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Para muchos el arco ubicado al noreste de la isla del Morro no pasaba de ser el fondo de una bonita fotografía que retrataba las formas que forja la naturaleza durante cientos de siglos, muchos esperaban a que la marea bajara para poder atravesar el arco y divisar a lo lejos la histórica isla del Gallo, de donde partió Pizarro con los 13 de la fama para iniciar la invasión al Perú. Sin embargo, el Arco del Morro es mucho más que eso, constituye un referente obligado para quienes quieren ubicarse, como quien utiliza hoy en día la ubicación satelital, dentro del contexto geosocial en el Pacífico sur colombiano, constituye, junto con Punta Cascajal en el municipio de Pizarro, los puntos de entrada a la hermosa bahía de Tumaco.
La isla estuvo habitada primigeniamente por la comunidad indígena conocida como Tumaco – La Tolita, compartiendo territorio en la provincia de Esmeraldas, en el actual Ecuador, los vestigios más antiguos datan del año 600 a.C. hasta el 700 d.C. En el Arco del Morro se han encontrado importantes piezas de oro y platino, siendo esta cultura la única en emplear este metal en toda América antes de la llegada de los europeos, así mismo se encuentran unas cuevas donde se conservó por mucho tiempo pictogramas de los pueblos primigenios. El estadounidense Marshall Saville y el alemán Max Uhle encontraron piezas muy importantes en el sector, éstas nunca fueron devueltas y reposan en museos de sus países de origen.
El cronista Pedro de Arévalo en 1600 y fray Juan de Santa Gertrudis en 1757 dan cuenta de las riquezas en oro y piedras finas que se extraían de Tumaco, posiblemente de El Morro, a tal punto que el célebre cuadro “Francisco de Arobe y sus hijos Pedro y Domingo” pintado en 1599 los muestra portando finas joyas de esta cultura. Alejandro Malaspina en 1792 anota: " Entre las dos puntas (Manglares y Guascama), se hace primero visible una pequeña isla situada cerca de la costa a 19 millas de la punta Manglares, en la cual se forma el morro de Tumaco, que es un monte no muy alto, con un pico de árboles. A su parte exterior y muy cerca, hallase un farallón llamado el Quesillo, y entre ella y la costa firme, donde se encuentra la población de Tumaco formada de españoles e indios, hay dos islas menores, de las cuales la meridional es la Isla Viciosa. Ofrece un buen puerto al Norte del morro Tumaco. (…)”
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El oro pronto atrajo la atención de piratas ingleses, franceses y holandeses, el Arco del Morro les sirvió de escondite a Juan Godoy y Prado y a un grupo de tumaqueños para atrapar a siete piratas ingleses y darles muerte en la isla, tal y como se desprende del informe enviado por el superintendente local Bartolomé Estupiñán, recibiendo “justo castigo a su atrevimiento” , corría entonces el año de 1683 y su verdadera intención era llegar hasta Barbacoas y de ahí a Pasto. Ya antes los piratas Francis Drake, Thomas Cavendish y Richard Hawkins tenían las mismas intenciones, y aunque la fantasía ha ubicado a un lado del Arco del Morro la cueva de Morgan, lo cierto es que este famoso filibustero lo más cerca que estuvo de Tumaco fue ciudad de Panamá en 1671.
Son varios los cronistas modernos que han dejado su impresión sobre la famosa isla y arco. El payanés José María Cordovez Moure, en su célebre libro “Reminiscencias de Santafe y Bogotá”, recordaría el viaje que hizo al sur de Colombia en 1854, deslumbrado por un paisaje nuevo, anota: “… Salimos a un estero, al extremo del cual se levanta el gracioso morro de altas rocas, plutónicas coronadas de lujosa vegetación, las que constituyen segura defensa de ese pedazo de tierra contra el incesante batir de las olas, que se estrellan contra el estrépito. (…) La linda isla de Tumaco sale de las ondas como ramillete de perfumadas y vistosas flores, dotada de espléndida vegetación, sobre la cual se destacan colosales y elegantes palmeras, protegidas contra los vientos del Sudoeste por el alto morro que las provee de abundante agua dulce”.
