90 Años de la radio en Pereira, voces que viajan en la memoria sonora
El prestigio adquirido por la radiodifusión pereirana desde la década del 40, fue tan valioso como escuela o consolidación de una carrera en el ámbito radial colombiano.
Edison Marulanda Peña*
Luis Tejada solía humedecer la pluma en el asombro y la poesía. Fue llamado por un colega “el filósofo de lo pequeño”, por su perspicacia para reflexionar en lo cotidiano. En su columna Gotas de tinta, en El Espectador escribe, con el estilo cultivador de la paradoja: “Es verdad que comúnmente el color de los sonidos y de las voces es imperceptible, pero eso no significa que las voces y los sonidos no tengan color. En todo caso, hay instantes de revelaciones estupendas en que se perciben levemente las cualidades más inmateriales de las cosas”.
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Luis Tejada solía humedecer la pluma en el asombro y la poesía. Fue llamado por un colega “el filósofo de lo pequeño”, por su perspicacia para reflexionar en lo cotidiano. En su columna Gotas de tinta, en El Espectador escribe, con el estilo cultivador de la paradoja: “Es verdad que comúnmente el color de los sonidos y de las voces es imperceptible, pero eso no significa que las voces y los sonidos no tengan color. En todo caso, hay instantes de revelaciones estupendas en que se perciben levemente las cualidades más inmateriales de las cosas”.
Pero los oídos de Tejada Cano no pudieron apreciar “el color” de las voces de la radio. Murió demasiado joven (1898–1924), cinco años antes de que este medio de comunicación se estableciera en Colombia. Fue el 8 de septiembre de 1929 con la HJN de Bogotá, adscrita al ministerio de Correos y Telégrafos del gobierno de Miguel Abadía Méndez. Esta es la precursora de la radiodifusión colombiana, explica la historiadora Catalina Castrillón Gallego en su libro Todo viene y todo sale por las ondas. Formación y consolidación de la radiodifusión colombiana, 1929–1954 (Universidad de Antioquia, 2015).
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Este artículo no es una reseña del libro. No obstante hay que registrar una omisión en el primero de los tres capítulos, “Los objetos. Introducción y masificación de la radio”. A Castrillón Gallego se le quedó por fuera el dato exacto de cuándo surgió la radiodifusión en Pereira.
La causa, al parecer, está en la fuente que ella reproduce: Radio. Órgano de la Liga Colombiana de radioaficionados. Y porque en relación con la pesquisa de publicaciones seriadas, solo revisó periódicos y revistas de Medellín –donde trabaja– y de Bogotá.
Como recuerda la autora, “[…] entre otros asuntos, publicaba mes a mes el listado de las emisoras que podían sintonizarse en el país, a la vez que daba recomendaciones para que los aficionados lograran una recepción óptima”.
De la información que ofrece la revista, la historiadora resume en unas líneas más adelante: “Según estos listados, en noviembre de 1933, Colombia contaba con 11 estaciones radiodifusoras, la mayoría de ellas ubicadas en Bogotá”. Registra el distintivo de la banda de las cinco estaciones de la capital, agrega las otras seis de las regiones: HJ2ABC La voz de Cúcuta, HJ4ABE Medellín Radio, HJ5ABB La Voz del Valle, HJ4ABB La Voz de Caldas, HJ1ABB La Voz de Barranquilla y HJ5ABG Cali. (Bogotá, núm. 2, 1933).
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En esa enumeración falta La Voz de Pereira, fundada el 15 de mayo de 1933, por los hermanos César y Mario Arango Mejía. Se trata de dos comerciantes con la audacia de saber acompañar a la ciudadanía en un momento crítico del país.
Los pioneros
Como se sabe, en septiembre de 1932 se presentó “la alevosa ocupación de Leticia por el ejército del Perú”, para decirlo en palabras de Arturo Campo Posada (Una vida, un médico, Fondo Cultural Cafetero, 1982). El presidente Sánchez Cerro para desviar la opinión pública de su país en contra de su gobierno, decidió ordenar este asalto “contra una escasa guarnición colombiana indefensa, aislada y mal provista”, evoca en sus memorias este gastroenterólogo pereirano. Nombrado por López Pumarejo en su primer período en la dirección general del Departamento Nacional de Higiene –hoy ministerio de Salud–; fue profesor de la Universidad Nacional. Él participó como uno de los jóvenes profesionales que, bajo las órdenes del Dr. José Vicente Huertas, nombrado con el título de general de Sanidad y director de todo el personal de salud, viajaron al Amazonas para servir a las fuerzas armadas de Colombia en aquel conflicto bélico. Gobernaba el liberal Enrique Olaya Herrera.
