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Vocación del poeta
Las riberas del Ganges oyeron el triunfo del dios de la alegría, del joven Baco, cuando desde el Indus vino conquistándolo todo, trayendo el sagrado vino, despertando a todos los pueblos de su adormecimiento. (Recomendamos un ensayo del escritor colombiano William Ospina sobre la obra de Hölderlin).
¡Tú, ángel del día, no despertarás a los que todavía dormitan!
Danos leyes y danos vida, oh Maestro, tú que como Baco tienes derecho a la conquista.
Poco importan la suerte y los afanes habituales de los mortales en casa o bajo el cielo, aunque el hombre se alimente y defienda con más dignidad que el animal.
Se trata de otra cosa, que fuera confiada a los poetas. Solamente del Supremo dependemos; y es menester que le cantemos siempre nuevos himnos para que el pecho amante lo sienta más cercano.
Y, sin embargo, de todos vosotros los celestiales, de vosotras, fuentes, riberas, bosques y alturas, donde por vez primera, en días de inolvidable maravilla, apresándonos por los cabellos se apoderó de nosotros imprevistamente el Genio creador y divino; instantes en que nos quedamos anonadados y nuestros huesos estremeciéronse como tocados por el rayo, de vosotros los hechos incesantes del vasto mundo, días irresistibles del destino, cuando el dios ensimismado en sus pensamientos conduce a la meta a sus gigantescos corceles ebrios de furor, ¿de todos vosotros, pues, nada debemos decir?
Y cuando en nosotros vibra la armonía de un año monótono y tranquilo, ¿sólo este canto nos es permitido, cual ocioso y presumido niño que toca por juego la sagrada lira de su maestro? ¿Para eso has escuchado, oh poeta, a los profetas de Oriente, los himnos griegos y, más recientemente, los truenos?
¿Para esclavizar al Espíritu, para desdeñar, presuroso, los bienes del siglo? ¿Para que lo reniegues, lo afrentes y trates de loco? ¿Para imponerle mercenarios jugueteos e incitarlo al baile como si fuera un animal de circo?
Hasta que lo exasperen los dardos de la furia y recordando entonces su origen, lance un grito y el Maestro acuda, exánime te deje bajo el fuego de las flechas mortales.
Hace ya demasiado que se usa a lo divino para toda cosa; una ingrata y taimada raza abusa de las fuerzas bienhechoras del cielo y cree saber la hora en que el Altísimo predispone el suelo y la luz de los días y el dios tonante. Y con sus catalejos espían y numeran y ponen nombres a las estrellas del cielo.
Mas, para que podamos mantenernos, el Padre cubre nuestros ojos con la sagrada noche. Odia la insolencia. Nunca con la violencia se ha conquistado el cielo.
Tampoco conviene ser demasiado juicioso. La gratitud llega hasta Dios. Pero no puede por sí misma retener su imagen. Para entenderlo, es bueno que un poeta con la gente se asocie.
Pero el hombre puede quedarse, cuando es preciso, solo frente a Dios. Su candor lo protege. Y no necesita armas ni argucias, hasta el momento en que la ausencia de Dios lo ayude.
Buen consejo
¿Posees talento y corazón? Muéstranos uno u otro, Pues a los dos reprobarían si los mostraras juntos.
(Traducción de Federico Gorbea)
A los jóvenes poetas
Mis queridos hermanos, quizá va a madurar ……nuestro arte, tras un largo fermentar juvenil, ……….y llegará a lograr la calma de lo bello; ………….no dejéis la virtud, imitad a los griegos.
A los dioses amad, pensad en los mortales. …Ni ebriedad ni frialdad, ni descripción ……ni lección; si os asusta algún maestro, ………….pedid sólo consejo a la naturaleza.
(Traducción de Federico Bermúdez-Cañete)
¿Quién fue Johann Christian Friedrich Hölderlin?
Fue un poeta lírico alemán cuyo estilo clásico se conecta con el llamado nuevo romanticismo. También fue novelista y dramaturgo. Al terminar estudios primarios en Denkendorf ingresó a la Universidad de Tübingen donde obtuvo el Master en Teología. En 1793 publicó sus primeros poemas con la ayuda de Friedrich von Schiller quien además fue su amigo y protector. Fue traductor de Sófocles y Píndaro y autor de una valiosa obra poética y dramática que lo convirtió en el más grande representante del romanticismo alemán. Después de sostener un romance con la esposa de un rico banquero, Susette Gontard, inspiradora de sus “Poemas a Diotima”, se radicó en Hamburgo donde produjo una parte importante de su obra, de la que se destaca su novela “Hyperión” y la colección de poemas “La esperanza”. A partir de 1802, aquejado por los primeros síntomas de una grave esquizofrenia, regresó a Tübingen y vivió hasta su muerte protegido en la casa de un carpintero.