31 de diciembre, día importante para el poeta Gabriel García Márquez
Fragmento del libro “Gabo: cuatro años de soledad. Su vida en Zipaquirá” (Ediciones B, 2012) sobre el poema “Canción”, publicado el último día de 1944, hoy hace 80 años.
Gustavo Castro Caycedo * / Especial para El Espectador
La poesía a la que se refiere Álvaro Ruiz Torres, Gabo la tituló, “Canción” y la firmó con el seudónimo que adoptó en Zipaquirá: ‘Javier Garcés’. Fue la primera de sus creaciones que le publicaron en un periódico importante; en el Suplemento Literario de El Tiempo de Bogotá, el domingo 31 de diciembre de 1944, el cual dirigía el poeta y escritor Eduardo Carranza.
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La poesía a la que se refiere Álvaro Ruiz Torres, Gabo la tituló, “Canción” y la firmó con el seudónimo que adoptó en Zipaquirá: ‘Javier Garcés’. Fue la primera de sus creaciones que le publicaron en un periódico importante; en el Suplemento Literario de El Tiempo de Bogotá, el domingo 31 de diciembre de 1944, el cual dirigía el poeta y escritor Eduardo Carranza.
Ese poema lo escribió Gabo en memoria de Lolita Porras, esa niña a la que amó, después de que muriera. La primera que lo leyó, después de Álvaro Ruiz Torres y Guillermo López-Guerra, fue Cecilia González Pizano, “La Manquita”, quien lo elogió muchas veces. Se lo entregó a ella en un almuerzo con Carlos Martín, y este se lo entregó a Eduardo Carranza, una inolvidable tarde en que García Márquez alternó con Martín, “La Manca” y Héctor Rojas, cuando el rector calificó a su alumno frente a los intelectuales, como “un gran poeta”.
El poema, “Canción”, por su letra, es una clara despedida sentida y triste a Lolita. En él, Gabo expresa el dolor porque ya no está la bella niña a quien él quería; incluye unas palabras que tienen que ver con él y con Lolita: “Rosa”; “nunca como las frutas”, “Niña como las frutas”, “tu despedida triste”, “los jazmines”, “los rosales del huerto”, que evocan los ratos que los dos pasaron juntos en ese inmenso huerto-jardín, La Lorena.
Eduardo Carranza, después del título, “Canción”, escribió: “Llueve en este poema”. Estos son algunos de sus versos:
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces…
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.
Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Luego de la muerte de Lolita, y de la de su padre Asdraldo Porras, de pena moral, Matilde, (madre y esposa), siguió manejando los negocios y la industria de la sal, hasta cuando por una ley que le había sido aprobada al general Gustavo Rojas Pinilla, el 31 de diciembre de 1959, la bonanza salinera se acabó; y cerraron los hornos de Zipaquirá.
Ella, al contrario de lo que hicieron los demás elaboradores de sal, no se llevó su dinero de la ciudad, lo dedicó a otras actividades, siempre con sentido social. Lo único cierto es que en ese año comenzó la decadencia de una ciudad acostumbrada a ser capital, culta, pujante.
***
Los poemas que guardaron siempre Álvaro Ruiz Torres, y otros…
Gabriel García Márquez escribió muchos poemas, desafortunadamente la mayoría se perdieron, entre ellos los que tenían, “La Manca” González, Sara Lora Amaya, Berenice Martínez, Matilde de Porras y claro, los que Gabo hizo por pedido de sus amigos, para sus novias.
El domingo 31 de diciembre de 1944, luego de que Gabo terminara su cuarto año de bachillerato y cuando se encontraba de vacaciones de final de año en Sucre, Eduardo Carranza, director del Suplemento Literario del periódico El Tiempo, publicó el poema de García Márquez, titulado “Canción”, que recibió de manos de Carlos Martín y de “La Manca” González y explicó: “Su autor no ha cumplido 18 años”. Se refería a Gabriel, quien firmó desde entonces con el seudónimo de ‘Javier Garcés’.
