Adriana Rojas Espitia: cine experimental colombiano con mirada de mujer
La directora colombiana estrenó este 22 de marzo su película “Diòba” y lo hizo en el Ann Arbor Film Festival (AAFF), en Estados Unidos, el mismo en el que lanzaron, en su momento, George Lucas y Andy Warhol, entre otros. La cinta es protagonizada por dos mujeres indígenas de las comunidades embera eyábida y embera dòbida. Su pasión de infancia traspasó fronteras gracias a que no sabe rendirse.
Élber Gutiérrez Roa
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Las primeras películas en la memoria a Adriana Rojas Espitia son las que miró en su infancia en los circuitos de teatro de Bogotá durante los años 90 del siglo XX. Varias de ellas eran sobre karate y le gustaban no solo porque estuvieran de moda, sino porque en aquella época estudiaba taekwondo y quería ser campeona nacional. Luego se encontró con El último emperador y El imperio del sol, y con ellas confirmó que su pasión eran las artes, pero no las marciales, sino las audiovisuales.
El problema era que eso de dedicarse al cine sonaba muy difícil. Y no necesariamente por lo que valiera la carrera, sino por lo que implicaba ejercerla. Hacer una película sonaba -y lo es- a invertir enormes presupuestos que ella no tenía. Por eso siguió los pasos de su hermana mayor y entró a la Universidad Distrital, aunque no estudió lenguas modernas, como hizo ella, sino que se fue por algo bien diferente: la física.
Muy pronto se desencantó de aquella carrera en la que cree que todo es muy “cuadriculado” y, aprovechando que la familia dejaba atrás su historia de vida en los barrios La Estrada y Chapinero, de la flamante capital, terminó estudiando comunicación social en la Universidad de Antioquia, en Medellín. No era cine, pero tenía un par de materias que la acercaban a ese mundo.
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Estudió, creó empresa, se dedicó al mundo audiovisual y de a poco fue descubriendo que lo que le gustaba era el mundo del cine experimental, que acaba de darle una de las más gratas sorpresas: su película Diòba fue seleccionada para participar en el Ann Arbor Film Festival (AAFF). Así como suena, el estreno mundial de la cinta fue programado para el 22 de marzo en Michigan, Estados Unidos, sede del certamen.
Diòba (en embera “estar solo” o “sola”) es una historia protagonizada por Inés Góez Cortés y Luz Jamira Forastero Tunay, integrantes de las comunidades embera eyábida y embera dòbida. Fue producida por Ojo Mágico Productora Audiovisual, SentARTE y Marginal Cine.
¿Qué tal eso de estrenar su obra en el mismo festival en el que se presentaron las de personajes como Andy Warhol o George Lucas?
No lo puedo creer. Es el festival de cine experimental más antiguo de Norteamérica. Había más de 2.700 películas postuladas.
¿Cómo define usted “Diòba”?
Es una película minimalista, con un relato abierto, sobre la cotidianidad de una indígena.
¿Qué métodos alternativos usaron en la producción?
Hubo dos fases de rodaje. Para la posproducción participamos en la categoría de cine en construcción en el Festival de Cine de Giraba, en el Festival Internacional de Viña del Mar y el Sanfici. Y para finalizarlo hicimos crowdfunding. Blond Indian Films y Cinecolor se vincularon.
¿No participó en convocatorias de becas?
Empecé a buscar de qué manera podía producirla sin tener que estar amarrada a ganar un premio como el FDC.
¿Y cómo hizo para que la idea funcionara?
Empecé a crear redes y a invitar a personas a unirse a Diòba. Le presenté el proyecto a SentARTE, productora especializada en contenidos indígenas. Le gustó. A esta llegué por Mileidy Orozco Domicó, productora indígena, que los había buscado para que le produjeran Truambi.
¿Cómo conectó con Mileidy para convencerla de que apoyara un proyecto sobre indígenas elaborado por una no indígena?
Ella vivía en Putumayo, y la contacté para que me asesorara en la temática indígena. Mi película no es etnográfica, no soy indígena, ni puedo tener la bandera del cine indígena. Era importante que ella supiera que tenía el tema de una mujer indígena que vive fuera de su comunidad y tiene un conflicto por eso. Ella era la perfecta para ayudarme: indígena y realizadora audiovisual. Le mandé el guion, le gustó y me asesoró.
