Abraham Maslow, el psicólogo que creyó en el potencial del ser humano (I)
El psicoanalista con orientación existencial, y uno de los fundadores de la psicología humanista, es conocido por su jerarquización de las necesidades humanas, siendo la “autorrealización” la de orden superior.
Danelys Vega Cardozo
A Abraham Maslow lo llamaron “el padre espiritual” de la psicología humanista. Ese mismo que dijo que aquella corriente psicológica que se erigía (la humanista) podría ser considerada como la “tercera fuerza”, porque el psicoanálisis y el conductismo dominaban la psicología desde hace un tiempo. De hecho, pensó que esas dos escuelas habían olvidado algo: el aspecto positivo de la naturaleza humana. Entonces, se apartó de esa visión conductista del ser humano como una máquina y creyó en el potencial de todos los individuos.
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A Abraham Maslow lo llamaron “el padre espiritual” de la psicología humanista. Ese mismo que dijo que aquella corriente psicológica que se erigía (la humanista) podría ser considerada como la “tercera fuerza”, porque el psicoanálisis y el conductismo dominaban la psicología desde hace un tiempo. De hecho, pensó que esas dos escuelas habían olvidado algo: el aspecto positivo de la naturaleza humana. Entonces, se apartó de esa visión conductista del ser humano como una máquina y creyó en el potencial de todos los individuos.
Aquel hombre nació en un hogar judío en Brooklyn (Nueva York). Era un estadounidense con ascendencia rusa gracias a sus padres, quienes habían emigrado a tierra norteamericana, esos que tuvieron siete hijos, siendo Maslow el mayor. De a poco el negocio de su padre como tonelero fue prosperando y entonces pasó de vivir en un barrio pobre a uno de clase media baja. Aquel giro le trajo infelicidad y soledad. Se convirtió en el único chico judío de su nuevo vecindario, así que las burlas que recibía por su apariencia física terminaron siendo su pan de cada día. Pero aquel niño sin amigos consiguió un refugio: los libros.
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Su padre se preocupaba porque sus hijos fueran personas exitosas. Fue así como Abraham Maslow empezó a laborar desde temprana edad. Primero, repartiendo periódicos y luego ayudando en el negocio familiar. Sin embargo, era un chico que se sentía distanciado de sus padres. Quería a su padre, pero al mismo tiempo le tenía miedo, quizá lo mismo acontecía con su madre, aquella mujer que al parecer era más condescendiente con sus hermanos que con él, a quien castigaba sin reparo. Un día rescató de la calle a dos gatos, los llevó a su casa, sin pensar que aquella decisión terminaría siendo la sentencia de muerte de esos animales: su madre los golpeó en la cabeza con la ayuda de una pared. Entonces, el odio a su progenitora se hizo cada vez más latente, hasta el punto de que cuando falleció ni siquiera asistió a su funeral. Pero, a pesar de aquel escenario, Maslow decía que su desarrollo había sido positivo, tal vez porque su tío materno dedicaba gran parte de su tiempo a estar con él.
Maslow se destacó por ser un excelente estudiante, pero todo cambió cuando inició sus estudios en el City College de Nueva York. Al parecer su rendimiento académico descendió porque se encontraba tomando materias sobre algo que no era de su interés, sino de su padre: las leyes. Hasta que un día no aguantó más y decidió encaminarse hacia la psicología, carrera que estudió en la Universidad de Wisconsin. Aquella elección y su matrimonio, con una novia que sus padres desaprobaban, marcaron el inicio de su vida, de acuerdo con lo que él mismo afirmó. Y quién lo creería, pero antes de su “amor” por el humanismo, primero se flechó por el conductismo, aquella corriente psicológica que consideró bastante práctica para construir una mejor sociedad. Esa misma que en sus inicios creyó que el comportamiento de las personas eran el resultado de lo que ocurría en su entorno y no como consecuencia de sus fenómenos internos, llámense pensamientos o instintos.
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Los planteamientos de John Watson fueron los que lo condujeron hacia el conductismo. Aquel psicólogo que le daba valor a lo científico, a lo objetivamente comprobable. Ese que se alejó de los estados mentales y de conceptos como la “mente”. Aquel que demostró, a través de un experimento, que las conductas de las personas son predecibles, pero también modificables. Entonces, Abraham Maslow se inclinó hacia la investigación y terminó siendo asistente de William H. Sheldon, a pesar de que no le llamaba la atención la teoría que este había desarrollado en torno a las diferentes formas de temperamento. En el laboratorio, de la mano de Harry Harlow, también se interesó por estudiar la conducta de animales como los monos, incluso su tesis doctoral giró alrededor de una investigación sobre las características sexuales y de dominación de estos mamíferos.
En 1934, se graduó de su doctorado en psicología en la Universidad de Wisconsin. Después de aquel acontecimiento decidió regresar a Nueva York, en donde se desempeñó como asistente de investigación de Edwin Lee Thorndike y docente en el Brooklyn College. En aquella época la ciudad estadounidense estaba repleta de intelectuales europeos, entre ellos psicólogos y psiquiatras, así que Maslow comenzó a tener nuevas influencias. Alfred Adler, Max Wertheimer, Karen Horney y Erich Fromm e incluso la antropóloga Ruth Benedict enriquecieron su conocimiento. De repente el conductismo empezó a serle insuficiente, sobre todo después del nacimiento de su primera hija. Enfrentado a ese mundo desconocido, se dio cuenta que sus conocimientos adquiridos en el laboratorio, a través de experimentos con animales, de nada le servían si no podía interpretar “las experiencias humanas”. Y entonces, también llegó la Segunda Guerra Mundial y germinó en él un propósito: mejorar la personalidad humana, con el fin de destacar los aspectos positivos de los seres humanos más allá de la guerra.
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En 1951 dejó Brooklyn y se trasladó a Massachusetts, en donde laboró en la Universidad Brandeis. Aunque ahora era un hombre reconocido, gracias a sus aportes psicológicos, lo cierto es que la sensación de soledad lo acompañó en los últimos años de su vida. En 1970 falleció, dejando inconcluso un estudio que buscaba desarrollar una filosofía de la ética, la política y la economía, partiendo de la psicología humanista. Y es que Maslow concibió al ser humano como aquel que siempre está anhelando algo, ese ser deseoso que cuando alcanza una meta busca una nueva en su reemplazo. Aquel que tiende a la autorrealización.