Adiós al padre colombiano de la hermenéutica
En Villa de Leyva murió Carlos Bernardo Gutiérrez Alemán, uno de los filósofos más importantes de Colombia y Latinoamérica.
Redacción Cultura
“La comunidad filosófica colombiana iza hoy su bandera a media asta, dolida por el fallecimiento de ese gran maestro que fue siempre Carlos Bernardo Gutiérrez Alemán, o, como siempre lo conocimos quienes tuvimos el profundo privilegio de compartir y aprender de él: ‘Carlos B.’”. Así anunció la Sociedad Colombiana de Filosofía (SCF) la muerte, el pasado martes en Villa de Leyva, de uno de los filósofos más importantes de la historia nacional y del continente. (Recomendamos: Lea la entrevista a Carlos B. Gutiérrez, que le hizo Miguel Silva en 2009).
Reconocido y estudiado en distintas universidades, en especial en la Nacional y la de los Andes, era considerado el padre colombiano de la hermenéutica, especialidad de la filosofía que estudia el lenguaje en conexión con la realidad y el significado ontológico, teniendo en cuenta el concepto de verdad. Según la SCF, “fue, sin lugar a dudas, exponente y protagonista del que ha sido denominado el giro hermenéutico en América Latina, y en el centro de sus reflexiones siempre estuvo la concepción del otro y el tipo de relaciones que se pueden llegar a tener y constituir con él en función de su otredad. Fue defensor del pluralismo hermenéutico y sus aportes fecundan incontables ramas de la filosofía”.
En 2002, la Nacional y los Andes se unieron para editar el libro Temas de filosofía hermenéutica: conferencias y ensayos de Carlos Bernardo Gutiérrez. Santiago Rey Salamanca editó también en los Andes los ensayos Obras reunidas de Carlos B. Gutiérrez, según el editor, “un ejercicio de hermenéutica aplicada en el que Carlos B. despliega su particular sensibilidad respecto a los temas más diversos: desde el papel de la interpretación en las ciencias sociales, hasta la crisis ambiental en tiempos de tecnocracia y tecnociencia, respondiendo siempre a una preocupación vital por la finitud humana y la posibilidad de la comprensión en medio del disenso”.
Ahora ocupa un lugar en la historia junto a otros grandes filósofos colombianos, como Rafael Gutiérrez Girardot y Estanislao Zuleta. En los Andes lo recuerdan, aparte de sus libros, a través de conferencias como “El arte al servicio de la filosofía”. Como profesor, la SCF destacó que “Carlos B. fue uno de esos filósofos que dejó una estela clara y reconocible en sus discípulos. Fue, él mismo, una escuela filosófica, y gracias a su amor por la docencia no pocas generaciones de amantes de la filosofía fueron formados y deben a él su amor y pasión por la filosofía”.
Había nacido en Bogotá el 21 de noviembre de 1938 y se licenció en filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Luego obtuvo título de maestría en la New School for Social Research en Nueva York, en 1962. En Estados Unidos trabajó junto a discípulos de Husserl y de Heidegger, entre estos últimos Hans Jonas, quien terminó por ser jurado de su tesis de maestría.
Por sus investigaciones, fue becado por la Fundación Rockefeller y viajó a Heidelberg (Alemania), donde hizo su doctorado. Allí conoció al gran filósofo Hans-Georg Gadamer, que marcó su obra y, cuentan sus amigos, “entre los dos un fuerte lazo de amistad, colegaje y camaradería”. El colombiano se convirtió en interlocutor, comentarista y hasta compañero a la hora de jugar tenis. Se doctoró con la disertación Die Kritik des Wertbegriffes, dirigida por Gadamer.
En 1976 regresó a Colombia para trabajar en el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes, del cual fue posteriormente director. En 1978 ingresó a la Universidad Nacional de Colombia, de la cual llegó a ser profesor emérito. Fue miembro fundador y presidente, en dos ocasiones, de la Sociedad Colombiana de Filosofía y presidente de la Sociedad Interamericana de Filosofía. Organizó el XIII Congreso Interamericano de Filosofía en Bogotá, con la presencia de grandes figuras de la filosofía mundial, como Richard Rorty y Gianni Vattimo, entre otros.
Además, fue becario de Deutscher Akademischer Austausch-Dienst (DAAD), miembro del Consejo Científico de la Fundación Internacional Marx-Engels y ganador de la Medalla Goethe en Filosofía de la República Federal Alemana, y, paradójicamente, la semana pasada había recibido el Premio Internacional Franco Volpi, con el que la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos reconoce las mejores trayectorias académicas.
