Adriana Martínez-Villalba: La memoria bibliográfica y documental de Colombia
Adriana Martínez-Villalba, la nueva directora de la Biblioteca Nacional de Colombia, habla de algunos de sus intereses para la institución y de la exposición sobre el Nobel de Gabriel García Márquez, que comienza mañana.
Usted, además de desempeñarse como editora, trabajó en la Feria del Libro de Bogotá (FILBO) y en el Instituto Distrital de las Artes (Idartes). ¿Qué retos ha encontrado en la gestión cultural?
Creo que el gran reto de la gestión cultural siempre es el presupuesto. Pero, en general, los retos a los que uno se enfrenta en la gestión cultural son muy interesantes, porque toca inventarse un proyecto con lo que se tiene al alcance y ver cómo se trabaja. Por ejemplo, cuando yo llegué a la FILBO de Bogotá, esta ya era un proyecto sólido, y por eso fue un enorme aprendizaje. En 2015 hicimos a Macondo el país invitado de honor, que fue el resultado de un momento de crisis, cuando nos quedamos sin país invitado. Ese fue un año muy bonito para la feria y el trabajo y sus alcances fueron muy distintos.
En ese año fue cuando se robaron una primera edición de ‘Cien años de soledad’ firmado por Gabriel García Márquez, un libro que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional…
Sí, cuando fuimos a la bóveda de seguridad y me lo mostraron, me acordé de la llamada en plena feria a decirme que se acababan de robar el libro. Yo estaba en una escalera y me quedé ahí sentada, pensando qué íbamos a hacer. Ese libro estaba en una vitrina de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes donde tenían algunas ediciones especiales de García Márquez y ahí estaba ese, que nos había prestado Álvaro Castillo. Lo más increíble es que lo recuperaron y, un tiempo después, Castillo decidió entregarlo a la Biblioteca Nacional. Ahora, con motivo de los 40 años del Nobel, va a estar expuesto aquí junto a la medalla, el diploma del premio y la máquina de escribir de García Márquez.
¿Y qué le gusta del trabajo editorial?
Trabajar el libro desde la idea, a veces desde el manuscrito, hasta la versión final. Es un trabajo de acompañar el texto y al autor. Es un trabajo de cuidado, lleno de detalles. Por ejemplo, yo iba a exposiciones y pensaba que un cuadro sería la portada perfecta para un libro, pues estaba siempre buscando la imagen que define una novela.
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Ahondemos en su intención de acercar la Biblioteca Nacional de Colombia (BNC) a nuevos públicos…
Nos preguntamos qué tanto los jóvenes conocen la biblioteca. Aquí está la memoria bibliográfica y documental de Colombia, todo lo que se ha publicado a lo largo de la historia bibliográfica del país, entonces, un espacio muy importante para la investigación, y la formación de nuevos públicos tiene que ser nuestra prioridad. Seguramente esto ser hará a través de alianzas con universidades, por ejemplo. El interés es tener una biblioteca viva, en donde se esté investigando constantemente lo que está aquí adentro, donde se hagan procesos de formación, talleres y exposiciones sobre lo que conserva la BNC, ojalá con las nuevas generaciones.
¿A qué nos hace referencia el concepto “memoria bibliográfica”?
Es precisamente la conservación, protección y promoción de lo que se publica en este país. Es una memoria que nos habla de cuáles son los temas que nos han interesado como país, del contexto, de cuáles han sido los públicos lectores. Es una de las misiones más relevantes en la Biblioteca Nacional.
El uso de la palabra “memoria” se ha venido asociando con el tema del conflicto armado. ¿Qué lugar tiene este en la biblioteca?
En ese uso de la palabra memoria, la biblioteca tiene un lugar importantísimo. Aquí está toda la memoria bibliográfica y documental asociada con el conflicto. Por ejemplo, los bibliotecarios también trabajan investigando lo que se recibe, y uno de esos proyectos tiene que ver con la recuperación del material web sobre el conflicto armado. Y esa memoria queda organizada para generar diálogos, debates e investigaciones alrededor de ese material. Es una de las líneas de la memoria que están aquí adentro, pero se pueden construir todas las líneas de la memoria que se te ocurran a partir de lo que conserva la Biblioteca. De hecho, los Acuerdos de Paz fueron encuadernados por el equipo de conversación de la BNC y están aquí, para consulta, y para el sexto aniversario de la firma, hace un par de semanas, los llevamos en una vitrina al Teatro Colón. Pienso que tenerlos allí fue muy diciente sobre los símbolos que muchas veces son los libros.
