo 355 de la Constitución se prohíbe a las ramas u órganos del poder público decretar auxilios o donaciones a personas de derecho privado y, anota Ariza, cualquier colombiano es una persona de derecho privado. Por esto, en el pagaré que firmaron los estudiantes de Ser Pilo Paga se estableció el mecanismo de crédito condonable.

Pero seis años después de que se matriculó la primera generación de Ser Pilo Paga, para muchos es una deuda impagable. Carlos, por ejemplo, es un joven de 23 años de Aguachica, Cesar, quien hizo parte de la primera generación del programa. En sexto semestre se dio cuenta de que ya no podía aplicar a la condonación del crédito porque ya había utilizado todos sus desembolsos y para finalizar su carrera de Psicología tenía que pedir un préstamo de $15 millones más la plata de la manutención. A este dinero, se suma la deuda que le quedó de Ser Pilo Paga, que es de más de $46 millones.

Una deuda similar tiene Yeiver, otro estudiante de Psicología que desertó hace cinco años y ahora debe $70 millones. “Intenté hacer la homologación para terminar y no fue posible. Entonces, me matriculé en otra institución para estudiar una licenciatura en educación docente”, comenta. Al igual que a Yeiver, a Diego Castillo, estudiante de Derecho beneficiario de este programa, también le angustia la deuda que tiene de $100 millones por Ser Pilo Paga. “Estudié en la Universidad del Rosario y tuve que pagar los semestres que faltaban. Pedí un crédito, pero me tocó desertar y terminé estudiando Derecho en la Universidad de los Libertadores”, anota.

Sin el requisito del crédito condonable, comenta María José Álvarez, directora del Área de Sociología de la Universidad de los Andes, quien lleva varios años investigando las interrelaciones sociales que facilitó Ser Pilo Paga, la deserción del programa hubiera sido mucho más alta. Actualmente, la tasa normal de deserción de la educación superior es del 40 %, pero para Ser Pilo Paga se reduce a entre el 10 y el 15 %, de acuerdo con los datos del Icetex. “Sin embargo, el requisito puso una enorme presión económica en los hombros de los estudiantes becados”, añade Álvarez.

El problema es que en el caso de Ser Pilo Paga la deserción se convierte en un tema más complejo, “porque se trata de los jóvenes más vulnerables, que cargan con un fracaso educativo y ahora tienen que saldar una deuda que no tienen cómo pagar y devolverle al Estado lo que invirtió en su educación”, dice Álvarez. Por ejemplo, si el estudiante cursó solo dos semestres, al desertar, el alumno debe retornar el dinero de esos dos semestres al Icetex. “Si era una universidad privada, el crédito se ataba a la matrícula establecida por esa institución. Con las instituciones públicas se calculó un costo por cada “pilo”. Por semestre, girábamos entre $3 y $7 millones por estudiante, siendo la Universidad Nacional el plantel público que más dinero recibió de este programa”, señala Ariza.

La presión de acabar una carrera para no adquirir una deuda

A pesar de que fue un incentivo para garantizar que los jóvenes se graduaran, en algunos casos Ser Pilo Paga se transformó en una presión adicional. Abril, por ejemplo, cuenta que entre los “pilos” de su semestre había muchos problemas de salud mental, pues a medida que avanzaban en su carrera, el miedo era desertar y quedar endeudado. “Yo resistí porque sabía que le iba a deber toda la vida al Icetex. Me quise cambiar de carrera, pero ya no podía porque tenía que pagar los dos años académicos que había cursado”, anota. También se sumó una presión académica sobre los “pilos”, cuenta Álvarez; de hecho, en los pasillos de los Andes la frase era: “Soy la mejor de mi colegio, pero aquí soy una estudiante promedio”.

Paula Ruiz es una joven de 24 años originaria de Vijes, municipio del Valle del Cauca. Cuenta que viene de una familia en la que ser profesional era una utopía, pues su madre solo cursó hasta noveno en el colegio y su padre es productor audiovisual empírico. “Ingresar a la universidad fue un choque muy fuerte, cultural, socialmente y a nivel académico. Compartí clases con personas que hablaban dos o tres idiomas o venían de colegios internacionales”, cuenta. Se fue atrasando en Sociología y aplazó dos veces el semestre por problemas en su salud mental. Para finalizar su carrera y no contraer una deuda de $80 millones, debe conseguir más de $17 millones. (También puede leer: Giro de 180 grados en el Icetex: así cambiará el cobro de sus créditos)