El filósofo peruano Miguel Giusti exaltó a Gutiérrez desde el Centro de Estudios Filosóficos de su país como “una figura emblemática de la comunidad filosófica latinoamericana”. “¡Cuántas batallas no le habremos visto librar a lo largo de los años en defensa de la filosofía, no solo contra los enemigos ideológicos, sino también ante las crisis económicas, las revueltas políticas, los accidentes naturales… He visto con mis propios ojos cómo intervenía Carlos B. diligentemente en dar una mano a los colegas argentinos cuando se produjo la crisis económica durante el gobierno de Raúl Alfonsín; cómo respaldó con el mejor espíritu y con medidas eficaces a los colegas de Chile, Venezuela o Perú, cuando se vivieron los tiempos difíciles de las dictaduras; cómo se las ingenió, con su formidable y contagioso sentido del humor, para interceder en conflictos internos que enredaban a las comunidades filosóficas de algunos de nuestros países y para promover consensos que, gracias a él, nos parecían al final perfectamente razonables. Alguna vez le oí decir que la vida social y política de los países de América Latina era como un juego de ruleta: según como cayeran los dados, a un país le tocaba estabilidad, al otro revolución; a uno, bonanza, al otro escasez, y así sucesivamente…”.
A Giusti lo impresionó que después de vivir 17 años en Alemania “hubiera tomado la decisión, incomprensible para sus amigos alemanes y acaso también para muchos de sus compatriotas, de renunciar a un puesto fijo y vitalicio que ya tenía para volver a Colombia y a América Latina a vivir en la incertidumbre, una incertidumbre tan inquietante como desafiante. Y para contribuir a sembrar aquí esperanza, a cultivar la filosofía con pasión, a darles vitalidad y arraigo a nuestras comunidades profesionales, a promover los intercambios entre nosotros fortaleciendo nuestras redes, a derrochar energía, inteligencia y buena vibra en sus múltiples actividades académicas”.
Opina que “es muy grande la deuda que tiene con Carlos Gutiérrez la comunidad filosófica latinoamericana, no solo por su valioso trabajo como filósofo hermenéutico, ni tampoco solo por su infatigable labor de promoción de encuentros e intercambios académicos del más diverso tipo, sino igualmente por haber conducido la nave de la Sociedad Interamericana de Filosofía por muchos años, primero como su presidente y luego con su presencia orientadora y su aliento como miembro de su consejo consultivo”. Giusti recordó que “hace unos años, con ocasión de un homenaje que se le organizaba, uno entre muchos, me atreví a decir que el título que más le convenía era el de ‘Patriarca de la Filosofía Latinoamericana’”.
Desde Europa también manifestaron condolencias y recordaron la definición que Rüdiger Bubner, filósofo alemán que fue también muy cercano a Gadamer, hacía de Carlos B.: “Era el director de orquesta (ein Dirigent) de la filosofía latinoamericana”.
“La comunidad filosófica colombiana iza hoy su bandera a media asta, dolida por el fallecimiento de ese gran maestro que fue siempre Carlos Bernardo Gutiérrez Alemán, o, como siempre lo conocimos quienes tuvimos el profundo privilegio de compartir y aprender de él: ‘Carlos B.’”. Así anunció la Sociedad Colombiana de Filosofía (SCF) la muerte, el pasado martes en Villa de Leyva, de uno de los filósofos más importantes de la historia nacional y del continente. (Recomendamos: Lea la entrevista a Carlos B. Gutiérrez, que le hizo Miguel Silva en 2009).
Reconocido y estudiado en distintas universidades, en especial en la Nacional y la de los Andes, era considerado el padre colombiano de la hermenéutica, especialidad de la filosofía que estudia el lenguaje en conexión con la realidad y el significado ontológico, teniendo en cuenta el concepto de verdad. Según la SCF, “fue, sin lugar a dudas, exponente y protagonista del que ha sido denominado el giro hermenéutico en América Latina, y en el centro de sus reflexiones siempre estuvo la concepción del otro y el tipo de relaciones que se pueden llegar a tener y constituir con él en función de su otredad. Fue defensor del pluralismo hermenéutico y sus aportes fecundan incontables ramas de la filosofía”.
En 2002, la Nacional y los Andes se unieron para editar el libro Temas de filosofía hermenéutica: conferencias y ensayos de Carlos Bernardo Gutiérrez. Santiago Rey Salamanca editó también en los Andes los ensayos Obras reunidas de Carlos B. Gutiérrez, según el editor, “un ejercicio de hermenéutica aplicada en el que Carlos B. despliega su particular sensibilidad respecto a los temas más diversos: desde el papel de la interpretación en las ciencias sociales, hasta la crisis ambiental en tiempos de tecnocracia y tecnociencia, respondiendo siempre a una preocupación vital por la finitud humana y la posibilidad de la comprensión en medio del disenso”.
Ahora ocupa un lugar en la historia junto a otros grandes filósofos colombianos, como Rafael Gutiérrez Girardot y Estanislao Zuleta. En los Andes lo recuerdan, aparte de sus libros, a través de conferencias como “El arte al servicio de la filosofía”. Como profesor, la SCF destacó que “Carlos B. fue uno de esos filósofos que dejó una estela clara y reconocible en sus discípulos. Fue, él mismo, una escuela filosófica, y gracias a su amor por la docencia no pocas generaciones de amantes de la filosofía fueron formados y deben a él su amor y pasión por la filosofía”.
