125 años del surrealismo de René Magritte
Un día como hoy, en 1898, nacía en Bélgica René Magritte. Pintor y artista, uno de los precursores del surrealismo que invita al espectador a replantarse su realidad constantemente con sus obras.
Sarah Gutiérrez
“Esto no es una pipa”, una de las frases célebres que se ve plasmada en la pintura “La traición de las imágenes” (1929) de René Magritte, es una introducción al estilo que manejaba el pintor belga en cada una de sus pinturas; esta, al igual que la obra que llamó “La llave de los sueños” (1927), invita al espectador a replantearse su realidad y la limitación de las palabras.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
“Esto no es una pipa”, una de las frases célebres que se ve plasmada en la pintura “La traición de las imágenes” (1929) de René Magritte, es una introducción al estilo que manejaba el pintor belga en cada una de sus pinturas; esta, al igual que la obra que llamó “La llave de los sueños” (1927), invita al espectador a replantearse su realidad y la limitación de las palabras.
(Le recomendamos: El silencioso y acertado Carlos Caicedo Zambrano)
“La famosa pipa. ¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y, sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. ¡Si hubiera escrito en el cuadro «Esto es una pipa», habría estado mintiendo!”.
La idea era su fin principal al presentar cada uno de sus lienzos, siguiendo así el concepto de Arte Conceptual, en el cual, lo importante es “eliminar toda referencia al objeto, y se centra en el concepto como el aspecto más importante”, de acuerdo con el historiador de arte, Miguel Calvo Santos.
Esto no fue así desde un inicio. René Magritte nació en Lessines, Bélgica, el 21 de noviembre de 1898, fue el mayor de sus hermanos, e hijo de un sastre y una costurera de sombreros. De su infancia no hizo mención en gran parte de su vida, pues su madre se suicidó cuando aún era un niño, en el río Sambre, que se encontraba cerca a su hogar. Este hecho lo marcaría y así lo representó en varias de sus obras, donde la cara de sus protagonistas se encuentran envueltas en una tela blanca, evitando revelar su identidad, y de lo que se presume, es una representación de la escena de la muerte de su progenitora.
A los 18 años partió a Bruselas para estudiar en la Academia Real de Bellas Artes, y tuvo su primera exposición en el Centro de Arte de Bruselas en 1920, junto a Pierre-Louis Flouquet, quien también fue su compañero de estudio. Magritte se probó en varios movimientos como el dadaísmo, el cubismo y el futurismo, pero no fue hasta que vio “La canción de amor” (1914) del pintor italiano, Giorgio de Chirico, que descubrió su verdadera pasión.
La obra de De Chirico, donde un busto flotante y un guante rojo se convierten en los protagonistas, fue uno de los primeros acercamientos a la representación de los sueños, que diez años más tarde, sería una de las bases de lo que se conoce como el surrealismo, y de lo que el mismo Magritte, se convirtió en uno de sus más destacados artistas.
En las pinturas como “La túnica de la aventura” y “El asesino amenazado”, ambas de 1926, se empieza a denotar la yuxtaposición de objetos en una atmósfera silenciosa, al igual que el uso del espacio perspectivo que es visto en los trabajos de De Chirico.
A diferencia de otros artistas iconos en el surrealismo, como Max Ernst, Salvador Dalí, Joan Miró y Paul Éluard, con los que compartió en París en 1927, Magritte tomaba inspiración de su realidad “sacando su esencia, y consiguiendo, por un lado, imágenes absolutamente sorprendentes e ingeniosas, y por otro el cuestionamiento mismo de esa realidad”, señala Calvo Santos en su web Historia del Arte.
(Le puede interesar: Cinema Paraíso vuelve a abrir sus puertas en una nueva sede)
Son en estos años, cuando se muda a Francia, que el artista crea lienzos reconocidos como “Los amantes” (1928), “La traición de las imágenes” y “El doble secreto” (1927), cada una con una obscuridad y misterio impregnado, marcando así su sello personal.
Para 1930, Magritte comenzó a recibir reconocimiento internacional y realizó exposiciones en ciudades importantes del circuito artístico como Londres y Nueva York, pero al estallar la Segunda Guerra Mundial, decide regresar a Belgica junto a su esposa Georgette Berger. Este contexto mostró un cambio significativo en las obras del artista, encaminándose por un estilo impresionista. Sus pinceladas gruesas y empastadas, y los colores vibrantes, dieron como respuesta a una crítica negativa, llevándolo a retomar su estilo anterior.
Le gustaba experimentar con figuras, exagerando su tamaño o ubicándolo en un espacio en el que, naturalmente, no pertenecería. Por ejemplo, su serie de obras “El castillo de los Pirineos” y “La batalla del Argonne”, de finales de la década de 1950, usa como sujeto a la roca para mostrar su ‘ligereza’ comparada con una nube, reinterpretando escenarios naturales.
A pesar de haber sido diagnosticado con cáncer de páncreas en 1963, René Magritte se mantuvo activo hasta el último de sus días, e incluso asistió al homenaje que le realizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1965, siendo esta su primera y última vez en el país norteamericano. No tuvo hijos, y falleció el 15 de agosto de 1967 en compañía de su esposa Georgette, con quien estuvo casado 45 años. En la actualidad, en Bélgica hay un museo en su honor que abrió las puertas en 2009 y contiene una parte de su colección.