Treinta y un años después del hecho y con 58 de edad, César Arango Mejía, el sobreviviente de los dos hermanos, recordaría en una entrevista de prensa (El Diario, 29 de agosto, 1963), que ambos tuvieron una motivación patriótica. “Eran los tiempos azarosos de la guerra con el Perú”, expresó. “Las gentes seguían con incertidumbre el proceso bélico, pero había muy pocos aparatos radioreceptores. Entonces instalamos un amplificador en la Plaza de Bolívar, exactamente donde hoy funciona la agencia de Fabricato, y desde allí difundíamos las noticias que propalaba La Voz de Bogotá. Esas informaciones las captábamos en un radio de onda larga”, precisó Arango.
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A la pregunta puntual de cómo nació la emisora, reveló que entusiasmados por el éxito de esa experiencia, compraron una estación de radio en Manizales –un transmisor– a la Casa Víctor de Enrique Gómez Latorre. “Ello ocurrió el 15 de mayo de 1933. Era un equipo de onda larga, por el cual pagamos la suma de trescientos pesos oro”, dijo el radiodifusor ya retirado, que atendió al periodista en su almacén especializado en la venta de radios, partes y artículos eléctricos.
Dos años después cambiaron la instalación por un equipo de onda corta, marca Collins, que costó 900 dólares. “Así pagamos en moneda colombiana la suma de $1.620. Para entonces la empresa ya tenía el nombre de La Voz de Pereira, que sigue conservando actualmente y que es, asimismo, la más antigua de cuantas existen en la ciudad”, sostuvo con orgullo de pionero.
Celebración de la efeméride
Ahora bien, con el ánimo de hacer sonar esta efeméride a los cuatro vientos, se conformó un grupo de aliados con emisoras de interés público, que encabeza la Emisora Cultural “Remigio Antonio Cañarte”, RAC, la radio privada y la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira, UTP. El evento principal lleva el título 90 años de la radio en Pereira: acompañando el civismo, el progreso y la cultura. Es un ciclo de tres conversatorios, uno por mes, con diferentes invitados de varias generaciones. Los ejes temáticos son estos: 1) El 15 de mayo: Los orígenes, los géneros radiofónicos y el papel de los radioteatros; 2) El 15 de junio: La radio musical, ayer y hoy; 3) El 13 de julio: La radio deportiva, cantera de emociones y lazos de identidad.
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Por otra parte, dos casos que pueden sonar a hipérbole, aunque no lo son. Más bien se trata de proezas, que sus autores no las toman así ni aspiran a un registro en Guinness World Records. Si hay una medida que sugiera la vitalidad y el denuedo insuflados por el amor a la radio son estos dos hombres sencillos.
En Pereira está el “decano” de la radio colombiana, Enrique Benavides Rosero, el nariñense que a los 94 años sigue modulando en su programa musical de una hora, “El jardín de las canciones”, todos los domingos en la RAC 97.7 Fm. “DJ Kique” lo llama con un tono jocoso el personal joven de la estación radiofónica; es autor del libro Añoranzas musicales, que reúne entrevistas a figuras del cancionero latinoamericano que él conoció, las hizo en su mayoría para el programa con el mismo nombre que se emitía por La Voz Amiga.
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Hace dos años se retiró Pablo Sánchez Gutiérrez, el operador de sonido y productor que laboró 72 años en RCN Pereira, antes La Voz de Pereira. “Tenía 12 años y el primer trabajo que hice fue llevar una consignación al Banco de Colombia” recordó. “Porque así era como se empezaba: barriendo y haciendo los mandados”, precisó Sánchez, en una tertulia denominada Momentos de la radio pereirana, en noviembre de 2011, a la cual lo invité porque fui el moderador, en el área cultural de Comfamiliar Risaralda.
Después de aquella noche constaté que no lo conocía lo suficiente, pues creí que sería sencillo que luego me concediera una entrevista perfil para el programa “Cantando historias”, que se emite desde 2005 en una emisora pública. Pero me tocó persistir siete años, por causa de su timidez ante el micrófono. Hasta que aceptó contar su vida dentro y fuera de los estudios: cómo es su familia, el trabajar con las figuras legendarias de las transmisiones de la Vuelta a Colombia, la Vuelta a España y hasta el Tour de Francia, las transmisiones de fútbol en el mítico estadio Alberto Mora Mora –donde se dice que era imbatible el Deportivo Pereira, con la “garra paraguaya”, antes de construirse la villa olímpica para los Juegos Nacionales de 1974– y las peripecias para sacar la señal subido en un poste y por línea de teléfono; cómo se graba bien una cuña, porque sus manos y oídos conocen con propiedad todas las tecnologías que han existido en la radiodifusión hasta hoy en el estudio de grabación: el acetato, cartucho de cinta, MiniDisc y digital.
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Pablo Sánchez, a quien llaman “Cacao” sus colegas desde el tiempo de bohemia al compás del bandoneón y la voz de Hugo del Carril, habló de estos y más temas a la audiencia, con una selección de baladas, dos semanas después de que la cadena para la que trabajaba le hizo un reconocimiento memorable: “El Micrófono de Oro”, el 30 de noviembre de 2018 en Bogotá, por ser su empleado más antiguo. El fundador de la Organización Ardilla Lulle le rindió tributo con su presencia en el acto.
