Vincent Pacheco, la persona no binaria que sueña y estudia moda en La Picota
En la actualidad están privadas de la libertad 1.949 personas de la comunidad LGTBIQ+, quienes históricamente se han enfrentado a diversos problemas. Esta es la historia de uno de los 18 estudiantes que ayer se graduaron de un diplomado en esta cárcel de Bogotá.
Vincent Pacheco llega imponente al segundo piso de la capilla de la cárcel La Picota, en Bogotá. Cuando entra el salón se queda en silencio y, mientras camina hasta su silla, explica que diseñó todo su vestuario: un jean bota campana, con una silueta negra que bordea el interior de sus piernas, una chaqueta negra adornada con taches y una abertura en su espalda. En su cabeza tiene una pañoleta. (Lea: Exiliados y excluidos: venezolanos LGBTI en las cárceles de Colombia)
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Vincent Pacheco llega imponente al segundo piso de la capilla de la cárcel La Picota, en Bogotá. Cuando entra el salón se queda en silencio y, mientras camina hasta su silla, explica que diseñó todo su vestuario: un jean bota campana, con una silueta negra que bordea el interior de sus piernas, una chaqueta negra adornada con taches y una abertura en su espalda. En su cabeza tiene una pañoleta. (Lea: Exiliados y excluidos: venezolanos LGBTI en las cárceles de Colombia)
Nació en Venezuela, y a los 13 años se mudó a Palmira, Valle, tierra natal de su padre. Allí comenzó a trabajar para materializar uno de sus mayores sueños: ser modelo y diseñador de moda. “Me estaba preparando para modelar los diseños de una gran marca y buscaba las posibilidades de poder desempeñarme como director creativo”, cuenta.
Pero su sueño se vio truncado el 23 de diciembre de 2020, cuando fue detenido por extorsión agravada. Fue condenado a 72 meses de prisión, de los cuales ya ha pagado 24. En la cárcel, dice Vincent, quien se autorreconoce como persona no binaria, ha podido descubrir que la moda en su vida significa vida y que a través de ella puede contar sus vivencias privado de la libertad.
Así lo pudo comprobar durante sus estudios en el diplomado en emprendimiento creativo y negocios de moda, realizado por la Universidad Sergio Arboleda, en alianza con Inexmoda. Este diplomado, que duró tres meses y que se ejecutó con la ayuda de la Fundación Acción Interna, estuvo enfocado en promover la inclusión de la población LGTBIQ+. Este miércoles 23 de noviembre, en La Picota, fue la graduación de los 18 alumnos, entre ellos Vincent.
Luego de recibir su diploma, Vincent, de 23 años, se quitó su pañoleta y la lanzó al aire, simulando que era un birrete. Emocionado, se para en una de las paredes y empieza a posar para las fotos con su diploma, señala que significa la continuación de los estudios que pausó en Palmira. “Las rejas solo son materiales. No son una barrera para continuar con los sueños”, asegura mirando a sus compañeros.
De este diplomado recuerda la primera clase, cuando conoció con más detalle la historia de la moda y hablaron sobre el vestido langosta, un modelo diseñado en 1937 por la italiana Elsa Schiaparelli y del que es admirador. A partir de esa sesión decidió crear una colección en un blog. “Son 76 diseños en los que busco feminizar a Adolf Hitler, quien era muy machista. Le doy la vuelta a su historia”, asegura. (Puede ver: El calvario de las mujeres en las cárceles durante la pandemia)
Aún le quedan varios meses en prisión, y cuando salga tiene planeado viajar a Europa, pues en Alemania está su padre y en Italia su madre. “Quiero materializar los sueños que estoy ideando aquí, privado de la libertad. Sé que Europa es el lugar ideal”, puntualiza.