Gabo escribió esa poesía con ocasión de la muerte de su bella amiga, Lolita Porras; cuya cuñada Graciela Loaysa viuda de Porras nos entregó, y el cual incluyo en otro capítulo de este libro. En otras páginas menciono otros poemas escritos por Gabriel García Márquez, los cuales fueron obtenidos con dos amigas suyas, y con tres de sus compañeros de curso en Zipaquirá. Álvaro Ruiz Torres, el más leal compañero de estudio de Gabo, fue la persona que más recuerdos suyos guardó: poemas, textos, coplas y fotografías que hoy conservan sus hijos, Álvaro y Juan Manuel.
Sin embargo, a pesar de considerar la gran calidad integral de esos poemas, a continuación sólo transcribo unos versos de esas poesías entregadas por Álvaro Ruiz Torres, por algunos compañeros suyos y por mi amiga Luz Virginia Lora Amaya para este libro. La razón es que a pesar de que doña Carmen Balcells, representante literaria de Gabriel García Márquez prometió autorizarme para publicar algunos de los poemas, perdí la comunicación con ella luego de que le envié como muestra de mi agradecimiento por dicha deferencia, más de 100 fotografías sobre la historia de Gabo en Zipaquirá.
En mi investigación encontré que algunos protagonistas de esta historia, aseguran que sí, que son de García Márquez, y yo le creo a Luz Virginia Lora, a Álvaro Ruiz y Guillermo López Guerra, quienes me las entregaron. Son poemas inspirados por Luz Virginia, Berenice Martínez, y Álvaro Ruiz y también por Lolita Porras.
Gabo era un enamorado del amor, de la poesía y de las mujeres. Estos versos “respiran” soledad, término y estado de ánimo que es una constante en los sentimientos juveniles de García Márquez, la cual reitera él, que experimentó durante sus cuatro años de soledad y de añoranza vividos en el Liceo Nacional de Varones, de Zipaquirá.
Los siguientes son algunos versos del poema “La muerte de la rosa”, escrito por Gabo con motivo de la muerte de Lolita Porras, cuya familia tenía un inmenso cultivo de flores. Fue publicado por el periódico El Tiempo, más de un año después.
Murió de mal de aroma.
rosa idéntica, exacta.
Dios la guarde en su reino
a la diestra del alba.
En, “Si alguien llama a tu puerta”, dedicado a ella según Berenice Martínez, en 1945, reitera en un verso este título y también:
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
En la “Tercera presencia del amor”, escrito en 1945, según Álvaro Ruiz Torres, Gabo dice:
Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura…
Tan eterno este amor tan resistible,
que comparado al tiempo es imposible
saber donde limita con la muerte.
Estos pocos versos fueron tomados del extenso “Drama en tres actos”, también escrito en 1945, según cuenta Álvaro Ruiz:
..Sonrió, bajó la testa,
se aflojó la corbata,
hizo un gesto a la reina…
Dijo… Dijo…(no dijo):
Y estornudó un poema!
Versos del “Poema desde un caracol”, escrito el último año que vivió en Zipaquirá, 1946, y que Ruiz Torres cuenta que se lo escribió a Mercedes Barcha, quien luego fue su esposa, dicen:
El mar azul que nos miraba,
cuando era nuestra edad tan frágil…
Y era el mar del primer amor
en unos ojos otoñales.
Un día quise ver el mar
-mar de la infancia- y ya era tarde.
El poema, “Niña”, o “Soneto matinal a una colegiala ingrávida”, que me fue entregado por Guillermo López Guerra, dice:
Si se viste de azul y va a la escuela
no se distingue si camina o vuela,
porque es como la brisa tan liviana…
El poema, “La espiga”, que me entregó también Álvaro Ruiz Torres, escrito como los anteriores, según Álvaro, cuando Gabo estudiaba en Zipaquirá, incluye los siguientes versos.