En 1893 Rufino Gutiérrez, hijo del célebre poeta antioqueño Gregorio Gutiérrez González, en sus “Noticias sobre Pasto y demás provincias del Sur”, se deslumbra con las islas Tumaco, La Viciosa y El Morro, de esta última describe algunos elementos naturales que ya no existen pero que se mantienen en el imaginario popular: “al frente, la isla del Morro, que parecía señalarnos con su elevado picacho el derrotero que debíamos seguir; y a la derecha un peñón solitario en medio del mar, combatido perennemente por las aguas, y que tiene el poético nombre de La Viuda. Arrimada al Morro, y como si buscara su protección contra el embate de las olas, hay una roca enhiesta, separada de la tierra muy pocos metros, conocida por La Virgencita.” El general Rafael Reyes, que lo acompañaba en este viaje, respecto a los nombres de esos farallones, anota: “—¿Ves aquél? Se llama El Quesillo, y debió de bautizarlo algún serrano de esos de vida tranquila que no tienen más preocupación que su comercio”, y finaliza Gutiérrez: “La isla del Morro es bellísima y de gran feracidad; el cerro que le da el nombre va a morir en el mar en una graciosa explanada.”
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En 1899, durante la Guerra de los Mil días, las fuerzas liberales partieron de ahí para iniciar una avanzada por el Cauca y tomar Palmira. Los gobiernistas conservadores quedaron aislados durante tres meses en la isla del Morro, siendo el Arco lugar de defensa y de avistamiento de la llegada de auxilios, llegando el general Alfredo Vásquez Cobo, quien es vencido y hecho prisionero, para finalmente ser auxiliado por el ejército al mando del general Carlos Albán. El 16 de octubre de 1901, el general Benjamín Herrera, ordenó atacar Tumaco empleando el barco “Almirante Padilla”, el cual partió posteriormente hacia Panamá, siendo el Arco del Morro lugar de prisión tanto para liberales como para conservadores, según se iban midiendo las fuerzas de unos y otros.
El ingeniero e historiador bogotano Miguel Triana, en su libro “Por el sur de Colombia”, publicado en París en 1906, describe así el bello arco: “Dos torreones de arena, verticales sus paredes y con capotes verdes de enredaderas colgantes, surgen enhiestos como “la monja y el fraile”, indefectibles en todo decorativo de escollo. Veíamos perfectamente el arco natural de medio punto riguroso que, como un puente de verdad, une al barranco “fraile” con el cerro de El Morro, tapizado de grama”.
Uno de los testimonios más importantes es el que recoge el padre Bernardo Merizalde del Carmen en el libro “Estudio de la costa colombiana del Pacífico”, publicado en 1921 y que recoge sus impresiones de viajes como Vicario Provincial de los agustinos en la costa pacífica colombiana, quien a más de recopilar documentos históricos sobre las islas que conforman a Tumaco, da también una mirada poética sobre El Morro y sobre su Arco, romance del cual extraemos estos apartes:
Las criptas guaridas
talvez de alimañas,
evocan historias
de edades pasadas,
y tienen letreros
las peñas que guardan
mejor los recuerdos
quizá que las almas
El arco parece
la entrada al alcázar,
de hermosas nereidas
suntuosa morada.
Cien años después, Carlos Rodríguez, “Kongo Kimbiza”, en una sentida décima nos recuerda ese ícono indestronable:
Como duele la caída
Del Morro, arco natural,
Un icono indestronable
De todo este litoral.
Como si un pedazo de vida
Se hubiera desmoronado,
Así se siente Tumaco
Sin su símbolo sagrado.
La naturaleza ha actuado,
- Y quizás en rebeldía-
Fijando una nueva vía
En su paso magistral.
Solo dejando el recuerdo
Del Morro, arco natural.
Ha caído el Arco del Morro de Tumaco, el 12 de noviembre de 2022 pasa a la historia como el año de la transformación de ese espacio que seguirá siendo un emblema heráldico de su ciudad, inspiración de poetas y de cantantes, hoy se levanta La Puerta del Morro como un emblema de un territorio pujante que busca ser escenario de construcción para la paz.
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