A los dieciocho años Felipe Ossa entró a trabajar en la Librería Nacional y ahí ejerció su profesión de librero hasta su muerte.
Foto: Daniel Gómez - El Espectador
Cuando Felipe Ossa descubrió que quería ser un buen librero, su mayor preocupación fue que alguien le preguntara por un libro y él no supiera qué contestar. No tenía el aire académico que algunos esperaban, porque ni terminó el bachillerato: su universidad, su trabajo y su vida fueron las bibliotecas. Fue modesto, buen conversador, agudo e irónico.
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, fue una de las obras que más marcaron su vida y su camino por la literatura. Una lectura que su abuelo le dio a su padre y que su padre le dio a...
Por Diana Camila Eslava
Periodista del Magazín Cultural de El Espectador. Con experiencia en comunicación y gestión cultural, así como en consultoría empresarial en transformación digital. Maestra en Creación Literaria.@CamilaEslava_deslava@elespectador.com