Una enseñanza del trabajo con ella.
Cuando le dije que quería conocer las costumbres emberas me dijo que leyera las tesis de grado de la licenciatura de la madre tierra, de la Universidad de Antioquia, en la que solo pueden estudiar indígenas. Esa licenciatura busca que los indígenas desarraigados empiecen a ver este fenómeno y a estudiar lo que pasa con sus comunidades. Descubrí que se han ido perdiendo las lenguas. La licenciatura busca que los que están en la ciudad puedan volver a sus comunidades, a sus raíces.
¿Ella le puso el título a la película?
Le pedí que me lo tradujera y lo hizo. Y le pedí que me ayudara con un canto embera infantil. Me contó que no existían y compuso uno para la película. Es hermoso. Ella estaba grabando el documental Truambi, y como tenía una escena con niños, se ofreció a grabar el de Diòba en su comunidad. Lo grabó y entró como inversionista a mi película.
Paradójicamente, su primer corto se llamaba “La última apuesta” ¿Recuerda cómo fue ese ejercicio de estudiante de comunicación?
Claro. Con ese me lancé en tercer semestre y viajé por Colombia. Estuve en Manizales, en los premios Césares, y en Bogotá, en El Espejo. Luego hice un documental, La salsa dura en Medellín. Grabé durante un semestre, hice un montaje para la materia, después lo perfeccioné y quedó entre los seleccionados de los nuevos creadores del Ficci.
Después se graduó y empezó lo más difícil, al querer saltar a profesional.
Es que empecé a hacer proyectos experimentales que tenían otra forma de narración, y eso es más difícil. Cada año hay una convocatoria del Fondo de Desarrollo Cinematográfico (FDC). Si uno no queda, toca esperar otro año. Faltan empresarios que apoyen este tipo de trabajo.
Y la maestría en artes plásticas, otra paradoja, le abrió el camino.
Propuse como tesis un largo acerca de la representación de la ciudad en el cine antioqueño y me dijeron que no valía para artes plásticas. A regañadientes empecé a abrirme hacia el video experimental. Cuando hacía proyectos no era consciente del cine experimental, pero algunos referentes que vi en la maestría me mostraron que lo que escribía iba por el lado de cine experimental.
¿Y qué pasó entonces?
Me enamoré tanto del tema, que desde 2014 abrí Intermediaciones, una muestra internacional de cine arte y cine experimental, video performance, animación experimental, videopaisaje y videopintura. Va por la décima edición. En ella trabajo con mi esposo, Santiago Andrés Gómez. Nos llegan obras y procesos de todo el mundo.
¿Y cómo financiaba sus producciones?
Seguía presentando proyectos, pero como son experimentales, no hay una beca continua en Colombia. El Fondo de Desarrollo Cinematográfico (FDC) tiene una convocatoria para corto, largo y documental, y hace unos años abrieron una para corto experimental, pero no la mantuvieron. En el Ministerio de vez en cuando hay una para videoarte. Igual en Medellín. No es continuo. Uno es concursante. Se la pasa buscando las convocatorias para poder financiar los proyectos, pero hay otros miles en esas.
Ahora viene otra parte complicada, que es lograr que veamos su película en las salas de cine de Colombia.
Hay que tener a un distribuidor, y él mira la agenda. Para este año no vamos a hacer ese esfuerzo. Vamos a trabajar en la estrategia de promoción. Puedo tener una lista de 100 festivales y mandarla, pero es más bien improbable que quede, porque son narrativos.
¿Y cómo resultó en Ann Arbor?
Chris Gude, director de Mambo Cool y Mariana me sugirieron que la enviara y quedé pensativa. No le puse mucha atención y terminé enviando el día que cerraban inscripciones. No tenía expectativas. El 6 de enero nos notificaron que éramos seleccionados, pero que no podíamos decir nada. Tuve que aguantarme hasta febrero, cuando me escribieron y me mandaron el laurel. Y Jorge Forero, coproductor de Marginal Cine, fue a representar a la película en el Festival.