Novia de mi canción, la espiga ignora
que su debilidad es la más fuerte
y que sólo el amor tiene la suerte
de inclinarla en el hombro de la aurora.
Luego de leer completos todos los poemas de Gabriel García Márquez, en Zipaquirá; que fueron los primeros y los últimos, ya que desde cuando se dedicó a la prosa no volvió a escribir versos, no queda ninguna duda de su romanticismo y de la soledad que se refleja en ellos.
De verdad, me hubiera gustado mucho haberlos podido incluir en este libro, pero las circunstancias ya anotadas, me lo impidieron. Se pierden los lectores de unos bellos poemas impregnados de ternura y amor.
Durante el tiempo que tuve el privilegio de ser amigo del gran humanista Álvaro Ruiz Torres, a quien conocí porque llegué a él para obtener su testimonio sobre la vida de Gabriel García Márquez en Zipaquirá, me reiteró que este a veces escribía poemas que le encargaban sus amigos del colegio, para sus novias. Y me dijo: “Una vez una amiga nuestra le mostró una poesía que su enamorado, compañero nuestro, le había hecho, y claro está, era uno de los poemas escritos por Gabo. Había que ver la cara de felicidad de esa china, por saber que su amado escribía tan lindo”.
Aunque el joven García Márquez escribía bellos versos, su profesor, Carlos Julio Calderón Hermida, intuyó que el futuro de Gabo estaba más que en la poesía, en la prosa, y sí que tenía razón. Lo indujo a ello, para bien de la Literatura universal; Gabo acogió con pasión el consejo de su profesor, y fue entonces cuando incursionó con firmeza en la creación artística literaria, cuyo contenido ciertamente no ha sido tan romántica como el de sus poemas.
Según cuenta Cecilia Calderón de Yamure, una de las hijas del profesor Calderón Hermida, “un día, recién editada su primara novela, (La hojarasca), García Márquez visitó en la Secretaría de Educación en el edificio de la Gobernación de Cundinamarca, en la Avenida Jiménez con la carrera Séptima (frente al cual él había llorado de coraje recién llegado a Bogotá), donde trabajaba mi padre, y le llevó una copia de La hojarasca, libro al que le estampó una dedicatoria que lo llenó de orgullo a él, a mi madre y a toda la familia: ‘A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien que se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera’ . Y estampó su firma: Gabriel García Márquez. Esa frase nos la aprendimos de memoria con mis hermanas y mi hermano”.
Precisamente uno de los dolores más grandes de Calderón Hermida fue que un tiempo después, alguien le robó ese libro que era el más importante de cuantos había tenido, desde cuando muchos años atrás decidió meterse en los temas de la literatura, el castellano, y la Preceptiva Literaria. Dice Cecilia: “Mi padre era tan respetuoso con las personas y lo fue con Gabo, que no se atrevió ni siquiera a llamarlo para contarle su tristeza por la pérdida del ejemplar de La hojarasca, ni trató de conseguir con él una nueva dedicatoria u otro autógrafo”.
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial.
Gustavo Castro Caycedo (Zipaquirá, 1942) es periodista; autor de 37 libros y coautor de 9 más. Administrador de empresas, consultor y experto en planeación. Ha sido director de Inravisión, presidente de RCN Radio y del Círculo de Periodistas de Bogotá. Director del Noticiero Cinevisión, de la Revistas Al Día y de varios programas de radio y TV. Columnista de El Tiempo, El País y de otros medios. Asesor del Instituto Anticorrupción de la Universidad del Rosario. Comisionado por los presidentes, Virgilio Barco, Belisario Betancur y Ernesto Samper, para el empalme de sus gobiernos en el área de las Comunicaciones. Autor del best-seller “Historias humanas de perros y gatos”. En 2024 publicó una antología de textos periodísticos titulada “Desde el amor hasta la guerra”, de la editorial Sin Fronteras.