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El despido de la escritora y profesora de literatura Carolina Sanín de la Universidad de los Andes ha provocado una fuerte ola de críticas contra las directivas de la universidad. En un documento de dos páginas los voceros de la universidad expusieron sus argumentos y explicaron detalles del proceso disciplinario que llevó a cabo la Jefatura de Relaciones Laborales.
De acuerdo con la universidad “el detonante para iniciar el proceso disciplinario en cuestión tuvo que ver con múltiples denuncias y quejas por parte de miembros de la comunidad académica (estudiantes, profesores y egresados)”. Y el argumento para dar por terminado el contrato fue que “la Profesora Sanín afectó la convivencia entre los miembros de la comunidad (estudiantes, profesores y egresados)”.
El documento expone cuatro situaciones específicas relacionadas con las opiniones y manifestaciones públicas de Sanín: a) La supuesta “cultura carcelaria” cultivada por la Universidad, b) La crianza de delincuentes en la Universidad, c) La condición de que la Universidad se lucra de la pobreza, d) La preferencia de la profesora en la ocurrencia de actos inadecuados y violentos por parte de los estudiantes.
Para la universidad se trata de un caso matoneo. “El Consejo Superior de la Universidad ha manifestado de manera formal y pública que es voluntad y responsabilidad institucional prevenir, sancionar y rechazar toda forma de amenaza, acoso, matoneo, maltrato o discriminación en contra de cualquier miembro de su comunidad universitaria”.
Sanín, un día después de su despido, agradeció los mensajes de apoyo que recibió y le envió un mensaje al rector de los Andes Pablo Navas: “Gracias a todos, para el resto de la vida. Leer los mensajes de amigos, de lectores y de colegas ha aliviado el peso del primer día de desempleo. Y sobre todo, leer los posts y los mensajes de mis profesores, estudiantes, y exestudiantes, de quienes lo aprendí todo, y en presencia de quienes quise pensar el mundo entero. Cada clase —y ustedes lo saben y lo vieron— era una dicha para mí, y me emocionaba poderla dictar. No quiero ser ligera en un momento fosco, pero doy gracias a la vida por dejarme ver que me querían y me quieren, y también, por otra parte, doy gracias porque, en su infinita munificencia, me hizo sentir una experiencia común del ciudadano, que yo hasta ahora no había sentido: la del expulsado. Que esa nueva experiencia despierte en mí una nueva solidaridad hacia todos los que son "botados" de su empleo, hacia todos aquellos a los que la mano del patrón "bravo" pretende aplastar. Tenías el poder de despedirme, Pablo Navas, pero no tienes ningún poder sobre mi corazón ni sobre mi alma ni sobre mi inteligencia, ni sobre los de cientos de estudiantes que han tomado clase conmigo y ninguna clase contigo, salvo por esta clase sobre el dinero y el poderío que les diste hoy. Hay colombianas que no se venden nunca. Yo soy una de millones”.