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“Una triste noticia: acaba de morir el gran poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar, el famoso X-504. Tenía 89 años. Autor, entre otros importantes libros de poesía, de ‘Los poemas de la ofensa’, uno de los mejores en América Latina. El poeta, uno de los cofundadores del nadaísmo en 1958, falleció en Medellín de un ataque cardíaco”, escribe el poeta del Caribe colombiano Joaquín Mattos Omar.
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Palabras más, palabras menos, contesté a Joaquín: “Hombe, Joaco. Estoy viendo tu publicación sobre el fallecimiento del amado poeta X-504. Me entero, pues, apenas ahora. Jaime es quizá el poeta de este país al que yo, humildemente, me siento más conectado. Estos días me llegó de Medellín, entre algunos o muchos de esos miserables libritos en que incurre, con la connivencia del presunto ‘Malpensante’, la universidad Externado, una auténtica perla entre toda esa bazofia”.
Esto que digo pienso; sin embargo, equivoqué el editor de “Permiso voy a cantar”, pues no se trata de la infeliz colección aludida, sino que el tomito que me enviase Jairo Ruiz Sanabria forma parte de la iniciativa difusora Lecturas de ida y vuelta, de COMFAMA y el METRO de Medellín, capital intelectual de Colombia.
A lo comentado a Joaco, añadí: “89 años no es poco. Honrémoslo también con su ‘Aviso a los moribundos’”. Agradezco su vida casi silente y esa obra entrañable y de una factura firme, esencial y clara y alta de ese prosar (el verbo, que no solo escribo, pero suscribo, es de César Vallejo), ese prosar su verso muy suyo, en estos tiempos de “poetas” genéricos. Reproduzco aquí “Aviso a los moribundos”, uno de los poemas del maestro Jaramillo Escobar.
A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el mundo:
os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;
vuestra taza permanecerá quieta en el aparador como un gato sin amo,
mirando la eternidad con su ojo esmaltado.
Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando vuestras ocultas descomposiciones:
todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco,
y ya, ciertamente, no tendréis nada de qué quejaros, ¡Oh príncipes deteriorados y próximos al polvo!
Vuestros vecinos ya no os molestarán más con sus visitas inoportunas,
pues ahora los visitantes vais a ser vosotros, ¡y de qué reino misterioso y lento!
Ya no os acosarán más vuestras deudas ni os trasnocharán vuestras dudas e incertidumbres,
pues ahora sí que vais a dormir, ¡y de qué modo!
Ahora vuestros amigos ya no podrán perjudicaros más, ¡Oh afortunados a quienes el conocimiento deshereda!
Ni habrá nadie que os pueda imponer una disciplina que os hacía rabiar, ¡Oh disciplinados y pacíficos habitantes de vuestro agujero!
Por todo esto vengo a avisaros que se abrirá una nueva época para vosotros
en el subterráneo corazón del mundo, adonde seréis llevados solemnemente
para escuchar las palpitaciones de la materia.
A vuestro alrededor veo a muchos que os quieren ayudar a bien morir,
y que nunca, sin embargo, os quisieron ayudar a bien vivir.
Pero vosotros ya no estáis para hacer caso de nadie,
porque os encontráis sumergidos en vosotros mismos como nunca antes lo estuvierais,
pues al fin os ha sido dado reposar en vosotros,
en vuestra más recóndita intimidad, adonde nadie puede entrar a perturbaros.
Vuestro suceso, no por sabido es menos inesperado,
y para algunos de vosotros demasiado cruel, como no lo merecíais,
mas nadie os dará consolación y disculpas.
De ahora en adelante vosotros mismos tendréis que hacer vuestro lecho,
quedaréis definitivamente solos y ya no tendréis ayuda, para bien o para mal.
Os ha llegado vuestro turno, ¡Oh maravillosos ofendidos en la quietud de vuestra aristocrática fealdad!
Tanto que os reísteis en este mundo, mas ahora sí que vais a poder reír a todo lo largo de vuestra boca,
¡Oh prestos a soltar la carcajada final, la que nunca se borra!
Yo os aviso que no tendréis que pagar más tributo, y que desde este momento quedáis exentos de todas vuestras obligaciones.
¡Oh próximos libertos, cómo vais a holgar ahora sin medida y sin freno!
Ahora vais a entregaros a la desenfrenada locura de vuestro esparcimiento,
no, ciertamente, como os revolcabais en el revuelto lecho de vuestros amantes,
sino que ahora seréis vosotros mismos vuestro más tierno amante,
sin hastío ni remordimiento.
Apurad vuestro último trago de agua y despedíos de vuestros parientes, porque vais a celebrar el secreto concilio
en donde seréis elegidos para presidir vuestra propia desintegración y vuestra ruina definitiva.
Ahora sí que os podréis jactar de no ser como los demás, pues seréis únicos en vuestra inflada podredumbre.
¡Ahora sí que podréis hacer alarde de vuestra presencia!
Yo os aviso
que mañana estrenaréis vestido y casa, y tendréis otros compañeros más sinceros y laboriosos,
que trabajarán acuciosamente día y noche para limpiar vuestros huesos.
Oh vosotros que aspiráis a otra vida porque no os amañasteis en ésta:
yo os aviso que vuestra resurrección va a estar un poco difícil,
porque vuestros herederos os enterrarán tan hondo,
que no alcanzaréis a salir a tiempo para el Juicio Final.