Había nacido en Bogotá el 21 de noviembre de 1938 y se licenció en filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Luego obtuvo título de maestría en la New School for Social Research en Nueva York, en 1962. En Estados Unidos trabajó junto a discípulos de Husserl y de Heidegger, entre estos últimos Hans Jonas, quien terminó por ser jurado de su tesis de maestría.
Por sus investigaciones, fue becado por la Fundación Rockefeller y viajó a Heidelberg (Alemania), donde hizo su doctorado. Allí conoció al gran filósofo Hans-Georg Gadamer, que marcó su obra y, cuentan sus amigos, “entre los dos un fuerte lazo de amistad, colegaje y camaradería”. El colombiano se convirtió en interlocutor, comentarista y hasta compañero a la hora de jugar tenis. Se doctoró con la disertación Die Kritik des Wertbegriffes, dirigida por Gadamer.
En 1976 regresó a Colombia para trabajar en el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes, del cual fue posteriormente director. En 1978 ingresó a la Universidad Nacional de Colombia, de la cual llegó a ser profesor emérito. Fue miembro fundador y presidente, en dos ocasiones, de la Sociedad Colombiana de Filosofía y presidente de la Sociedad Interamericana de Filosofía. Organizó el XIII Congreso Interamericano de Filosofía en Bogotá, con la presencia de grandes figuras de la filosofía mundial, como Richard Rorty y Gianni Vattimo, entre otros.
Además, fue becario de Deutscher Akademischer Austausch-Dienst (DAAD), miembro del Consejo Científico de la Fundación Internacional Marx-Engels y ganador de la Medalla Goethe en Filosofía de la República Federal Alemana, y, paradójicamente, la semana pasada había recibido el Premio Internacional Franco Volpi, con el que la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos reconoce las mejores trayectorias académicas.
El filósofo peruano Miguel Giusti exaltó a Gutiérrez desde el Centro de Estudios Filosóficos de su país como “una figura emblemática de la comunidad filosófica latinoamericana”. “¡Cuántas batallas no le habremos visto librar a lo largo de los años en defensa de la filosofía, no solo contra los enemigos ideológicos, sino también ante las crisis económicas, las revueltas políticas, los accidentes naturales… He visto con mis propios ojos cómo intervenía Carlos B. diligentemente en dar una mano a los colegas argentinos cuando se produjo la crisis económica durante el gobierno de Raúl Alfonsín; cómo respaldó con el mejor espíritu y con medidas eficaces a los colegas de Chile, Venezuela o Perú, cuando se vivieron los tiempos difíciles de las dictaduras; cómo se las ingenió, con su formidable y contagioso sentido del humor, para interceder en conflictos internos que enredaban a las comunidades filosóficas de algunos de nuestros países y para promover consensos que, gracias a él, nos parecían al final perfectamente razonables. Alguna vez le oí decir que la vida social y política de los países de América Latina era como un juego de ruleta: según como cayeran los dados, a un país le tocaba estabilidad, al otro revolución; a uno, bonanza, al otro escasez, y así sucesivamente…”.
A Giusti lo impresionó que después de vivir 17 años en Alemania “hubiera tomado la decisión, incomprensible para sus amigos alemanes y acaso también para muchos de sus compatriotas, de renunciar a un puesto fijo y vitalicio que ya tenía para volver a Colombia y a América Latina a vivir en la incertidumbre, una incertidumbre tan inquietante como desafiante. Y para contribuir a sembrar aquí esperanza, a cultivar la filosofía con pasión, a darles vitalidad y arraigo a nuestras comunidades profesionales, a promover los intercambios entre nosotros fortaleciendo nuestras redes, a derrochar energía, inteligencia y buena vibra en sus múltiples actividades académicas”.
Opina que “es muy grande la deuda que tiene con Carlos Gutiérrez la comunidad filosófica latinoamericana, no solo por su valioso trabajo como filósofo hermenéutico, ni tampoco solo por su infatigable labor de promoción de encuentros e intercambios académicos del más diverso tipo, sino igualmente por haber conducido la nave de la Sociedad Interamericana de Filosofía por muchos años, primero como su presidente y luego con su presencia orientadora y su aliento como miembro de su consejo consultivo”. Giusti recordó que “hace unos años, con ocasión de un homenaje que se le organizaba, uno entre muchos, me atreví a decir que el título que más le convenía era el de ‘Patriarca de la Filosofía Latinoamericana’”.
Desde Europa también manifestaron condolencias y recordaron la definición que Rüdiger Bubner, filósofo alemán que fue también muy cercano a Gadamer, hacía de Carlos B.: “Era el director de orquesta (ein Dirigent) de la filosofía latinoamericana”.