“A Colombia le hace falta avanzar en cultura digital”
El coordinador de la Red Universitaria por las Tecnologías de la Información y la Comunicación habló para El Espectador sobre la inteligencia artificial y la aproximación de Colombia a esta herramienta.
Andrea Jaramillo Caro
En febrero Colombia presentó la hoja de ruta para el manejo de la IA, ¿qué opina de esta?
No estoy contento con el proyecto, porque desde hace años la idea es trabajar primero en una ley sobre soberanía de los datos. Si estamos promoviendo la inteligencia artificial (IA), sin tener datos, no nos sirve de nada. Considero que es más farándula. Primero hay que consolidar los datos de los colombianos, porque la mayoría de estos terminan en el exterior.
¿Qué propondría para avanzar en esta área?
El primer paso es tener algo sobre cultura de datos. Una vez tengamos esto, se pueden consolidar y nutrir bases de datos. Después de eso, y de haber tratado el tema de ciberseguridad, sí se puede pensar en inteligencia artificial. Si no Colombia, como siempre, será consumidor de herramientas extranjeras. Nos hace falta avanzar en cultura digital. Un compañero decía que el país tiene 20 años de retraso en IA. Es que hay que tener una cultura de utilización de estas herramientas. Es importante la formación desde los colegios en esta área.
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Tiene una hija, ¿cómo ha cambiado la forma en la que ella se acerca a su educación?
La ventaja es que desde hace tres años tiene lo que en Francia llamamos “numérique”, es decir, que ya están en el mundo digital. En su formación escolar está utilizando un computador todo el día, sus clases ya operan en línea. En su colegio emplean lo digital para comprobar, escribir cosas, crear imágenes para sus presentaciones o ayudarse a buscar cierta información. Pero estas cosas no son nuevas, las vemos con el autocorrector de Word, por ejemplo, solo que ahora es mucho más fácil el acceso y son más diversas.
¿Cómo ha cambiado su vida con la IA?
Hace años existía ICQ, cuando apenas estaban iniciando las redes sociales, y su objetivo era solamente conversar con personas alrededor del mundo. También existía un software de traducción que me permitía enviar información a chinos en su idioma, eso era hace casi 30 años. Ahora la traducción ha cambiado. Soy jugador de ajedrez y con estos desarrollos puedo jugar contra la máquina.
¿Qué opina sobre la controversia alrededor de los derechos de autor y el entrenamiento de inteligencias artificiales?
Ese es un debate que hay que tener sobre derecho de autor y patrimonial. ChatGPT, por ejemplo, no te haría una imagen al estilo de Picasso o Dalí, porque están protegidas. Esta plataforma ya tiene reglas con respecto a la inspiración en el trabajo de otros, que hace dos meses no las tenía. Creo que se debe trabajar fuertemente sobre lo que la inteligencia artificial puede o no usar.
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¿Cómo surgió su interés por la IA?
Desde hace más de 10 años enseño sobre “algocracia”, la gobernanza por los algoritmos, es decir, inteligencia artificial. Pero siempre me han gustado los algoritmos. En la universidad trabajé el tema de matemáticas aplicadas y teníamos herramientas que nos permitían procesar datos, así empezó mi interés por estos temas.
Con tantas funciones que le hemos dado a la inteligencia artificial, ¿cree que nos estamos abrumando con la cantidad de herramientas disponibles?
En este momento estamos entrando en la época de los datos. Para que la inteligencia artificial pueda trabajar, se necesitan buenos algoritmos, pero también muchos datos, que luego transformamos en información y después en conocimiento. Son ellos los que nos van a permitir tomar decisiones. La IA es un apoyo para quienes trabajan y las usan en diferentes sectores.
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¿Considera que el temor que se ha manifestado frente a la posibilidad de que la IA reemplace algunas labores humanas?
Sí, en términos de trabajos. Así como hace unos años no teníamos carros, sino carrozas, pasa lo mismo en este caso. La tecnología poco a poco está reemplazando ciertos oficios y existen muchas cosas que están cambiando. Con la IA varias profesiones van a tener que adaptarse y otras van a desaparecer. El miedo es normal. Es una herramienta que es necesaria y que, de todas maneras, va a entrar en nuestras vidas.