La ciudad que acoge
En la Perla del Otún ya no existe aquella emisora, La Voz de Pereira, cuyos fundadores no se marginaron de prestar un tipo de servicio: la difusión de ideas políticas en una población que tenía entre sus valores la hospitalidad, el civismo incipiente y la tolerancia por todas las creencias. (Gilles Lipovetsky sostuvo en una conferencia en la Filbo de 1996, que la hospitalidad es un valor interesado para neutralizar al desconocido, convertirlo en aliado y hacer que vuelva, por lo que es propio de los pueblos con vocación comercial). Y la tolerancia, cimentada tras un aprendizaje doloroso por aquella oleada de refugiados radicales del Cauca, Antioquia y Tolima, vencidos en la Guerra de los Mil Días por el gobierno conservador, que eligieron a Pereira como el territorio donde podrían convivir en paz. Fueron los defensores de tesis o ideas como el estado laico. Fueron masones, creyentes, inmigrantes sirios-libaneses que escaparon de la guerra civil de sus países a comienzos del siglo XX. Campesinos, colonos, prostitutas que viajaban para las ferias de ganado de cada semestre y algunas se quedaban. Unos y otras coincidieron en el mismo lugar para criar a su descendencia, sin violencia política y restañar, también, las heridas infligidas por la pobreza.
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En otra respuesta, Arango Mejía quiso matizar la preferencia política de ambos hermanos. “Sin embargo, nuestra emisora sostuvo la candidatura del doctor Eduardo Santos. Candidatura que fue derrotada en Manizales. Recuerdo que, en razón de la situación difícil, me tuve que encargar del manejo de los transmisores, mientras Mario Perifoneaba”.
Al ser invitado por el entrevistador a contar una anécdota al final, dijo: “Hago memoria de una desconocida para muchos. En la tarde de un sábado, de 1934, estando yo en los estudios, se apareció allí el doctor Jorge Eliécer Gaitán, que por entonces recorría el país haciendo campaña al UNIRISMO. El caudillo me solicitó los servicios de la emisora, para dirigirse al liberalismo de Pereira y al pueblo en general. Yo accedí a esa petición, cobrándole por media hora la suma de cinco pesos”, confesó.
¡Qué buena escuela!
En 1945 La Voz de Pereira fue vendida por los Arango Mejía al antioqueño Bernardo Tobón de la Roche. Era la antesala donde este último contempló la idea de crear su máxima obra, la que empezó a concretar al inicio de la década siguiente: el circuito Todelar de Colombia, que nació con La Voz de Cali.
El prestigio adquirido por la radiodifusión pereirana desde la década del 40, fue tan valioso como escuela o consolidación de una carrera en el ámbito radial colombiano. Grandes figuras de la locución, el periodismo y la farándula dejaron su huella en Pereira, cuando aún no habían adquirido el renombre nacional.
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Las voces de Carlos Arturo Rueda, Bernardo Tobón de la Roche, Julio E. Sánchez Vanegas, Julián Ospina, Enrique Pérez Nieto, Juan Eugenio Cañavera, Leonidas Otálora, Emiro Fajardo Ramos, José Alarcón Mejía (tío del famoso narrador Gustavo Alberto “El Tato” Sanín Alarcón), Jorge Antonio Vega, William Restrepo –el pereirano que triunfó en la tv de EE. UU. y el genial Jaime Garzón lo tomó en la parodia del presentador de Quac, el noticiero–, Evaristo Bugallo. Desde los años 70 Jaime Olaya Terán, Carlos Antonio Vélez, Sergio Ramírez, César Augusto Garizábal, Luis Guillermo Izquierdo Jr., Luis Alfredo Céspedes, Jesús Giraldo Restrepo, María Teresa Pachón, Hamer Londoño, Melkin Buitrago…
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Julio E. Sánchez Vanegas, hombre de radio y un pionero de la televisión colombiana, en su autobiografía Historias al aire (Ediciones B, 2012), dedica 60 líneas a recoger su experiencia como director de La Voz de Pereira, cuando esta ya pertenecía a RCN. “Pereira fue para mí un lugar fascinante en donde quedaron flotando grandes recuerdos –dice con nostalgia–. Era tan grato vivir allí que tuve temor de quedarme para siempre, no sólo por el encanto de su gente, sino por la fresca y natural manera de vivir. Por eso una noche lluviosa en noviembre del 53 descansando en el balcón de la emisora […] resolví volver a Bogotá dejando las fiestas de sus clubes, las tardes sabatinas de la heladería Algeciras, las voces de las amistades y mi rincón de trabajo”.
Estas y muchas más voces con su “color” particular, como intuía el cronista Luis Tejada, todavía viajan en la memoria sonora de radioescuchas adultos, que saben apreciarlas.
*Periodista, escritor y profesor transitorio en el Departamento de Humanidades de la UTP.