Hablemos de la importancia de esos símbolos…
Esos elementos cuentan una historia, pero verlos y ponerlos a disposición de todo el que quiera venir a la Biblioteca está generando otras conversaciones, nos están recordando cosas. Por eso las exposiciones que están en la biblioteca son tan importantes, al igual que los talleres. Hace unas semanas hicimos un taller sobre fanzine, que es un tema muy interesante. Por ejemplo, yo estuve haciendo un trabajo con una mesa de comic distrital y ellos tienen claro que el único lugar donde hay memoria del comic o del fanzine solo está en la BNC. Entonces se tiene la idea de la BNC con todos sus tesoros allá guardados, pero también de la memoria de la publicación alternativa. Y de ahí surge una narrativa diferente, sobre otro tipo de lectores y creadores.
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¿De dónde viene el gusto por la literatura?
Siempre me gustaron muchos libros. Yo tengo un papá lector y tuve unos abuelos lectores, que fueron fundamentales, pero no vengo de una familia de intelectuales ni de trayectoria en la literatura. Soy de Bucaramanga, estudié comunicación social con énfasis en gestión editorial y en la época universitaria también leía mucho. La vida laboral tomó el enfoque hacia los libros, no exclusivamente hacia lo literario, porque he trabajado con libros para niños y como editora de no ficción. He pasado un poco por todos los géneros literarios.
¿Qué le gusta leer?
Novelas principalmente. En estos últimos años también le he cogido mucho el gusto a la literatura de no ficción, a los ensayos. Me encanta la literatura infantil y juvenil, tengo una hija y leemos mucho juntas también.
¿Tiene un libro favorito?
Son muchos, pero me encanta una escritora italiana llamada Natalia Ginzburg. Hay un libro suyo que se llama Las pequeñas virtudes, al que siempre vuelvo en distintos momentos de la vida.
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Usted, además de desempeñarse como editora, trabajó en la Feria del Libro de Bogotá (FILBO) y en el Instituto Distrital de las Artes (Idartes). ¿Qué retos ha encontrado en la gestión cultural?
Creo que el gran reto de la gestión cultural siempre es el presupuesto. Pero, en general, los retos a los que uno se enfrenta en la gestión cultural son muy interesantes, porque toca inventarse un proyecto con lo que se tiene al alcance y ver cómo se trabaja. Por ejemplo, cuando yo llegué a la FILBO de Bogotá, esta ya era un proyecto sólido, y por eso fue un enorme aprendizaje. En 2015 hicimos a Macondo el país invitado de honor, que fue el resultado de un momento de crisis, cuando nos quedamos sin país invitado. Ese fue un año muy bonito para la feria y el trabajo y sus alcances fueron muy distintos.
En ese año fue cuando se robaron una primera edición de ‘Cien años de soledad’ firmado por Gabriel García Márquez, un libro que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional…
Sí, cuando fuimos a la bóveda de seguridad y me lo mostraron, me acordé de la llamada en plena feria a decirme que se acababan de robar el libro. Yo estaba en una escalera y me quedé ahí sentada, pensando qué íbamos a hacer. Ese libro estaba en una vitrina de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes donde tenían algunas ediciones especiales de García Márquez y ahí estaba ese, que nos había prestado Álvaro Castillo. Lo más increíble es que lo recuperaron y, un tiempo después, Castillo decidió entregarlo a la Biblioteca Nacional. Ahora, con motivo de los 40 años del Nobel, va a estar expuesto aquí junto a la medalla, el diploma del premio y la máquina de escribir de García Márquez.
¿Y qué le gusta del trabajo editorial?