En febrero Colombia presentó la hoja de ruta para el manejo de la IA, ¿qué opina de esta?
No estoy contento con el proyecto, porque desde hace años la idea es trabajar primero en una ley sobre soberanía de los datos. Si estamos promoviendo la inteligencia artificial (IA), sin tener datos, no nos sirve de nada. Considero que es más farándula. Primero hay que consolidar los datos de los colombianos, porque la mayoría de estos terminan en el exterior.
¿Qué propondría para avanzar en esta área?
El primer paso es tener algo sobre cultura de datos. Una vez tengamos esto, se pueden consolidar y nutrir bases de datos. Después de eso, y de haber tratado el tema de ciberseguridad, sí se puede pensar en inteligencia artificial. Si no Colombia, como siempre, será consumidor de herramientas extranjeras. Nos hace falta avanzar en cultura digital. Un compañero decía que el país tiene 20 años de retraso en IA. Es que hay que tener una cultura de utilización de estas herramientas. Es importante la formación desde los colegios en esta área.
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Tiene una hija, ¿cómo ha cambiado la forma en la que ella se acerca a su educación?
La ventaja es que desde hace tres años tiene lo que en Francia llamamos “numérique”, es decir, que ya están en el mundo digital. En su formación escolar está utilizando un computador todo el día, sus clases ya operan en línea. En su colegio emplean lo digital para comprobar, escribir cosas, crear imágenes para sus presentaciones o ayudarse a buscar cierta información. Pero estas cosas no son nuevas, las vemos con el autocorrector de Word, por ejemplo, solo que ahora es mucho más fácil el acceso y son más diversas.
¿Cómo ha cambiado su vida con la IA?
Hace años existía ICQ, cuando apenas estaban iniciando las redes sociales, y su objetivo era solamente conversar con personas alrededor del mundo. También existía un software de traducción que me permitía enviar información a chinos en su idioma, eso era hace casi 30 años. Ahora la traducción ha cambiado. Soy jugador de ajedrez y con estos desarrollos puedo jugar contra la máquina.
¿Qué opina sobre la controversia alrededor de los derechos de autor y el entrenamiento de inteligencias artificiales?
Ese es un debate que hay que tener sobre derecho de autor y patrimonial. ChatGPT, por ejemplo, no te haría una imagen al estilo de Picasso o Dalí, porque están protegidas. Esta plataforma ya tiene reglas con respecto a la inspiración en el trabajo de otros, que hace dos meses no las tenía. Creo que se debe trabajar fuertemente sobre lo que la inteligencia artificial puede o no usar.
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¿Cómo surgió su interés por la IA?
Desde hace más de 10 años enseño sobre “algocracia”, la gobernanza por los algoritmos, es decir, inteligencia artificial. Pero siempre me han gustado los algoritmos. En la universidad trabajé el tema de matemáticas aplicadas y teníamos herramientas que nos permitían procesar datos, así empezó mi interés por estos temas.
Con tantas funciones que le hemos dado a la inteligencia artificial, ¿cree que nos estamos abrumando con la cantidad de herramientas disponibles?
En este momento estamos entrando en la época de los datos. Para que la inteligencia artificial pueda trabajar, se necesitan buenos algoritmos, pero también muchos datos, que luego transformamos en información y después en conocimiento. Son ellos los que nos van a permitir tomar decisiones. La IA es un apoyo para quienes trabajan y las usan en diferentes sectores.
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¿Considera que el temor que se ha manifestado frente a la posibilidad de que la IA reemplace algunas labores humanas?
Sí, en términos de trabajos. Así como hace unos años no teníamos carros, sino carrozas, pasa lo mismo en este caso. La tecnología poco a poco está reemplazando ciertos oficios y existen muchas cosas que están cambiando. Con la IA varias profesiones van a tener que adaptarse y otras van a desaparecer. El miedo es normal. Es una herramienta que es necesaria y que, de todas maneras, va a entrar en nuestras vidas.