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¿Cómo llegó a sus manos la obra de “Wenses y Lala”?
Un amigo director, Rafael Perrín, nos comentó un día a Robinson (Díaz) y a mí que le recordábamos a los protagonistas de la historia Wenses y Lala. Sin saber de quiénes nos estaba hablando, asistimos a la obra donde conocimos a su autor y director, Adrián Vázquez. Nos gustó tanto, que le propusimos llevar la versión adaptada a Colombia.
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Más allá de la historia, ¿qué le llamó la atención del personaje que interpreta?
Siento que Lala transmite una energía femenina que motiva a Wenses a construir, a hacer las cosas, y es algo que disfruto cuando la interpreto. Me gusta la historia de estos dos personajes, porque por compleja que sea la vida, ellos mantienen el equilibrio entre el disfrute y lo difícil que puede llegar a ser. Tomo este ejemplo para decir que debemos aprovechar la oportunidad que tenemos de estar vivos. Nos toca sufrir, pero también nos deleitamos de cosas maravillosas.
¿Cómo aprovecha la oportunidad de estar viva cada día?
Me gasto la vida todos los días. Hago lo que me gusta y todas las cosas que se me ocurren: si quise ir a comer, lo hago; si quise hacer una obra, la hago. No me quedo sentada pensando en todas las posibilidades, sino que las hago realidad. Creo que es una buena manera de disfrutarla.
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¿Cómo se transforma en sus personajes?
Intento buscar dentro de la complejidad humana de cada uno cuál es su característica más fuerte. A partir de esto indago en mi persona dónde se encuentra esa cualidad y trabajo para llevarlo a una escala más grande. Por ejemplo, Lala es una persona muy habladora, pero yo, como Adriana, no suelo ser de esa manera; lo que hago es tomar momentos de mi vida donde sí lo he sido, y lo transfiero a la interpretación. Busco la verdad en la actuación.
¿Qué siente en el momento de subir al escenario y ver al público?
Es un sentimiento muy lindo. Con Wenses y Lala nos enfrentamos al reto de estar en el escenario cuando el público se acomoda en sus asientos, y la obra nos permite olvidarnos de la cuarta pared y tener interacción con ellos, lo que nos lleva a crear una comunicación. No es fácil estar sentados por más de una hora, pero disfrutamos del viaje.
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Usted y Robinson Díaz son pareja en la obra y en la vida real, ¿cómo manejan el sentimentalismo a la hora de la presentación?
Además de eso, nuestro hijo, Juan José, también es parte de la obra como asistente de dirección. Creo que eso genera un ambiente lleno de emociones y lo disfrutamos. En ocasiones ha sido difícil organizar nuestros tiempos, e incluso nos han propuesto hacer la obra con otras personas, pero tanto Robinson como yo nos negamos a la idea, por el hecho de que es una actividad que disfrutamos los tres.
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