¿Y usted por qué no viajó a la presentación de la película?
No tengo visa. Me la negaron. Me presenté a la embajada a solicitarla con la carta de invitación del festival y me la negaron. Ni siquiera miraron los documentos de soporte que llevaba. Jorge tenía visa y ya había ido a Estados Unidos, así que él quedó con el encargo de representar a la película. El festival apeló, puso abogado, pero ni modos.
Tres referentes del cine en Colombia
Laura Mora, la reina de San Sebastián
Laura Mora recibió la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián por la película “Los reyes del mundo”, inspirada en una zona del norte de Antioquia que siempre le llamó la atención por ser escenario de una mezcla entre la historia de violencia, la belleza y los cambios geográficos. Pero ya desde 2017 había alcanzado prestigio con su ópera prima “Matar a Jesús”, galardonada en Cartagena, Cuba, Chicago y San Sebastián.
Felipe Aljure, un voto por el cine hecho en Colombia
Guionista y director de cine formado en Londres, Felipe Aljure ha dirigido cine, televisión y también ha ejercido la actividad académica. Es el director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena (Ficci). Promotor de documentales, animación, cine experimental y de lo que él llama cine de las periferias geográficas, Aljure se ha caracterizado no solo por sus creativas técnicas narrativas, sino por su incansable apoyo al cine del país.
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Juan E. Rengifo, puro tesón
Se define como cineclubista, gestor cultural y productor audiovisual. Es gestor de procesos culturales audiovisuales y cinematográficos en Cauca y dirige el Festival de Cine Corto de Popayán. Además, es director general de la Asociación Nacional de Festivales, Muestras y Eventos Cinematográficos y Audiovisuales de Colombia (Anafe). Muy crítico de la propuesta de reforma tributaria del gobierno de Iván Duque, por su incidencia en la industria audiovisual del país.
Seis claves para mejorar el cine y la televisión en Colombia
Formación de audiencias
Una de las principales discusiones respecto al cine colombiano tiene que ver con un esfuerzo que en otros países es bien visible y al que llaman la falta de educación de públicos. Básicamente, Colombia no es un país acostumbrado a ver su cine. Salvo los promocionados estrenos de fin de año. Hay que apoyar a los productores, actores y a la industria en general, pero también es clave revisar la formación de audiencias.
El desafío de las plataformas
Las plataformas digitales se convirtieron al mismo tiempo en problema y solución. Una especie de enemigo que, en últimas, resulta deseado por los productores del cine tradicional, pues impusieron una nueva forma de disfrutar las producciones. Colombia es muy apetecida por las grandes productoras de series y películas destinadas a las plataformas. Hay que generar más estímulos para este sector.
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Una cosa es una cosa…
Las producciones originalmente pensadas para salas de cine tienen una lógica de imagen y sonido muy diferente respecto a la de las producciones de televisión o las de las plataformas. Así, muchas decisiones creativas se toman para el disfrute en sala y como ahora las películas también se estrenan en plataformas, hay “saldos técnicos” que terminan perdiéndose.
La pelea por la audiencia
Aunque internet ha logrado que parte del público que apreciaba la televisión se mude a la web, también es cierto que en Colombia hay un factor que no ha permitido que la mudanza de audiencias sea tan rápida como en otras latitudes: solo el 60 % de la población cuanta con acceso a internet. En el mismo sentido, la televisión abierta sigue siendo gratuita, mientras que la de plataformas hay que pagarla, y no todo el mundo está dispuesto a hacerlo.
Competencia global
Dadas las facilidades que el mundo de internet ofrece para acceder a contenidos, la exigencia a los productores de cualquier plataforma o medio es brindar propuestas audiovisuales más variadas, explorar nuevas audiencias, no quedarse en el cómodo mundo del pasado. La competencia ya no es solo local, sino global, y es por el consumo en cualquier momento del día.
Derechos laborales
Con la llegada de la internacionalización de la producción colombiana de series, películas y novelas, entre otras, también se hicieron más evidentes algunas inconformidades de los profesionales de esta industria y su interés por consolidar una suerte de organizaciones que se preocupen por la garantía de sus derechos laborales.