Entre las principales causas de deserción, los “pilos” explican que como muchos venían de zonas rurales, estratos 1 y 2 e incluso barrios marginales, era imposible pensar en ir a la universidad y por eso nunca se preguntaron qué querían estudiar. “Les decíamos a los profesores que en qué materias nos veían más fuertes y así buscábamos las carreras”, comenta Yeiver, por eso, añade, “al avanzar los semestres más de uno nos dimos cuenta de que no era lo que nos gustaba”. Otro de los factores, comenta Carlos, es que para varios fue difícil adaptarse a las grandes ciudades y comenzar una nueva vida solos a los 16 o 17 años. “Regresar a nuestros pueblos, sin diplomas, fue muy frustrante. Decepcionante”, dice.

Los errores de Ser Pilo Paga

Aunque la meta del programa era favorecer a 40.000 jóvenes, y de hecho llegaron a 39.382 beneficiarios, para Andrés Mora, director del Centro de Pensamiento de Políticas Públicas de Educación Superior de la Universidad Nacional, era un “crédito complicado, porque la persona que no se graduaba quedaba pobre, endeudada y sin educación superior”. Julián de Zubiría, investigador y educador, por su parte, cree que es injusto que les cobren a los jóvenes la deuda, “teniendo en cuenta los desafíos que enfrentaron a nivel emocional, académico y social. Fue una política equivocada y es el Estado quien debe pagar los errores, cobrarles arruinaría a familias muy pobres que creyeron en el espejismo que les vendió el Ministerio”.

Otro de los errores del programa, en opinión de Mora, tiene que ver con “pensar que la meritocracia igualaba las condiciones de los estudiantes y termina reproduciendo más desigualdades. Estableció un oligopolio en las universidades privadas, haciendo que el programa fuera muy costoso para el Gobierno y que la clase media se afectara, porque no era tan pobre para ser parte de este, pero tampoco tan rica para pagar unas matrículas”. Además, anota De Zubiría, a las universidades privadas se les transfirieron $4 billones de las instituciones públicas, “convirtiéndose en un mecanismo para apoyar a las privadas en un período en el que estaban cayendo sus matrículas y no se resolvieron los problemas de educación superior pública del país, que tiene unas coberturas muy importantes”.

Ser Pilo Paga ya no está operando, porque fue reemplazado por el gobierno de Iván Duque con el programa Generación E, que tiene tres componentes. El primero, que es el de equidad, consiste en cubrir el 100 % de la matrícula en las instituciones públicas y dar un auxilio de sostenimiento. Por ejemplo, si el estudiante “ingresa a una institución de educación superior pública, se financiará el 100 % de la matrícula y se entregará un apoyo de sostenimiento. Si elige una privada, el valor de la matrícula es financiado por el Gobierno Nacional, donaciones y aportes de la institución de educación privada”, dice el Ministerio de Educación. (Le puede interesar: ¿Por qué más de 78 millones niños y niñas en el mundo no van al colegio?)

Un segundo ítem, que es el de Equipo, busca fortalecer a las 61 Instituciones de Educación Superior públicas y a las instituciones técnicas profesionales, tecnológicas con $223.000 millones anuales, que “serán destinados hacia el mejoramiento de la calidad del sector”, de acuerdo con la cartera. Y el tercero, que es el de Excelencia, reconoce el mérito académico de los bachilleres que se han destacado con sus resultados en la prueba Saber 11, otorgándole un crédito condonable para estudiar y un apoyo financiero de manutención. “Es como la hija de Ser Pilo Paga, y a pesar de que tiene muchas bondades y está bien pensada, tiene menos cupos”, dice Álvarez.

¿Qué está haciendo el Gobierno con los “pilos”?

Entonces, ¿qué pasa con los “pilos” que no han terminado sus estudios? Iván Morales, jefe de la oficina de planeación de Icetex, explica que el fondo de administración de Ser Pilo Paga debe seguir cumpliendo los criterios con los que fue establecido. “Con este programa, de acuerdo al reglamento, lo que procede es ejecutar el cobro, que significa que ese crédito no se pudo condonar”, cuenta. Sin embargo, reconoce que, en los últimos años, notaron que algunos “pilos” no alcanzaban a culminar sus estudios en el tiempo establecido. “Era una situación muy grave, porque aparte de tener una deserción académica, ahora podrían llegar a presentar la dificultad de enfrentar un pago con ingresos de una persona no profesional y era lo que no queríamos que pasara”, añade.