Los riesgos de la población LGTBIQ+ en las cárceles
Para Vincent el ser parte de la población LGTBIQ+ lo ha llevado a tener diversos problemas, principalmente de discriminación. Según el censo realizado en los establecimientos de reclusión del orden nacional, en la actualidad están privadas de la libertad 1.949 personas de esta comunidad, de las cuales 590 son lesbianas, 471 gais, 666 bisexuales, 202 transexuales y 20 intersexuales.
En La Picota esta población está en un patio especial, pero, advierte Vincent, se siguen enfrentando a malas palabras o a la prohibición del desarrollo de su personalidad. “No se nos permite el ingreso de algunas cosas que son prioritarias para nosotras, como las extensiones, el maquillaje o las planchas de cabello, mientras que a los hombres les dejan entrar licuadoras, por ejemplo”, anota.
En teoría, los centros penitenciarios deben permitir el ingreso de estos elementos que les ayuden a desarrollar libremente su identidad de género; y los dragoneantes y las otras personas que forman parte del sistema carcelario están obligadas a llamar a las personas de esta comunidad con su nombre o los pronombres identificativos.
Según quedó estipulado en el manual que diseñó el Inpec y que está enfocado en ofrecer un trato diferencial a la población LGBTIQ+ y a las minorías. Este documento fue diseñado luego de que llegara a la CIDH el caso de Marta Álvarez, quien estuvo privada de su libertad, fue discriminada por ser lesbiana y luchó para que fuera un derecho la visita íntima entre parejas del mismo sexo.
Aunque en el documento hay una explicación sobre las diferencias éticas, de orientación sexual y género, Vincent cuenta que no es así en la práctica. De hecho, dice que en el sistema carcelario manejar estos términos ha sido difícil y, por ejemplo, “entre mis compañeros les he aclarado qué significa ser no binario, una persona intersexual o una persona pansexual”, comenta.
Otra de las dificultades a las que se enfrentan es la transfobia. Charlote*, quien está recluida en la cárcel La Modelo, en Bogotá, le contaba a El Espectador que recién llegó a este centro la apartaron por ser una mujer trans y la obligaron a dormir durante varios días en el piso. “Ese frío hizo que se cristalizaran los biopolímeros de mi cola. Se me pegaron a los huesos de la cadera y ahora debo caminar con caminador”, explicó en ese entonces.
Con el objetivo de evitar que estas situaciones se repitan en otros centros penitenciarios, la Corte Interamericana de Derechos Humanos publicó el 30 de mayo de 2022 una opinión consultiva con enfoques diferenciados para los grupos de personas privadas de la libertad. En el documento, la corte afirmó que, “en el ámbito penitenciario, se replica y exacerba la violencia contra ellas”. (Puede leer: Violencia obstétrica es violencia de género: opinión de Corte IDH)
La violencia a la que hace referencia la corte puede incluir “el acoso, el hostigamiento, la violencia verbal y psicológica, la explotación, así como la violencia sexual y física, incluyendo la violación”, señaló el texto. En cuanto a las personas trans detenidas, en particular las mujeres, se enfrentan a una exposición única a la violencia, especialmente de carácter sexual.
Por eso, advirtió, “la ausencia de políticas públicas sobre la autoidentificación, clasificación, evaluación del riesgo e internamiento contribuye a que las mujeres trans sean recluidas en cárceles y otros lugares, donde están expuestas a un alto riesgo de violación y violencia sexual”. Una de las recomendaciones que realiza la Corte es que las personas privadas de libertad LGBTIQ+ no deben alojarse en celdas con otros prisioneros que pueden poner sus vidas en riesgo.
También señaló lo importante de “considerar la voluntad y temores de las personas privadas de libertad; no ubicar a los reclusos homosexuales, bisexuales y trans en dormitorios o celdas junto con reclusos que puedan significar un riesgo para su seguridad; no asumir que es apropiado alojar a personas trans de acuerdo con su sexo asignado al nacer”. Para ello es fundamental consultar y considerar las diferentes necesidades de alojamiento con el propósito de garantizar que no exista discriminación.
👩🏫📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre educación? Te invitamos a verlas en El Espectador. ✏📚