A los cien años de la muerte de Conrad, su influencia en la literatura colombiana
El pasado tres de agosto se cumplieron 100 años de la muerte de Joseph Conrad (1857-1924), tal vez uno de los autores más leídos y admirado por los escritores, pues nadie como él para manejar la ambigüedad, el extrañamiento, la psicología de sus personajes, la aventura y lo moral, la emoción, el tiempo y, a veces, el absurdo.
Carlos Luis Torres
Nació en Berdichev, en Polonia, durante el Imperio ruso. Su nombre, Józef Teodor Konrad Korzeniowski, lo transformó a Joseph Conrad, cuando entendió que su vida de marino había terminado y que era el comienzo de su profesión de escritor luego de obtener la ciudadanía inglesa. Aprendió el inglés tardíamente, pero sus novelas fueron escritas en ese idioma, lo cual denota su capacidad, como lo decía el novelista Juan Marías, que los adjetivos con los que califica tienen acepciones sutiles y periféricas.
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Nació en Berdichev, en Polonia, durante el Imperio ruso. Su nombre, Józef Teodor Konrad Korzeniowski, lo transformó a Joseph Conrad, cuando entendió que su vida de marino había terminado y que era el comienzo de su profesión de escritor luego de obtener la ciudadanía inglesa. Aprendió el inglés tardíamente, pero sus novelas fueron escritas en ese idioma, lo cual denota su capacidad, como lo decía el novelista Juan Marías, que los adjetivos con los que califica tienen acepciones sutiles y periféricas.
Su madre murió de tuberculosis. Luego falleció su padre, quien había sido condenado y desterrado por sus convicciones políticas nacionalistas. El joven Joseph abandonó la casa de su tío y se alistó como marino donde realizó el aprendizaje que le permitió navegar por el mundo y, posteriormente, realizar la tarea de escritor. Se dice que, a raíz de su embarque en Marsella en el Mont Blanc y luego de cuatro años de los cuales no existen detalles conocidos, Conrad viajó por el Caribe, tocó costas colombianas y panameñas, se embarcó en una travesía donde transportaban armas para los Carlistas españoles, intentó suicidarse disparándose en el pecho por una decepción amorosa, de juego y de una crisis económica.
Para huir del reclutamiento ruso, Conrad viajó a Inglaterra en barcos cargueros y se apasionó por la literatura al leer a Shakespeare, de cuya obra su padre era traductor. Comenzó aquí su trabajo de escritor en 1890.
Para intentar mencionar algunas de las resonancias de la literatura de Conrad con la novela colombiana, hay que partir inicialmente diciendo que estas historias de viajes desde el océano, río arriba por el Congo para rescatar al señor Kurtz son, como su título lo indica, ir al corazón de las tinieblas. Un navío lento y con remeros nativos, “salvajes”, aborígenes, como se nombra, llena al Capitán Marlow de la misma angustia que a nosotros, los lectores, al sospechar firmemente de su condición de caníbales, y que nos lleva a Maqroll, el Gaviero de Álvaro Mutis en su ascenso por el río Magdalena cuando una indígena de piel de lodo y olores selváticos se acuesta a su lado y lo lleva al corazón de los infiernos, a lo largo de una oscura enfermedad de fiebre y de temblores.
Varios aspectos narrativos son comunes entre Conrad y Mutis: novelas de marinos, capitanes marginales, hombres llevados a menos por las desgracias económicas, viajes por ríos entre selvas profundas y las flechas de los nativos, hombres “outsider”, fracasos continuados y tráficos un tanto ilegales. Cada cuento, siendo una historia diferente, posee en Conrad aspectos comunes, y al igual que Mutis, se construye la psicología del personaje de un cuento a otro: Maqroll es suma de las diversas novelas y el capitán de Conrad es un arquetipo del marino, del aventurero, del hombre de viajes de finales del siglo XIX.