Como plan de contingencia surgió Ser Pilo Paga Rezagados, enfocado en los alumnos que están atrasados hasta cuatro semestres. Las personas que adquieren esta línea de crédito tienen hasta el doble de tiempo para pagar el valor financiado. Alfredo Doria, de 23 años, es uno de estos “pilos” rezagados. Él viene de Magangué (Bolívar). Su madre es enfermera interna de un paciente con alzhéimer y su padrastro trabaja en una mina. “Me falta un semestre y, para culminar mi carrera de Ingeniería Civil, debo pagar $25 millones del rezago, sin contar el dinero de la manutención”, comenta. Una vez cada “pilo” finalice su carrera, tiene dos años para presentar los certificados y que el crédito quede condonado.

El problema es que esta línea de crédito que creó el Icetex no les resuelve el tema a los desertores. Morales es enfático en señalar que el reglamento hay que cumplirlo, a menos que tenga una modificación. “En sentido estricto, está el cobro, pero esa obligación de pago solo se hará efectiva hasta septiembre de 2023”. Por eso, dice, en estos meses, desde el Icetex se “está haciendo un proceso de sensibilización para comentarles a los beneficiarios que desertaron cómo se puede saldar la deuda. También los podemos orientar e incluso financiar algún tipo de estudio alternativo”, puntualiza. Y así como el Icetex ha empleado programas, las universidades públicas y privadas también están elaborando estrategias para acompañar a los “pilos” y evitar que deserten.

Una de ellas es la Universidad Nacional, que cuenta con un plan de tutorías académicas para todas las sedes, que realizan todos los docentes de la institución y consiste en un seguimiento sobre el desempeño académico de todos los estudiantes, incluidos los beneficiados por Ser Pilo Paga, “para obtener información de las asignaturas de mayor mortalidad académica, repitencia y los factores que inciden en la deserción por razones académicas”, comenta Valentina Mejía Amézquita, de la dirección nacional de programas curriculares de pregrado de esta institución. También ofrecen un acompañamiento con profesionales en pedagogía y psicología.

En la Universidad del Norte, cuenta Soraya Lewis, directora del Centro de Recursos para el Éxito Estudiantil, “se ha brindado orientación socio-ocupacional a los ‘pilos’ que tenían dudas con la elección de carrera; también cuentan con apoyo académico extra clase para que nivelen o refuercen, y la creación de grupos estudiantiles para el desarrollo de habilidades sociales”. La Javeriana, por ejemplo, tiene un programa de Consejería Académica e integración de estudiantes provenientes de medios vulnerables y un sistema de alertas tempranas. “Algunos cuentan con apoyos económicos adicionales a los del programa. Son apoyos en alimentación y materiales, préstamo de equipos y facilidades para conexión a internet”, asegura Carolina Jaramillo, directora de asuntos estudiantiles. (Le recomendamos: ¿Quién es Sindey Bernal, la colombiana que es la mejor docente de Iberoamérica?)

A pesar de que el programa ha despertado varias críticas, las cifras del programa, según Morales, son buenas: durante los cuatro años se seleccionaron a 39.382 beneficiarios, de los cuales 2.041 no tomaron el cupo, 4.347 desertaron, 9.773 ya cumplieron con el requisito, 14.246 están susceptibles de condonación y 8.975 siguen estudiando. David Patiño es uno de esos “pilos” que está a punto de terminar su carrera y dice que “muchos odiaron al Icetex por darnos poco tiempo para escoger profesión y aunque para algunos fue un infierno, para otros, como en mi caso, era la única oportunidad de entrar a la universidad. Sin Ser Pilo Paga, lo más seguro es que mi papá estuviera endeudado y yo sin esperanzas de graduarme”.

Samuel Pérez, un joven de 21 años de La Plata, Huila, fue uno de los “pilos” que pudo condonar su deuda. Se mudó a Bogotá a estudiar Matemáticas Aplicadas y Ciencias de la Computación, en la Universidad del Rosario, y, recientemente, obtuvo un cupo para cursar una pasantía de investigación en el centro de astrofísica de Harvard. Para la socióloga Álvarez, casos como los de Samuel o David comprueban que la educación tiene una capacidad igualadora. “Este programa no tenía como propósito resolver las inequidades educativas generales, sino una pequeña disrupción, que tenía que ver con dejar entrar a la educación superior a jóvenes excepcionales. Para resolver los problemas de equidad hay que hacer más cosas, empezando por mejorar la educación media”, anota.

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