Trabajar el libro desde la idea, a veces desde el manuscrito, hasta la versión final. Es un trabajo de acompañar el texto y al autor. Es un trabajo de cuidado, lleno de detalles. Por ejemplo, yo iba a exposiciones y pensaba que un cuadro sería la portada perfecta para un libro, pues estaba siempre buscando la imagen que define una novela.
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Ahondemos en su intención de acercar la Biblioteca Nacional de Colombia (BNC) a nuevos públicos…
Nos preguntamos qué tanto los jóvenes conocen la biblioteca. Aquí está la memoria bibliográfica y documental de Colombia, todo lo que se ha publicado a lo largo de la historia bibliográfica del país, entonces, un espacio muy importante para la investigación, y la formación de nuevos públicos tiene que ser nuestra prioridad. Seguramente esto ser hará a través de alianzas con universidades, por ejemplo. El interés es tener una biblioteca viva, en donde se esté investigando constantemente lo que está aquí adentro, donde se hagan procesos de formación, talleres y exposiciones sobre lo que conserva la BNC, ojalá con las nuevas generaciones.
¿A qué nos hace referencia el concepto “memoria bibliográfica”?
Es precisamente la conservación, protección y promoción de lo que se publica en este país. Es una memoria que nos habla de cuáles son los temas que nos han interesado como país, del contexto, de cuáles han sido los públicos lectores. Es una de las misiones más relevantes en la Biblioteca Nacional.
El uso de la palabra “memoria” se ha venido asociando con el tema del conflicto armado. ¿Qué lugar tiene este en la biblioteca?
En ese uso de la palabra memoria, la biblioteca tiene un lugar importantísimo. Aquí está toda la memoria bibliográfica y documental asociada con el conflicto. Por ejemplo, los bibliotecarios también trabajan investigando lo que se recibe, y uno de esos proyectos tiene que ver con la recuperación del material web sobre el conflicto armado. Y esa memoria queda organizada para generar diálogos, debates e investigaciones alrededor de ese material. Es una de las líneas de la memoria que están aquí adentro, pero se pueden construir todas las líneas de la memoria que se te ocurran a partir de lo que conserva la Biblioteca. De hecho, los Acuerdos de Paz fueron encuadernados por el equipo de conversación de la BNC y están aquí, para consulta, y para el sexto aniversario de la firma, hace un par de semanas, los llevamos en una vitrina al Teatro Colón. Pienso que tenerlos allí fue muy diciente sobre los símbolos que muchas veces son los libros.
Hablemos de la importancia de esos símbolos…
Esos elementos cuentan una historia, pero verlos y ponerlos a disposición de todo el que quiera venir a la Biblioteca está generando otras conversaciones, nos están recordando cosas. Por eso las exposiciones que están en la biblioteca son tan importantes, al igual que los talleres. Hace unas semanas hicimos un taller sobre fanzine, que es un tema muy interesante. Por ejemplo, yo estuve haciendo un trabajo con una mesa de comic distrital y ellos tienen claro que el único lugar donde hay memoria del comic o del fanzine solo está en la BNC. Entonces se tiene la idea de la BNC con todos sus tesoros allá guardados, pero también de la memoria de la publicación alternativa. Y de ahí surge una narrativa diferente, sobre otro tipo de lectores y creadores.
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¿De dónde viene el gusto por la literatura?
Siempre me gustaron muchos libros. Yo tengo un papá lector y tuve unos abuelos lectores, que fueron fundamentales, pero no vengo de una familia de intelectuales ni de trayectoria en la literatura. Soy de Bucaramanga, estudié comunicación social con énfasis en gestión editorial y en la época universitaria también leía mucho. La vida laboral tomó el enfoque hacia los libros, no exclusivamente hacia lo literario, porque he trabajado con libros para niños y como editora de no ficción. He pasado un poco por todos los géneros literarios.
¿Qué le gusta leer?
Novelas principalmente. En estos últimos años también le he cogido mucho el gusto a la literatura de no ficción, a los ensayos. Me encanta la literatura infantil y juvenil, tengo una hija y leemos mucho juntas también.
¿Tiene un libro favorito?
Son muchos, pero me encanta una escritora italiana llamada Natalia Ginzburg. Hay un libro suyo que se llama Las pequeñas virtudes, al que siempre vuelvo en distintos momentos de la vida.
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