“La soga al cuello” es también atravesar el mar y el río arriba de un viejo capitán que, para conservar su trabajo, oculta que está volviéndose ciego. Requiere el dinero para su hija y, por ello, conduce el barco con un pequeño y anciano malayo que se convierte en sus ojos y sus manos, hasta que el primero a bordo y los lectores reconocemos por las pistas que somos conducidos por un hombre ciego y el pánico comienza ahí. Esta novela es una aventura, primero por el mar y, luego, por el río en lo desconocido, que nos hace atar hilos con “Ursúa” de William Ospina.
Ursúa es un conquistador joven que vino desde el otro lado del mar en 1540. Atraído por la riqueza y el oro, como lo son los personajes de Conrad que van a esas colonias de África e Indonesia en busca de marfil y tráfico de armas para obtenerlo, esclavizan, asesinan e irrespetan la cultura de los nativos. Ursúa, un sanguinario conquistador que arrebata el oro, arranca las cabezas de los caciques indios y de forma salvaje destruye el entorno, se enamora de una nativa hermosa y por ella, como en algún cuento de Conrad, consolida la única razón de los despropósitos realizados: la venganza por recuperar una mujer.
Decir ahora que “Historia de Costaguana” de Juan Gabriel Vásquez es una continuación; un entrelace de la vida de Joseph Conrad, es poner en evidencia la afirmación ya realizada de que este autor hizo eco en novelistas contemporáneos por lo abismal de su vida personal, lo profundo y sonoro de sus historias, la estrategia narrativa y la prosa poética que utiliza, Vásquez cuenta una historia de la mitad del siglo XIX en Santafé de Bogotá durante el golpe militar del General Melo, que propicia la huida del padre (Don Miguel Altamirano) quién termina encontrándose en casi dos oportunidades con Conrad, el marino, y cruzando vidas y aventuras. Vásquez narra recuerdos en primera persona (José de Narváez o José Altamirano), recoge cartas, decires, historias y acontecimientos no vistos y, con prosa rápida, evoca a Conrad y ficciona aspectos de su biografía.
Pero, tal vez, la huella más profunda de la literatura de Conrad está en “La vorágine” de José Eustasio Rivera, quién sigue una ruta narrativa para describir la huida y el extravío de Arturo Cova y Alicia entre la verde, oscura, honda y pantanosa selva, que se produce en medio de la explotación esclavista del caucho.
En los textos de Conrad aparecen narradores interiores y en primera persona, casi sobre el hombro del personaje principal. Pero en la novela sobre su iniciación como marino, “La línea de sombra”, que es autobiográfica, al narrar permite casi conocer sus propios labios y sus temores, prevenciones y soberbias. También en otras obras aparecen llamados de atención al lector para que recuerde que está oyendo una narración oral o cartas escritas y dejadas para después de “mi muerte”; visitas, visiones y recuerdos muchos años después como es el caso de “Karaim recuerda” o “Lord Jim” que nos hacen reconocer perfectamente que estamos leyendo uno de los mayores narradores ingleses.
No puedo dejar pasar “Apocalypse now”, pues esta película de guerra, aclamada por la crítica, y dirigida por Francis Ford Coppola en 1979. Está basada libremente en la novela de Joseph Conrad “El corazón de las tinieblas” y fue ambientada durante la guerra de Vietnam en la misión de encontrar y asesinar al coronel Walter Kurtz, interpretado por Marlon Brando, que se ha vuelto rebelde en Camboya.
Las novelas de Joseph Conrad suelen clasificarse dentro del modernismo y el realismo, pero lo que sí debo anotar es que tienen una forma única y eso golpea cualquier intento de categorización académica. Para entender la obra literaria de Conrad es necesario releerla, acostumbrándose a su lentitud, acompañando su manera de consolidar la psicología de sus personajes, dejándose introducir en el calor y la manigua, los tambores y, sin horrorizarse, reconocer al salvaje hombre blanco que sacrifica elefantes, asesina nativos, trafica con la muerte y aprender a mirar a través de los ojos de Joseph Conrad que sin sorpresa reconoce y describe el colonialismo, la esclavitud y el salvaje exterminio de los elefantes por un mercado de materia prima para artesanías burguesas en Europa.