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Pintura y saber ancestral de Abel Rodríguez en 236 páginas

“El nombrador de plantas”, como se le conoce, es más reconocido por su trabajo en el exterior. A sus 83 años, Davivienda y Seguros Bolívar le rinden homenaje con un ejemplar que recupera y archiva su trabajo cronológicamente desde 2006 hasta la actualidad.

Lilian Contreras Fajardo
22 de diciembre de 2024 - 02:00 p. m.
El libro “Abel Rodríguez (Mogaje Guihu) El nombrador de plantas” cuenta con la colaboración de Instituto de Visión, galería que trabaja con Abel Rodríguez desde 2018.
El libro “Abel Rodríguez (Mogaje Guihu) El nombrador de plantas” cuenta con la colaboración de Instituto de Visión, galería que trabaja con Abel Rodríguez desde 2018.
Foto: Cortesía
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Abel Rodríguez observa por primera vez el libro que recopila su trabajo o, por lo menos, una buena parte de todos los saberes y conocimientos ancestrales de las plantas medicinales y sistemas ecológicos de la cuenca del Amazonas.

Está sentado en una sala del Instituto de Visión, galería de Bogotá que se dedica a investigar, rescatar y visibilizar el trabajo de artistas que, durante parte del siglo XX, quedaron por fuera de la historia oficial del arte latinoamericano.

Abel Rodríguez fue uno de esos artistas, pero hoy, a sus 83 años, goza de reconocimiento, especialmente en el exterior debido a su participación en “Documenta 14″ en Kassel, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes; y tiene la fortuna de disfrutar el lanzamiento del libro con el que Davivienda y Seguros Bolívar le rinden homenaje.

Con sus manos grandes toma un ejemplar y revisa las páginas, admirando los dibujos que están impresos, dibujos que empezó a realizar desde hace décadas con el fin de documentar su conocimiento sobre la fauna y la flora del territorio amazónico.

Abel Rodríguez nació en 1941 en la etnia nonuya, en un territorio llamado La Sabana, situado entre el río Cahuinarí y la parte superior del río Igara-Paraná. En su lengua, su nombre es Mogaje Guihu, aunque desde muy joven es conocido como “El nombrador de plantas” porque conoce y maneja con profundidad las especies vegetales de la selva, sus propiedades medicinales y las relaciones con las especies animales.

Ese conocimiento le permitió trabajar con Tropenbos Internacional Colombia como investigador en un programa que se enfoca en los conocimientos tradicionales y el diálogo de saberes entre indígenas y académicos sobre el bosque tropical.

Fue así como empezó a dibujar y plasmar todo el saber botánico que alberga su memoria. “Yo no hago nada. Yo repito el conocimiento y la palabra, y la figura y la forma. Quién sabe quién empezó con eso, yo lo repito y repito”, dice en entrevista.

En los años 90, debido a la situación política y social de la Amazonia, Abel Rodríguez migró con su familia a Bogotá, donde pudo ampliar y apoyar los saberes de la ciencia occidental gracias al trabajo en conjunto con investigadores y científicos.

Durante años, fue considerado un botánico experto en el Amazonas y un hábil tejedor de objetos a partir de fibras vegetales; hasta que a principios de este siglo protagonizó su primera exposición individual en Flora, espacio cultural de Bogotá. Desde entonces, el “El nombrador de las plantas” ha estado ligado al arte y así queda registrado en “Abel Rodríguez (Mogaje Guihu)”, el libro que el artista tiene en sus manos.

Al conversar con él, se percibe que aprecia la naturaleza en su totalidad. No dice cuál es su planta preferida, ya que sostiene que todas son especiales dependiendo del uso y las necesidades. Tal vez sucede lo mismo con el lenguaje, el conocimiento y la pintura, que deben fusionarse y representar “la misma leyenda” o “la propia historia”.

Aunque es un sabedor, de su boca nunca sale una sentencia de lo que se debe o no hacer, ni siquiera en cuanto al cuidado de la naturaleza se refiere. Pareciera que deja a libre elección el creer o no en la importancia de cuidar la flora y la fauna, aunque sí aboga por cuidar y respetar el conocimiento.

“El conocimiento no es solamente para bien personal, sino que el conocimiento es amplio y debe estar disponible para los nuevos venidores (nuevas generaciones), se debe estar repasando para que no se acabe, no se olvide y no se muera con los sabedores”, expresa tranquilamente.

Para María Paula Bastidas, directora asociada de Instituto de Visión, el libro “Abel Rodríguez (Mogaje Guihu) El nombrador de plantas” es una forma ideal de dejar plasmado el archivo y el trabajo de este artista indígena con el que trabajan desde 2018.

“Este libro hace parte del proceso de investigación de don Abel y de la historia del arte, sobre todo porque en Colombia la existencia de archivo cultural es poco y, a veces, difícil de ejecutar”, sostiene.

Como es poco el registro que se tiene del trabajo artístico de Abel Rodríguez, el proceso de producción del libro comenzó con la investigación y la toma de fotografías de su obra que reposa en distintas colecciones privadas que, como una gran coincidencia, se pueden ver actualmente en exposiciones en el Museo del Banco de la República de Bogotá y La Tertulia de Cali.

El ejemplar está acompañado de un documental, así que el libro recupera la historia de don Abel a través de las pinturas, mientras que el audiovisual recupera la historia del artista a través de los testimonios de la gente de la comunidad.

“Abel Rodríguez (Mogaje Guihu) El nombrador de plantas” presenta el trabajo del artista cronológicamente desde 2006 hasta la actualidad. Incluye una entrevista con el artista, un ensayo interpretativo del curador del Hammer Museum, Pablo José Ramírez; un poema de la escritora y poeta mexicana Gabriela Jáuregui, y un texto del director de Tropenbos Colombia, Carlos Rodríguez.

Adicionalmente, se enriquece con las historias del “Mito de la creación” y el “Mito de la abundancia”, de la cosmogonía nonuya, narradas por Wilson Rodríguez (Aycohobo), hijo de Abel Rodríguez y heredero de su legado.

De esta forma, Davivienda y Seguros Bolívar ayudan a preservar el legado cultural y poner a disposición de futuras generaciones el trabajo de Abel Rodríguez, artista que en 2014 recibió el prestigioso premio Príncipe Claus, otorgado por los Países Bajos por su obra y su especial conexión ancestral con la naturaleza, como conocimiento fundamental para la cultura global.

Su obra forma parte de la colección de la Tate Modern, en el Reino Unido, de las instituciones Cornell University y Kadist Foundation; y su trabajo se ha presentado en importantes escenarios del circuito internacional del arte contemporáneo como la Bienal de São Paulo (2016), la Bienal de Arte de Toronto (2022), la 23 Bienal de Sídney (2022), la Bienal de Gwangju en Corea (2023) y la Bienal de Venecia (2024).

Por Lilian Contreras Fajardo

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