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El pasado 9 de julio, a la edad de 80 años, falleció en Bogotá el escritor, novelista, profesor universitario y consumado cinéfilo José Stevenson, figura emblemática del grupo de intelectuales que se reunía en los cafés de la Calle 18 y especialmente en la librería La Gran Colombia, al lado de Estanislao Zuleta, Héctor Rojas Herazo, Gabriel García Márquez, Marta Traba, Jorge Gaitán Durán, Mario Arrubla, Manuel Franco, Carlos Lemos Simmonds y Ramiro Montoya, entre otros, a comienzos de la década de los sesenta.
Conocedor como pocos de la historia del arte universal, del existencialismo francés y de la novela y el cine anglosajones, Pepe —como lo conocíamos familiares, amigos y contertulios— ejerció un magisterio fecundo entre los jóvenes que por entonces se iniciaban en la creación literaria, lo mismo que entre sus discípulos de estética en la Universidad Nacional de Colombia.
En 1969 publicó Los años de la asfixia, novela que muestra una inusitada actualidad tanto en las temáticas como en sus formas de expresión. Habiendo sido reconocida por la crítica como una de las más representativas novelas de Bogotá, Los años de la asfixia marcó un hito cuando el famoso Boom daba sus primeros frutos en el continente mestizo: La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes), Rayuela (Cortázar), La ciudad y los perros y La casa verde (Vargas Llosa), Cien años de soledad (García Márquez) y Tres tristes tigres (Cabrera Infante), para citar sólo algunos de los títulos más destacados.
Entre 1969 y 2008 publicó Pepe Stevenson cinco novelas: Los años de la asfixia (1969), Los hombres de voz dura (1976) —estupenda historia de espionaje en plena Guerra Fría—, Nostalgia Boom (o el Fausto tropical) (1977), Corrientes encontradas (1979) y El domador de los vientos (2008). Además, editó en homenaje a su primo Gabriel García Márquez un lujoso volumen con hermosos y originales dibujos suyos (de Stevenson), alusivos a los distintos personajes y situaciones de la fábula macondiana, titulado Cien años de soledad: Versión infantil y juvenil, y dejó inéditos un libro de memorias y recuerdos de su amistad con Gabo, lo mismo que un extenso muestrario de retratos a plumilla sobre los más destacados artistas de Hollywood. No hay que olvidar que durante muchos años, Stevenson presentó el programa de televisión Studio, donde recreó semanalmente para los colombianos lo mejor del cine universal.
Pepe Stevenson nació en Santa Marta en 1932, hijo de padre cartagenero y madre riohachera. Vivió sus primeros ocho años en Colón, puerto del Caribe panameño; luego residió en Bogotá y poco después de terminar su bachillerato en el Colegio de San Bartolomé se fue para Nueva York, donde se dedicó a la pintura, al dibujo publicitario y al cine. Allí escribió una novela nunca publicada (“Todo empezó en Nueva York: la negra pesadilla del alma”, comenzaba), departió un par de veces con William Faulkner en un restaurante de los suburbios y trabó amistad con Jack Kerouac.
Los años de la asfixia, novela finalista del Premio Primera Plana de Buenos Aires, cuyos jurados fueron Leopoldo Marechal, Augusto Roa Bastos y García Márquez, recrea a Bogotá en tres planos: los años del bachillerato en el Colegio de San Bartolomé, en la Plaza de Bolívar, durante los nefastos días del Bogotazo; la formación universitaria en los días rebeldes contra la dictadura de Rojas Pinilla, y la primera juventud en un mundo de intelectuales burgueses y progresistas en la década de los sesenta.
El estilo de las novelas de Stevenson es culto y sencillo, no exento de experimentación técnica y verbal. (Su cuento Vísperas solemnes de confusión, sobre Juan Roa Sierra, el supuesto magnicida de Gaitán, horas antes de la tragedia del 9 de abril, es una joya narrativa indiscutible). El espíritu del Caribe con su sello “real maravilloso”, sus latin lovers, sus regocijos y melancolías, predomina en cada una de sus obras literarias, especialmente en Nostalgia Boom y en Corrientes encontradas (quizás su novela más ambiciosa), pero sobre todo en la más reciente, El domador de los vientos, situada en la Cartagena colonial con un habitante de más, fuera de serie, que es poseído por todas las fuerzas del trópico y del lenguaje antillano: Miguel de Cervantes Saavedra.
La obra entera de José Stevenson merece ser revisitada por los lectores y los investigadores de nuestra literatura. Allí no solamente encontrarán el peso abrumador de la novela urbana fundacional, sino todo el caudal inconmensurable de una novelística latinoamericana que desde los años sesenta se comprometió a revelar inusitadas versiones del ser humano y del universo que habita. Paz en su tumba.